Es fundamental ser conscientes de que todos encarnamos una filosofía de vida, conocer su origen, desvelar cuáles son nuestras concepciones básicas sobre la realidad: no solo las ideas que sostenemos en un nivel teórico, sino, sobre todo, las ideas que encarnamos, las que explican por qué vivimos como vivimos; examinar no solo nuestra conciencia superficial, sino las creencias, miedos, deseos y ambiciones latentes que muy a menudo ignoramos y que moldean nuestra acción. Cuántos adultos experimentan en la mitad de la vida la desconcertante sensación de que, a pesar de haber hecho lo «correcto» según los parámetros de su círculo o sociedad, y de haber logrado cierto éxito en ese empeño, lejos de alcanzar la satisfacción esperada, sienten descontento, vacío y falta de sentido. ¿Por qué? Porque no han vivido realmente su vida: no han seguido un camino propio desde la escucha de su voz interior. Para la mirada profunda, este malestar existencial, que a menudo se considera indeseable o incluso una señal de enfermedad mental, es realmente un signo de salud espiritual: nuestra guía interna no está entumecida, sino viva y despierta y, a través de ese malestar, nos llama a una vida auténtica.
LIBRO: El coraje de Ser…Mónica Cavallé