La vía del silencio en los Evangelios 5/5 (1)

Los Evangelios, como todo el Antiguo Testamento, no tematizan concep­tualmente la vía interior como camino a un conocer y sentir desde el completo silencio interior. Los grandes textos hindúes y budistas sí lo hacen. Los Evangelios no formulan la Vía conceptualmente pero sí lo hacen a través de consejos, normas de actuación, propuestas de actitudes y actuaciones, imágenes, parábolas.

Las proclamas, invitaciones e incitaciones que se hacen, conducen al silencio radical. La imagen de radicalidad que se usa frecuentemente es la de muerte a sí mismo.

A ese camino de desnudamiento debe acompañarle un agudo estado de vigi­lancia y alerta que conduce a una vuelta intensa a Dios y al prójimo, como formando una unidad.

El fin de todo ese camino es el conocimiento y la unidad.

Vamos a seguir paso a paso ese itinerario, apoyándonos en algunos textos. Empezaremos por la gran proclama de las bienaventuranza. Ellas por sí solas son capaces de conducir al gran silencio y desde él, al conocimiento y al amor.

Los pobres de espíritu son bienaventurados porque por el desprendimiento de su mente y su corazón, ni su espíritu se apoya en nada ni nada se adhiere a su espíritu. Quien está así de desnudo, tiene la mente y el corazón libres para conocer y sentir la realidad que realmente hay y no lo que le dictan que vea sus deseos.

Sólo el que no posee nada, el que está vacío de sí mismo puede ser manso. Y es manso porque no tiene nada por lo que pelear ni que defender.

Son bienaventurados los que Doran y los que tienen hambre y sed de justicia.

Son benditos porque no se lamentan por sí mismos sino por la verdad y la justicia. Quien ama apasionadamente la verdad y la justicia, se olvida de sí.

Los misericordiosos son dichosos porque con su misericordia muestran que no viven para sí. Quien vive para sí, no puede ser misericordioso. Fomentar la mise­ricordia es alejarse de sí mismo.

Sólo los que no emplean su sentir en ser y en tener, disponen de un corazón limpio. Tener el corazón limpio es disponer de un sentir y de unos perceptores libres, frescos y nuevos, sin adherencias ni obstáculos para advertir, ver y amar.

Los pacíficos son bienaventurados porque su paz es el testimonio inequívoco de que ni buscan nada ni defienden nada.

También los perseguidos por la justicia sin motivo son bienaventurados porque han defendido la justicia con su vida.

Los que sufren injurias, persecuciones y soportan injustamente todo tipo de calumnias por causa de la verdad han aprendido a amar a la verdad por encima de sí mismos.

Cualquiera que merezca una sola de estas bienaventuranzas, es alguien que ha silenciado por completo su interés, que ha salido de sí mismo hasta llegar a ser como si no existiera para su propio vivir.

Quien se ha silenciado hasta ese extremo, no lo ha conseguido con el esfuerzo de su voluntad; sólo un conocimiento y un sentir a los que no se puede dar nombre, engendran un silencio así. Esa es la causa de la bienaventuranza que Jesús proclama.

Quien es digno de una sola de esas bienaventuranzas, las merecerá todas, porque con una sola habrá llegado a la completa desnudez; y con la desnudez, al conocimiento que no se puede ni nombrar ni describir, y desde él a todas las bienaventuranzas.

Jesús dice: no resistáis al mal, al que te abofetee en la mejilla derecha, ofrécele también la otra mejilla.’

Para poder practicar este consejo, se tiene que ser capaz de que ni el amor propio ni el orgullo se resientan con esa bofetada. ¿No es eso proponer lo más hondo del camino del silencio interior?

Aconseja Jesús que se haga limosna en secreto/ que se ore en secreto y que se ayune en secreto’ para que con la limosna, la oración y el ayuno no busquemos ningún reconocimiento sino sólo a Dios. Esas prácticas en secreto desnudan al yo, ni lo adornan ni lo afianzan. También estos son consejos para la vía del silencio y del conocimiento que acompaña al silencio.

Insiste: no juzguéÍs para que no seais juzgados, sed compasivos como vuestro Padre. No juzguéis, no condenéis, perdonad, dad

Sólo quien se olvida de sí mismo por completo puede ser misericordioso como el Padre y puede abstenerse de juzgar y condenar y sólo dar sin esperar retorno.

Afirma Jesús que hay que perdonar las ofensas, no hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete’ si es preciso.

Para poder actuar así se ha de haber adquirido la capacidad de no ofenderse.

No puede haber nadie en casa para poder ser así de magnánimo.

