Platón introduce una disyuntiva mayúscula: Dado que una tal separación del Alma del cuerpo sólo se produce tras la muerte biológica, una de dos; “o es de todo punto imposible adquirir la sabiduría, o sólo es posible cuando hayamos muerto, pues es entonces cuando el alma se queda sola en sí misma” liberada de la cárcel del cuerpo-mente (Fedón 66 a).
Sin embargo, Platón apunta una tercera opción que denomina el método de purificación del pensamiento (Fedón 67 c) y que expresamente declara retomar de lo que cierta “tradición viene diciendo desde antiguo” y que consiste en “separar el alma lo más posible del cuerpo y el acostumbrarla a concentrarse y a recogerse en sí misma, retirándose de todas las partes del cuerpo, y viviendo tanto en el presente como después sola en sí misma, desligada del cuerpo como de una atadura” (Fedón 67 c). En otro momento insiste en que “es muy posible que quienes nos instituyeron los misterios no hayan sido hombres mediocres, sino que estuvieron en lo cierto al decir desde antiguo, de un modo enigmático” que la purificación mediante la iniciación era un bien para el hombre (Fedón 69 c).
Esta tercera opción es lo que Platón, por boca de Sócrates, califica de muerte en vida o muerte filosófica. Dado que los filósofos aspiran a la sabiduría y ésta solo se alcanza totalmente desligando el alma del cuerpo, toda separación momentánea y parcial que se alcance en esta vida por la purificación del pensamiento equivale a un anticipo del más allá. De ahí se deduce que filosofar es una preparación para la muerte.
Macrobio, en su Comentario al sueño de Escipión confirma que “Platón conoció dos muertes del hombre… el hombre muere cuando el alma deja el cuerpo, disuelto por la ley natural. Pero también se dice que muere cuando el alma, todavía adherida al cuerpo, desprecia, instruida por la filosofía, las atracciones corpóreas y se despoja de las dulces insidias de los deseos y de todas las demás pasiones. Ésta es la muerte que, según Platón, debían buscar los sabios” [I, 13, 5-6]. En efecto, indica Sócrates que “los filósofos se ejercitan para morir”, entendiendo por ello no algo que es “motivo de espanto” (Fedón 67 e ), sino de profunda dicha y gozo porque consiste en una experiencia anticipada de la vida que nos aguarda en el Más Allá.
En otro momento, Platón precisa una de las características de tal muerte filosófica. Ejercitarse en la filosofía supone prepararse para la muerte de la individualidad, porque la contemplación, como fin de la filosofía, es esencialmente una visión que trasciende la individualidad y se sitúa en la perspectiva de la universalidad y la objetividad. Consiste en el anonadamiento del sujeto como entidad separada del mundo y en continua lucha por acumular y apropiarse de objetos. Cuando la relación de dualidad sujeto-objeto queda trascendida, acontece otra forma de conocimiento que desborda las fronteras ordinarias. Es el conocimiento inmediato o contemplativo.
La contemplación, en efecto, implica el paso desde una visión dominada por la individualidad a una visión regida por la universalidad del pensamiento puro. Por tanto, la vida basada en las emociones y pensamientos individuales es una forma imperfecta e incluso mezquina de existencia si se compara con la vida contemplativa porque “es lo más opuesto a un alma que haya de suspirar siempre por la totalidad y la universalidad de lo divino y de lo humano… Y aquel espíritu al que corresponde la contemplación sublime de la totalidad del tiempo y de la realidad. ¿Piensas que puede creer que la vida humana es gran cosa?” (República 486 a).
