En el ventrículo izquierdo del corazón, mora el átomo principal; el diminuto modelo al cual el cuerpo físico debe, con el tiempo, amoldarse en su progreso. Es un cuerpo giratorio que vive en su propia atmósfera; se le llama el Maestro Constructor, porque tiene a su cargo todos los principios constructivos de nuestro cuerpo físico.
Como general en mando, tiene ejércitos de constructores e ingenieros atómicos, que trabajan bajo su dirección. Estos son los átomos Aspirantes, que buscan al Íntimo, igual que nosotros. Este
Maestro Constructor tiene su personal de inspectores, los cuales, con frecuencia, sacrifican su propio desenvolvimiento en favor de quienes están menos desarrollados que ellos.
Nuestra primera práctica consiste en atraer la atención de este
Maestro Constructor o Átomo Nous, utilizando para ello a los átomos Aspirantes que nos armonizan con su propia inteligencia.
El organismo físico es como tierra extranjera para estos bien dispuestos átomos, cuya tarea consiste en poner tal organismo a tono con sus posibilidades espirituales más elevadas.
El Maestro Constructor mora en la sangre más pura del corazón, con autoridad absoluta sobre los átomos que le obedecen. Esta corriente sanguínea puede hacer presión sobre estos trabajadores, estimulándolos así a mayor actividad. La presión acrecentada exige de ellos mayor resistencia, pues el cuerpo ha de ser reparado, sin consideración a los deseos del obrero.
Estas miríadas de obreros, a los cuales ni prestamos atención, ni ayudamos, se sienten, con frecuencia, desalentados, y al parecer, incapaces a causa de nuestros excesos en el trabajo y en el uso de estimulantes. El estudiante puede alentarlos cada mañana, practicando el siguiente ejercicio: Parado sobre las plantas de los pies, hágase una respiración profunda, dando palmaditas sobre la punta del hígado y enviando, al mismo tiempo, amor y pensamientos de aliento. El centro nervioso, en ese punto, es vitalizado por nuestro pensamiento y amor; porque allí está el asiento de la imaginación, y una sana imaginación hace un cuerpo sano.
Estos átomos respetan a la mente honrada; pues la falta de honradez en nuestros tratos causa desorden en su atmósfera; por lo que tratan de esquivarse en lo posible. De manera que, únicamente, la aspiración pura puede ponernos en contacto con su conciencia. Ellos, también, traen las influencias del Íntimo a nuestras mentes ilusionadas, aprisionadas en los mirajes de este mundo.
Entre el hombre y la Naturaleza existe un gran vacío, el cual muy pocos han salvado. Muchos artistas chinos nos han mostrado estos grandes conceptos, los cuales tratan de las realidades elementales, que unen la mente a la conciencia de la Naturaleza.
El átomo Nous o Maestro Constructor fue quien respondió al llamado de la Realidad, cuando se lo llamó a servir y encarnar en las capas inferiores del mundo, antes del advenimiento del sol a la mente.
El cuerpo físico, únicamente, parece sólido. Cuando se lo observa desde adentro, aparece como envoltura gaseosa, y constituye una pantalla protectora para el Íntimo; pues impide la invasión de substancias extrañas como gérmenes. La penetración de nuestros propios pensamientos puede causar grandes sufrimientos a estos fieles obreros atómicos, dentro de nosotros, si tales pensamientos son de intenso odio, malicia o envidia; por cuanto estos sentimientos son mucho más destructivos de lo que creemos.
Nuestra educación nos enseña a pensar hacia afuera; esto impide que nuestras mentes piensen hacia adentro. Los pensamientos, que creemos son propios, no provienen de nuestro Íntimo; de consiguiente, no son nuestra propia verdad individual.
El átomo Nous nunca demandará de nosotros nada malo. Por el contrario, nos sugerirá, únicamente, cosas que ayuden a nuestro desenvolvimiento interno. Su obra es libertarnos de nuestra prisión en este mundo ilusorio. Como somos los arquitectos de nuestro propio destino, la decisión hemos de tomarla nosotros mismos.
A medida que el estudiante se desarrolla, se pone en contacto con los períodos en que el hombre estaba envuelto en una atmósfera cargada de sabiduría divina; recuerda de nuevo el plan que había decidido poner en práctica, al encarnar en este mundo; plan que olvidó, al descender a la materia densa de este planeta.
