Hay un amor pleno, incondicional, y siempre disponible, el amor que somos en nuestro mismo centro.
El amor del Ser interior
El amor es la única razón por la que vivimos y el único propósito de la vida. Vivimos por el amor y vivimos buscando el amor. Por amor, un actor actúa y por amor el escritor escribe. Por amor, una persona sensual se deleita en los placeres del cuerpo y por amor, el que medita se vuelve hacia adentro y se aísla del mundo.
Todo lo que hacemos en la vida lo hacemos con la esperanza de experimentar amor.
Decimos: “si no lo encuentro hoy, quizá lo encuentre mañana. Si no lo encuentro en esta persona, quizá lo encuentre en aquella”. El amor es esencial para todos nosotros.
No es de sorprender que continuemos en busca del amor porque todos hemos nacido del amor. Salimos del amor. No somos sino vibraciones de amor. El amor nos sostiene y, al final en él nos fundimos. En el principio sólo estaba el vacío. Luego, el amor de Dios empezó a latir y todo cobró existencia. Cuando dos esposos expresan su amor, ese amor toma vida en la forma de un niño. Así también, según los grandes autores de las escrituras, al desbordarse el océano de amor de Shiva y Sahkti (el supremo Absoluto y su fuerza creadora), ese amor tomo la forma de este mundo y de todas las criaturas en él contenidas. Por consiguiente, el mundo es una expansión de Dios y, al igual que Él, rebosa amor. Este mundo no es más que una escuela de amor; las relaciones que nos unen a nuestro esposo o a nuestra esposa, a nuestros hijos y a nuestros padres, a nuestras amistades y parientes son la universidad en la que hemos de aprender lo que realmente son el amor y la devoción.
“He cobrado vida” Swami Muktananda.
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