Un yo no puede comprender ni eliminar a otro yo

Por estos tiempos mecanizados de la vida hay producción en serie: serie de carros, series de aviones, series de máquinas de tal o cual marca, etc., etc., etc. Todo se ha vuelto producción en series y hasta el mismo “YO” es serie. Nosotros debemos conocer las series del “YO”.

Las gentes de todas las Escuelas pseudo-esotéricas y pseudo-ocultistas tienen magníficos ideales y hasta sublimes intenciones, pero todo eso continúa existiendo en el pensamiento subjetivo y miserable, porque todo eso es del “YO”.

El “YO” no siempre es perverso: A veces se adorna con bellas virtudes y hasta se viste con la túnica de la santidad.

Cuando el “YO” quiere dejar de existir, no lo hace en forma desinteresada y pura, sino que quiere continuar en forma diferente, aspira a la recompensa y a la dicha.

El “YO” se procesa en series de pensamientos, sentimientos, odios, deseos, hábitos, etc.

¿Que los divisionistas del “YO” continúan dividiendo su EGO entre “superior” e “inferior”? Allá éllos con todas sus teorías y su tan cacareado “YO SUPERIOR” y “ULTRA¬DIVINO”, controlando al infeliz “YO INFERIOR”

Bien sabemos nosotros que esa división entre “YO SUPERIOR” y “YO INFERIOR” es falsa en un ciento por ciento; “superior” e “inferior” son dos secciones de una misma cosa, dos secciones del “YO PLURALIZADO”.

¿Puede acaso una parte del “YO” reducir a polvo, aniquilar a otra parte del “YO” ? ¿Puede acaso una parte del MÍ MISMO decretar la ley de destierro a otra parte del MÍ MISMO?

Lo que sí podemos hacer es ocultar astutamente lo que más nos conviene, esconder nuestras perversidades y sonreír con cara de santos. Que una parte del MÍ MISMO pueda esconder a otra parte del MÍ MISMO, ¿es eso algo raro? ¿Acaso el gato no esconde las unas?

Todos nosotros llevamos por dentro al FARISEO: por fuera estamos muy bonitos, pero por dentro estamos bien podridos.

Nosotros hemos conocido a Fariseos que horrorizan. Conocimos uno que vestía la inmaculada túnica del Maestro, su cabello era largo y jamás la navaja cortaba su venerable barba. Este sujeto “espantaba” con su santidad a todo el mundo; era vegetariano en un ciento por ciento, no bebía nada que pudiera tener alcohol, la gente se arrodillaba ente él. No mencionamos el nombre de este “santo de chocolate”, sólo nos limitamos a decir que había abandonado a su esposa y a sus hijos, “dizque” por seguir la senda de la santidad. Predicaba bellezas y hablaba horrores contra el adulterio y la fornicación, pero en secreto tenía muchas concubinas y proponía a sus devotas conexiones sexuales antinaturales, por vasos ” no idóneos”. Era, sí, un “santo”, pero “de chocolate”.

¡Así son los Fariseos! ¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos hipócritas, porque limpias lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticias! ¡No coméis carne, no bebéis alcohol ni fumáis; a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de maldad! (El Fariseo esconde los delitos ante los ojos ajenos y también los esconde de sí mismo).

Conocemos Fariseos que hacen tremendos ayunos y espantosas penitencias (están muy seguros de ser justos y sabios, pero sus víctimas lloran lo indecible). Casi siempre son sus mujeres y sus hijos las víctimas inocentes de sus maldades, pero éllos continúan con sus sagrados ejercicios, convencidos de ser “justos” y “santos”.

El llamado “YO SUPERIOR” dice: “Venceré a la ira, a la codicia, a la lujuria, etc., pero el llamado “YO INFERIOR” se ríe entonces con la carcajada estruendosa de Aristófanes y los demonios y pasiones, aterrorizados, corren a esconderse entre las cavernas secretas de los distintos terrenos de la mente.

Todo esfuerzo intelectual para disolver el “YO” es inútil, porque cualquier movimiento de la mente pertenece al “YO”.

Cualquier parte del MÍ MISMO puede tener buenas intenciones, ¿y qué? El camino que conduce al ABISMO está empedrado con buenas intenciones.

Es curioso ese juego de una parte del MÍ MISMO que quiere controlar a otra parte del MÍ MISMO (que no quiere ser controlada).

Son conmovedoras las penitencies de esos “santos de chocolate” que hacen sufrir a sus mujeres y a sus hijos; son chistosas todas esas mansedumbres de los “santos de chocolate”; es admirable la erudición de los “sabiondos”, ¿y qué? EL YO NO PUEDE DESTRUIR AL YO, y éste continúa a través de millones de años, perpetuándose en nuestros descendientes.

Necesitamos desencantarnos de los esfuerzos inútiles; cuando el “YO” quiere destruir al “YO”, el esfuerzo es inútil.

Sólo comprendiendo muy a fondo y de verdad lo que son las batallas inútiles del pensamiento, sólo comprendiendo las acciones y reacciones subconscientes, las acciones y reacciones internas y externas, las respuestas secretas, los móviles ocultos, los impulsos escondidos, etc., podemos alcanzar la quietud y el silencio imponente de la mente.

Sobre las aguas puras del océano de la MENTE UNIVERSAL podemos contemplar, en estado de éxtasis, todas las diabluras del “YO PLURALIZADO”.

Cuando el EGO ya no puede esconderse, ESTA CONDENADO A PENA DE MUERTE. AL “YO” le gusta esconderse, pero cuando ya no puede hacerlo, está perdido el infeliz.

Sólo en la serenidad del pensamiento vemos al “YO” tal como es y no como aparente mente es.

VER al “YO” y COMPRENDERLO, viene a ser un todo íntegro. El “YO” está fracasado después que lo hemos comprendido, porque entonces podemos reducirlo a polvo (con la ayuda de la KUNDALINI).

La quietud del océano de la mente NO ES UN RESULTADO, sino que es su ESTADO NATURAL. Las olas embravecidas del pensamiento son sólo un accidente provocado por el monstruo del “YO”.

La mente fatua, la mente necia, la mente que dice: “Con el tiempo lograré la serenidad”, o “algún día llegaré”, está condenada al fracaso, porque la serenidad de la mente NO ES DEL TIEMPO. Todo lo que pertenece al TIEMPO es del “YO”, del “MÍ MISMO”; el “MI MISMO” es TIEMPO.

Aquellos que quieren armar la serenidad del pensamiento como quien arma una máquina, juntando inteligentemente cada una de sus partes, están de hecho fracasados, porque la serenidad de la mente no se compone de varias partes que se pueden armar o desarmar, organizar o desorganizar, juntarse ó separarse.

 

Samael Aun Weor

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