En aquellos antiguos tiempos, sabíamos que estábamos compuestos de átomos, poseedores de cualidades diferentes; estábamos todavía rodeados de un poderoso resguardo protector, en cuya conciencia debemos entrar de nuevo.
Al recibir iluminación durante nuestra práctica, ayudamos a nuestros átomos, infundiéndoles la misma aspiración y ayuda que recibimos. Únicamente, cuando estamos sumergidos en nuestros propios planos internos, nos damos cuenta del dolor y sufrimiento que causamos a los obreros del átomo Nous; porque, entonces, experimentamos nosotros mismos su sufrimiento y así decidimos que, en lo futuro, mantendremos una mente sana y normal y un cuerpo sano y limpio.
Cuando el Maestro Constructor o átomo Nous abandona el cuerpo, éste se desintegra.
El átomo Nous desea establecer leyes que traigan la unidad de las naciones del mundo.
El hombre, en la actualidad, está desarrollado solamente en sus cuatro séptimas partes; pero, cuando el átomo Nous y sus obreros responden a nuestras prácticas, se nos enseña a estimular varias secciones del cuerpo, aparentemente atrofiadas por falta de uso.
El cuerpo se compone de dos clases de átomos, buenos y malos. Por medio de ellos volvemos a experimentar el bien y el mal de nuestras vidas pasadas.
Los átomos se parecen a sus dueños; quienes poseen átomos firmes y sólidos tienen cuerpos fuertes; los que tienen átomos débiles son de cuerpo débil.
Al entrar en nuestros estados intermedios, desarrollamos nuestros sentidos ocultos de percepción y nos damos cuenta de inteligencias desencarnadas; por lo que hemos de tener cuidado de no confundir nuestras intuiciones con las comunicaciones de tales inteligencias. A fin de conocer la diferencia entre la voz verdadera y la falsa, hemos de sentir una vibración que nos dé la sensación de victoria y quietud; algo así como el final de una gran decisión.
Nuestra inclinación a mantenernos alerta y sanos nos atraerá la constante reverencia de los átomos Aspirantes; por lo tanto, no deberíamos comer alimentos impuros y debemos ser moderados al tomar estimulantes.
La presión sanguínea incrementada es el origen de apetitos y deseos anormales y estimula a nuestras naturalezas inferiores a mayor actividad, a la vez que se opone a nuestra penetración en los mundos internos. Esta presión destruye los nervios, que abren y cierran las células del cerebro. Al respirar, estos nervios abren las células, que dejan pasar la energía por el cuerpo; pero si están cerradas, a causa de presión anormal, resultante de esfuerzo repentino, hacen que los centros inferiores se mantengan alerta y activos y nos cierran los mundos internos, a la vez que, impiden recibir las instrucciones de los mismos.
De consiguiente, hemos de emplear un método mediante el cual podamos dejar fuera las influencias de nuestra naturaleza inferior. Existe en el corazón una pequeña válvula que abre y cierra la entrada a interrupciones procedentes de los centros inferiores de conciencia. Más tarde, vamos dándonos cuenta, poco a poco, de que el Íntimo utiliza un sistema de canales de irrigación, por los cuales fluye la hermosa substancia que fertiliza nuestro crecimiento y la comprensión de nuestras propias posesiones.
No respiramos solamente con los pulmones, sino que cada célula cerebral está provista de lo que podemos considerar como pasajes pulmonares que recogen átomos para que nos inculquen su inteligencia.
Con frecuencia los átomos aspirantes están sumergidos en substancias que destruyen sus medios de comunicación con el átomo Nous. Esta destrucción se debe a los átomos indolentes.
Nuestras mentes son coleccionadoras de atmósferas en descomposición del pasado, cargadas con la podredumbre que genera el gusto por la guerra y otros grandes vicios. En nuestra práctica, estas decadentes condiciones cederán su lugar a una fuerza solar que las quemará. Este fuego destruirá los parásitos, que nos abruman con sus cargas, y nos limpiarán para que nuestras mentes se manifiesten.
En todas las épocas de la historia, ha aparecido un Salvador del Mundo, al fin y al principio de cada Era. Cuando seamos capaces de leer nuestros libros internos del recuerdo, sabremos qué iluminación trajo cada Instructor para nosotros y para el mundo; ellos podían hacer milagros, gracias a la manipulación mágica de sonidos vocales; su obra ha consistido en poner al hombre a tono con vibraciones superiores, puestas en libertad por estos átomos.