Ese mismo vacío completo de sí mismo se requiere para poder seguir el consejo de Jesús: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecir a los que os maldicen, rogad por los que os diismsru” o este otro consejo: haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio”,

Para que ese amor sin respuesta y para que el amor a los enemigos no sea puro esfuerzo voluntarioso es preciso que no se oiga ningún reclamo del yo ni ninguna de sus exigencias. Ese silencio interno tan completo no se logra sin que la mente y el corazón conozcan y sientan al Único. ¿Cómo, si no, va a ser posible y real -y no pura aspiración de la voluntad el amor al que te hiere?

Dice Jesús: el que quiere ser más grande entre vosotros, ha de ser vuestro servidor/

Según este principio, la grandeza de sus seguidores está medida por el grado de su humildad. Y la humildad es la vía del silenciamiento del yo.

El que gobierne sea como el que sirve’. Servir y no ser servido desmantela los movimientos del yo.

SÍ no cambiáis y os haceis como niños, no entraréis en el Reino de los delos.

Asi pues, quien se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los cielos/

Esa es la actitud que pide Jesús: una humildad con los sentidos, el corazón y la mente abiertos como los de un niño, antes de que la importancia del yo se haga con el control de la situación.

Desde la desnudez radical de las propuestas de Jesús se comprende que proclame: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestireis … buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por sañadidura. 4

Un abandono confiado, total y completo unido a la entrega a la causa del Reino ¿no es eso el silencio interior profundo de todos los reclamos y temores del ego?

Cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser disci­pulo mio, y vende todo cuanto tienes y repártelo entre los pobres … luego ven y sígueme.

Quien renuncia a todos sus bienes, quita los soportes que sostienen al yo. Tanto Mateo como Lucas recogen la afirmación de Jesús de que nadie puede servir a dos señores, a Dios y al dinero/

 

Nadie puede intentar silenciar al yo y, a la vez, apuntalarlo con los poderosos contrafuertes del dinero.

Jesús recoge en una sola afirmación extraordinariamente dura toda su ense­ñanza sobre el silenciamiento completo del yo: El que no toma su cruz y me sigue detrás, no es digno de mi El que encuentra su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. 1

El silencio interior, que es el silencio del yo y sus deseos, temores y proyectos, ha de ser tan completo que equivalga a la muerte, y una muerte que puede llegar a ser tan violenta como el ajusticiamiento en la cruz.

Uno no puede adoptar la radicalidad de estas actitudes si no ha dado con un tesoro escondido/ o con una perla de gran valor.

Sólo cuando uno ha llegado a amar al Reino y su justicia por encima de sí mismo, puede llegar a esos grados de silencio.

La causa y, a la vez, el efecto de ese camino de desnudamiento es el amor total a Dios y al prójimo.

Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y amarás al prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas. 

No debe quedar nada del propio corazón ni de la propia alma ni de la propia mente que no esté ocupada en amar a Dios. No debe quedar ni un solo rincón de nuestras facultades empleado en amamos a nosotros mismos.

El amor al prójimo debe ser tan incondicional como el amor a Dios porque es la otra cara del mismo amor. Debemos amarnos unos a otros como Jesús nos amó. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros, como yo os he amado. 

La ley del discipulado, según Jesús, es desegocentrarse radicalmente, porque sin ese completo desplazamiento, no hay amor.

Además del vaciamiento de sí mismo, que es el silencio completo del yo, para que ese silencio se transforme en conocimiento se requiere un agudo estado de alerta; de lo contrario, el vacío y el silencio podría transformarse en modorra, inercia, apatía, opacidad. Dice Jesús: Estad preparados porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre’ Velad, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Velad porque no sabéis ni el día ni la hora. 

El esfuerzo por salir del movimiento centrípeto de nuestro conocer y sentir en tomo de los intereses del ego y la voluntad de silenciarlo, es incapaz de conducir a un uso de nuestras facultades que no esté hecha en función del yo.

Sin embargo, la voluntad y el esfuerzo sólo pueden hacer “intentos” de desegocentra­ción; el logro eficaz sólo se produce cuando, como por accidente, llega un conocer y sentir desde el silencio completo de los intereses y reclamos del yo.

Por consiguiente, la vigilia y la vela que Jesús recomienda son imprescindibles para que ese acontecimiento, que se parece a un accidente, se produzca. Si se diera silencio completo sin vigilancia y alerta, no habría otra posibilidad que el sueño o la muerte de nuestras facultades.

Y sostiene Jesús que ese conocimiento desde el silencio, que es el conocimiento del Padre, es la vida eterna: Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el Único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. 4

Un conocer con la mente y el sentir que se aleja de la dualidad que genera la necesidad, conduce a la experiencia de la unidad absoluta.

Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros’ .

para que sean uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mi

En este breve recorrido queda suficientemente claro que los Evangelios, aunque no tematicen conceptualmente la Vía como un camino de silencio y como un camino de conocer y sentir desde el vaciamiento completo del yo, lo hacen con toda claridad y rigor, con los consejos que Jesús da, con las imágenes que emplea, con las normas que propone y con las parábolas que usa.

María Corbí: Por los caminos del silencio

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