¿Qué es un HAIKU?

El haiku (俳句 jaiku) es un poema corto en el que se emplea un lenguaje sensorial para capturar un sentimiento o una imagen. Este tipo de poema suele estar inspirado en elementos de la naturaleza, un momento de belleza u otra experiencia conmovedora. La poesía haiku se desarrolló originalmente gracias a los poetas japoneses, pero prácticamente todos los idiomas modernos, incluido el nuestro, adoptaron (y adaptaron) su composición.

 

El secreto para escribir un gran haiku es ser observador y valorar la naturaleza, como lo detallaremos más adelante.

Condensa una experiencia conmovedora. Tradicionalmente el haiku se enfoca en los detalles del entorno que se relacionan con la condición humana. Piensa en un haiku como en un cierto estilo de meditación que comunica una imagen o un sentimiento objetivo sin emplear juicios ni análisis subjetivos. Cuando veas o notes algo que te dan ganas de decirles a los demás “Miren eso”, la experiencia podría ser adecuada para un haiku.

  • Tradicionalmente, los poetas japoneses usaban el haiku para capturar y condensar una imagen natural fugaz, como una rana saltando a un estanque, la lluvia cayendo sobre las hojas o una flor doblándose con el viento. Muchas personas salen a caminar solo para encontrar inspiración nueva para su poesía, lo que en Japón se conoce como caminatas “ginkgo”.
  • El haiku contemporáneo puede desviarse de la naturaleza como tema. Los entornos urbanos, las emociones, las relaciones y hasta los temas de humor pueden ser temas para un haiku.

 

Incluye una referencia estacional. Una referencia a la estación o al cambio de las estaciones, que en japonés se conoce como kigo, es un elemento esencial del haiku. La referencia podría ser obvia, como cuando se usa una palabra como “primavera” u “otoño” para indicar la estación, o podría ser más sutil. Por ejemplo, mencionar la glicina, que florece durante el verano, puede actuar como una referencia menos obvia.

 

Crea un cambio de tema. Para seguir con la idea de que el haiku debe contener dos ideas yuxtapuestas, cambia la perspectiva del tema elegido para que tu poema tenga dos partes. Por ejemplo, te podrías concentrar en el detalle de una hormiga que sube a un tronco, luego yuxtaponer esa imagen con una visión expansiva de todo el bosque o de la temporada en la que vive la hormiga actualmente. La yuxtaposición le da al poema un significado metafórico más profundo del que tendría si fuese una descripción en un solo plano.

Para ir entrando en este camino conviene dejarse guiar por el timón de los sentidos y minimizar la intervención de la razón. Dejar que la realidad cante su pregón.

El sol, como un símbolo de lo sagrado, ilumina el mundo y sus rayos se filtran en todas las cosas. Nuestros sentidos se encienden ante el milagro de la vida: el crepúsculo por el camino solitario, el brillo de la luna en el rocío, las flores del ciruelo en la cabaña. Cada ser expresa su esencia de forma natural, como dice este haiku de Santoka:

Así, tal cual,
como hierbas que son,
los brotes se abren.
(trad. Vicente Haya)

Desde este sentido, el haiku se convierte en un canto de gratitud ante el regalo de la naturaleza que se desnuda para mostrarnos su esplendor. Como gesto de cortesía, nos corresponde desnudar nuestro ego, orear nuestra vanidad y despertar de nuestro sueño habitual.

La brisa del amanecer tiene cosas que contarte.
No te vuelvas a dormir.
Rumi

La palabra belleza es de origen sánscrito. Bet-El-Za quiere decir: “el lugar donde Dios brilla” (Leonardo Boff), o lo que es lo mismo, el espacio donde lo sagrado reluce. La realidad se manifiesta y se despliega en un abanico de matices, “todas las cosas nos hacen guiños para que las sintamos” (Rilke). Cuando decimos “todas las cosas” queremos ampliar el significado de la palabra belleza: tanto el ocaso, la luna o la nieve como el retrete, la alcantarilla o la verruga.

“En la Naturaleza hay algo que nos espera desde siempre. En el fondo de las cosas hay algo que busca nuestro encuentro. Y el haiku nos invita a ese encuentro.” Vicente Haya

La realidad nos abraza por todos lados, lo sagrado llama a nuestra puerta con los cabellos cubiertos de rocío. Sólo necesitamos aquietarnos y contemplar. “Eso nos da un momento de quietud de la mente, y es cuando nace un haiku.”(Teiko Inahata).
Si no lo hacemos, ya pueden saltar mil ranas chapoteando en los viejos estanques del mundo, que nos pasará desapercibido el juego de la vida. Si falta esa actitud de sosiego, las cosas suceden pero no hay resonancia, no hay “pellizco”, como se dice en el flamenco.
Estamos tan acostumbrados a ver las cosas que nuestra mirada está teñida de cataratas de rutina. Tenemos ojos pero no vemos. Como dice Fernando Rodríguez-Izquierdo: “las realidades cotidianas y -por suerte- normales, cobran realce para la sensibilidad del haijin, que se vale de lo ordinario para enaltecer lo extraordinario.”

Quiero terminar con un haiku reciente que me ha emocionado por su profundidad y nivel de sugerencia. Es del libro de Isabel Pose “En los bolsillos huesos de melocotón”:

Al final del camino
no hay nada.
La luna que alumbra.

Para la mayoría de nosotros, de forma consciente o no, la vida es un viaje de búsqueda de lo sagrado, a través de distintos caminos: el amor, el trabajo, la pasión, las aficiones o las adicciones. Pero siempre encontramos la huella de la insatisfacción y el vacío. “Al final del camino no hay nada”: no hay nada que buscar al final porque el camino es el tesoro que buscamos. El camino es la meta, dicen los sabios.
Al final descubrimos que la luna nos alumbra durante todo el trayecto. La luna, como símbolo de la Consciencia, siempre está disponible para acogernos en su seno de luz.

Artículo publicado en la gaceta de haiku “Hojas en la Acera” num. 30, de junio de 2016.

 

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