Hay seres en el Universo, que marcan hitos en nuestra historia personal: son los hermanos.
Algunos son hermanos nuestros por reencarnación, y coinciden con nosotros dentro de una familia consanguínea.
Otros lo hacen dentro de otras familias e incluso dentro de otras latitudes confiando que la Ley de Imantación los reunirá con nuevos hermanos. A ellos los solemos llamar amigos.
Sin embargo, la hermandad es una fuerza tan grande que excede los lazos familiares clásicos y las consanguinidades que nunca son garantía de verdaderas hermandades. Se puede ser hermano de sangre y luego darte cuenta que dichos hermanos, con los que naciste y creciste sólo fueron familiares, mas no hermanos.
En cambio, cuando observas a los amigos que tienes, muchas veces terminas dándote cuenta que con algunos de ellos, con los cuales te encontraste en algún momento y con los cuales no viviste tan cercanamente, tienes vínculos que se perpetúan y permanecen superando distancias, tiempos y situaciones y anteniéndose dichos vínculos con intensidad y fuerza por encima de aquellos que tuviste o tienes con tus hermanos de sangre.
Esas ya no son amistades. Son hermandades.
Y aunque se relaciona la hermandad con la amistad íntima y muy cercana, no son lo mismo, pero eso será tema de un artículo próximo.
Por eso, la hermandad no es una declaración kamamanásica. Es una declaración y decisión de encuentro del Espíritu y reencuentro atemporal, intuitivo, inteligente no intelectual, convencido y no protocolar.
Con los hermanos, nos armamos de entusiasmo, de espíritu explorador y amplitud de mente y viajamos con ellos por el mundo de la historia, los orígenes y las tradiciones, y todos, aprovechando vocaciones y experticias de buscadores y cazadores decidimos internarnos con alegría sin euforia, por los vericuetos del quehacer humano.
Y es que eso hacen los hermanos. Vamos más allá del compañerismo, porque si bien un hermano es el que también te acompaña en la búsqueda, el hermano, a diferencia del compañero, permanece contigo en la llegada y alista todo para un siguiente viaje contigo.
Un hermano es el que te ayuda a comprender tus raíces. Un hermano comparte sus raíces con la tuya y con ellas tejen la Historia.
Con los hermanos encontramos complementación, construcción, acompañamiento en el marchar, dación y nutrición constante.
• Con el hermano compartes siempre y todo.
• Con el hermano no discutes: intercambias.
• Con el hermano hay dación, comprensión, aprendizaje mutuo y gratificación permanente que permiten trasmutar el tiempo en trascendencia.
• Con el hermano trasciendes, entendiendo la trascendencia como un punto de encuentro en el cual cruzas en ascenso la vida de alguien y por tanto, también tras-asciende la vida propia.
Y cuando un hermano se marcha trascendiendo al encuentro de otros hermanos nuestros, no importando dónde estén, siempre nos despedimos con un “hasta pronto”. Nunca con un adiós.
E. Ciotola Mosnich