La acción que se hace sin que nadie la haga 4.75/5 (4)

La invitación a “sólo ser” (“no hay que hacer nada”) no es una invitación a la inacción. La acción es inevitable, es intrínseca al mundo manifestado: “El hombre no puede estar inactivo ni por un momento.

Todo está impulsado a la acción irremediablemente por el impulso de los tres gunas [energías básicas de la naturaleza]” (Bhagavad Gita) . No se trata de actuar o no actuar, porque la acción es ineludible; “incluso su inercia obra y tiene sus efectos en el  movimiento cósmico”. De lo que se trata -éste es el sentido de la invitación a “sólo ser”– es de sustituir la acción condicionada, excéntrica y dual, que tiene su motor y su meta fuera de sí misma –la acción del yo limitado y separado, que nace del deseo o del temor, de la conciencia de incompletud, atada al tiempo, en la que hay distinción entre el actor, la acción y lo actuado-,  por otro tipo de acción, que trasciende tanto la actividad como su opuesto: el reposo, y que, por su diferencia esencial con respecto a lo que se entiende ordinariamente por “acción”, merece en Oriente el calificativo de “no-acción”.

 

Esta “no-acción” es:

 

(1)  Una acción no excéntrica, porque su motor y meta le son internos. No está movida ni motivada por nada distinto de ella misma ni se orienta a fines o resultados distintos de la acción en sí. Es “sin porqué”:

[No debe actuar] -afirma Nisargadatta- ni para usted ni para los demás, sino por la propia acción. Una cosa que vale la pena contiene su propio propósito y significado. No convierta nada en un medio para lograr otra cosa. No limite. Dios no crea una cosa para servir a otra. Cada una es hecha para sí misma. Habiendo sido hecha para sí misma no interfiere. Usted está usando cosas y personas para propósitos extraños a ellos mismos y está causando estragos en el mundo y en usted mismo .

O, en palabras de Eckhart:

(…) el fondo de Dios es mi fondo, y mi fondo el de Dios (…). Desde este fondo más entrañable has de obrar todas tus obras sin porqué alguno. De cierto te digo: mientras hagas tus obras por el reino de los cielos o por Dios o por tu eterna bienaventuranza, [es decir], desde fuera, realmente andarás mal. Porque no basta con hacer las obras de la virtud (…) sino que se debe aspirar a obtener la virtud en su esencia y fondo (…) Y si uno la tiene, esto se puede conocer por el siguiente hecho: (…) hace las obras sin preparación de la voluntad (…) y sin ningún porqué.

 

(2)  Es una acción no-dual, porque no es acción de un “yo” (no hay distinción entre la acción, el yo que actúa y lo actuado). Es una acción que no lleva el sello de la personalidad.

 Actúa -insta la Bhagavad Gita- sin pretender ser el “hacedor”:

 “En este mundo temporal todas las acciones suceden por intervención de los tres gunas. Mas el hombre, engañado por la ilusión del ‘yo’ piensa: ‘yo soy el hacedor’ ”.

Sin pretender ser el hacedor, o en otras palabras, sin voluntad propia:

pues donde yo no quiero nada para mí, Dios [la Voluntad Universal] quiere en mi lugar” (Eckhart).

(3) Esta acción es denominada en la tradición Vedanta: “acción desinteresada” (Bhagavad Gita); la realización de la vocación propia -de la acción que compete a cada cual en función de sus circunstancias y de su naturaleza individual- sin móviles individuales y sin apego a los resultados: “Realiza tus acciones con pureza, libre de la esclavitud del deseo”. “Un hombre tal, que ha renunciado al fruto de sus acciones, está siempre libre de toda dependencia y aunque interviene en la acción, él no actúa.”

 

 Para el Advaita, la acción por sí sola no libera; pero la “no-acción”, la acción que ya no es medio sino fin en sí y adquiere por ello la cualidad del conocimiento, conduce ineludiblemente a la liberación; de hecho, esta es la única acción posible para el liberado.

 

Hay que hacer notar, de cara a evitar malentendidos, que esta acción desinteresada o pura está lejos de ser una acción ciega: que lo decisivo no sean los móviles individuales no significa desatender las condiciones objetivas de la acción de cara a facilitar su relativa eficacia. De hecho, la objetividad y ecuanimidad, la libertad interior del que abandona toda subordinación a resultados particulares, garantiza la capacidad de atención global a las condiciones requeridas por una determinada situación; y por ello, la respuesta activa adecuada brotará sin distorsión ni obstáculo y será máximamente eficaz.

Este no-actuar en medio de la acción que propone la Gita, es cercano a lo que el pensamiento extremo-oriental ha denominado wu-wei (no-acción):

“El Tao no actúa y nada deja de hacer” (Lao Tse).

La denominación “no-acción” alude, al igual que en el contexto índico, a que el origen de esta acción y su término es -en virtud de que nace del desinterés personal y del desapego- la quietud del Ser. El sabio mueve sin ser movido, sin perder su imperturbabilidad, sin quedar atado a sus acciones. Permanece en el centro inmutable donde nace todo el movimiento; como el agujero vacío en torno al cual gira la rueda sin ser arrastrado por el giro de la periferia; como la mano inmóvil que sostiene el péndulo sin participar de su movimiento. Y porque nada busca obtener, se hace uno con el corazón de las cosas y nada se le resiste.

En palabras del Maestro Eckhart:

“El hombre exterior puede actuar y, sin embargo, el hombre interior se mantiene completamente libre de ello e inmóvil”. Aludiendo a la imagen de la puerta que se abre y se cierra dirá: “comparo la hoja externa de la puerta al hombre exterior y el gozne al hombre interior”.

 Mónica Caballé

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