Hemos tenido el mismo átomo Nous en cada vida y en algunas de éstas obedecimos sus instrucciones.
El mundo cree que, cuando el hombre se convierte en yogui y entra en retiro, malgasta su vida. Es verdad que, posiblemente, pocos lo conocen; sin embargo, el yogui genuino tiene su lugar en el desenvolvimiento de la humanidad; el poder del mismo aumenta a medida que se retira de la atmósfera del mundo, en que está aprisionada la humanidad. El verdadero yogui posee gran poder y manipula las ondas mentales de la humanidad como el músico manipula su teclado.
Al pasar el estudiante por los planos astral y mental, en su viaje hacia adentro, muchos de los seres subnormales, que pululan por esas regiones (algunos inclinados a la tierra), escuchan con frecuencia sus pensamientos y tratan de perturbar y distraer su mente.
Los átomos aspirantes nos ayudan a hacer nacer la energía latente en nosotros; es decir, la fuerza dormida cerca del centro del ombligo, que nos libera de nuestra esclavitud. Esta fuerza, similar a electricidad estática, es evocada y dirigida hacia arriba por el canal espinal y abre grandes centros o escuelas ocultas; porque en el sistema nervioso central está la inteligencia solar de nuestro universo en miniatura en el cual el hombre alcanza unidad con la Realidad.
Entonces nos ponemos bajo la dirección de una corriente más potente de inteligencia, la cual nos ayuda a salir de nuestros cuerpos y obtener información, sin acudir a los métodos normales. Si somos observadores, podemos examinar el horizonte de toda empresa y acostumbrarnos a vivir, internamente, sin tener en cuenta el conocimiento del mundo, y participar así del conocimiento interior que, externamente, rechazamos.
En nuestro sistema central, encontramos ciertos átomos que representan la conciencia de los grandes líderes de la humanidad. Estos átomos forman una estructura atómica de la cual uno de ellos descenderá, una y otra vez, a la atmósfera densa de nuestros cuerpos y nos pondrá en contacto con las inteligencias atómicas que han seguido sus enseñanzas. Ellos, también, proyectarán ante nosotros, como en pantalla cambiante, nuestras experiencias pasadas, y de nuevo traerán al estudiante lo que ha sufrido antes; o sea, la sensación de haber conquistado y de haber sido conquistado. El estudiante, después de haber presenciado sus obras buenas y malas, procurará vivir para que no moren en él los átomos que se hayan rebelado contra su Señor.
Ningún gran administrador ha empleado nunca las normas de su época; sino que ha creado ideales y ha utilizado su imaginación para producir cambios progresivos en la civilización.
Las naciones han pasado por períodos de iluminación, en los cuales el valor moral del individuo se consideró un haber nacional.
Los Griegos comprendieron este ideal.
Los órganos de generación son de gran importancia en estas enseñanzas; por cuanto el poder creador de los mismos no es para satisfacción personal únicamente, sino también para la creación de normas ideales, mediante el empleo de la imaginación.
La poderosa energía, que penetra en nosotros, tiene varios ramales y cada uno de éstos vibra de acuerdo con una división distinta de nuestro sistema nervioso.
Al observarlos, internamente, estos centros radían diferentes ondas luminosas, como ascuas resplandecientes en una noche obscura.
La energía de nuestro sistema central nos mantiene despiertos; pero cuando dormimos, ella también descansa y otra forma de energía toma su lugar. Esto es similar al trabajo de un ingeniero, que reajusta la maquinaria después que los obreros se han ido; porque esta energía repara los tejidos rotos y destruye todo cuanto sea de naturaleza malsana. Cuando despertamos, esta energía cesa de funcionar y las fuerzas atómicas anteriores reanudan sus tareas.
Las inteligencias gobernantes de cada colonia atómica resisten, con toda su fuerza, cualquier influencia de afuera, que intente cambiar su actitud de una hacia la otra.
Es necesario estar alerta para captar cualquier mensaje del átomo Nous. Hay un antiguo dicho hermético: “Está atento a la voz de tu Maestro, como El lo está a la tuya”.
Cuando somos capaces de responder al Íntimo, podemos remediar males pasados, vivir vidas más profundas y nobles y ser iniciados en los Misterios Menores.
Los Dioses Atómicos, M. Editorial Kier, Buenos Aires, Argentina.