Volvamos a la pregunta inicial; ¿cómo desembarazarnos del cuerpo? Platón contesta inequívocamente que mediante la purificación del pensamiento. Tal purificación consiste en “la moderación, la valentía, la justicia… no dejarse excitar por los deseos, sino mostrarse indiferente y mesurado ante ellos” (Fedón 68 c) pues, al igual que tras la muerte biológica se produce una separación del cuerpo durante el viaje póstumo del alma «al borde del río de la Indiferencia (Ameles), cuyas aguas ningún recipiente retiene» (La República X, 521 a), la muerte filosófica tiene lugar conforme se produce el desapego o indiferencia a los objetos sensibles. Ahora bien, esa purificación del pensamiento también requiere de una práctica meditativa muy concreta por la que el pensamiento queda concentrado en sí mismo, unificado o desprendido de toda distracción. Este estado es momentáneamente inducido por el poder del Intelecto durante aquellas prácticas meditativas que tienen por objetivo la desconexión de los sentidos como paso previo a la experiencia de la Unidad; “Así pues, la realidad que realmente es sin color, sin figuras, intangible; aquella que sólo puede ser contemplada por el piloto del alma: el intelecto; …posee ante los ojos un saber que no es aquel al que está vinculado el devenir, que tampoco es aquel que se diversifica con la diversidad de los objetos a los que el saber se aplica y a los cuales, en nuestra presente existencia, damos el nombre de seres, sino el saber que se aplica a lo que es realmente una realidad” (Fedro 247 d-e).
Por tanto, la purificación del pensamiento, según Sócrates y Platón, implica; 1º un proceso de moderación o desapego terrenal que facilite la resignación de los sentidos a fin de que pueda “el alma retirarse de éstos y no usar de ellos”. Y 2º, un método de concentración del pensamiento en sí mismo por el que el alma“debe recogerse y concentrarse en sí misma, sin confiar en nada más que en sí sola, en lo que ella en sí y de por sí capte con el pensamiento como realidad en sí y de por sí” (Fedón 83 a). De esta manera, la meditación es más pura en la medida en que “se fuera a cada cosa tan sólo con el mero pensamiento, sin servirse de la vista en el reflexionar y sin arrastrar ningún otro sentido en su meditación, sino que empleando el mero pensamiento en sí mismo, en toda su pureza, intentara dar caza a cada una de las realidades, sola, en sí misma y en toda su pureza, tras haberse liberado, en todo lo posible, de los ojos, de los oídos y, por así decirlo, de todo el cuerpo, convencido de que éste perturba el alma y no la permite entrar en posesión de la verdad y de la sabiduría”(Fedón 66 a).
Se trata, en definitiva, de «Separar el alma lo más posible del cuerpo y acostumbrarla a concentrarse y a recogerse en sí misma, retirándose de todas las partes del cuerpo» (Fedón 67 c). He aquí, por tanto, sintetizado, el método de purificación del pensamiento que culmina en la contemplación;
- desligar el alma de las ataduras del cuerpo.
- retirar la atención del alma de todas las partes del cuerpo.
- concentrarse y recogerse en sí misma.
Porfirio resumía aun más la tradición platónica contemplativa cuando la dividía en dos ejercicios (meletai): alejar el pensamiento de todo lo mortal y sensible, y por otra parte entregarse a la meditación del Intelecto (De abstinencia 1. 30).
¿En que consiste pensarse a sí mismo?
Cuando Platón y los miembros de su Academia se refieren a las facultades y operaciones del Intelecto como piloto del Alma, no se están refiriendo únicamente a la actividad reflexiva, racional o pensante. Desde el punto de vista de la contemplación del Ser, se están refiriendo, en última instancia, a una facultad que es superior a todas y que trasciende el pensamiento individual. Proclo denominaba a esta facultad superior al Entendimiento, la flor del ser, gracias a la cual se podía alcanzar el éxtasis y el conocimiento del Uno por experiencia directa. Es esa facultad la que permite un conocimiento directo de la Realidad porque trasciende o desborda la aparente consistencia o individualidad de los objetos. El sujeto comprende, abarca y conoce todo en todo o, si se quiere expresarlo en términos místicos, Nada en Nada, porque no hay sujeto que conozca objeto alguno dado que el sujeto es el objeto, es decir, el sujeto es el Todo-Nada. Por eso, el método platónico no permite pensar en objetos durante la auténtica contemplación porque el Uno, el Ser, ni es accesible mediante esta forma de pensamiento ni por ninguno de los sentidos.
Historia de la meditación No dual…J Alvarado