Había un hombre santo llamado Akáshaja que permanecía en constante meditación y deseaba en su corazón el bienestar de todos los seres. Había vivido ya muchos años cuando la muerte decidió visitarlo. Al aproximarse a aquel hombre, la muerte tuvo que enfrentarse a un deslumbrante resplandor que lo envolvía por entero y la impedía acercarse a él. Incapaz de superar dicho resplandor, la muerte no podía tocar al santo. Sorprendida por tan insólito acontecimiento, la muerte acudió ante Yama que preside el destino de los mortales, y le preguntó:
Por favor Señor, explícame por que no he podido tocar a ese hombre. Yama le contestó:
De hecho, muerte, tu no matas realmente a nadie. La muerte sólo se produce por el propio karma. Lo que debes hacer es descubrir cuál es el karma que puede llevar a ese hombre a la muerte.
Por mucho que lo intentó, la muerte no pudo descubrir el karma de aquel hombre santo, como nadie puede descubrir dónde se halla el hijo de una mujer estéril. Muy confundida, volvió a contárselo a Yama, que le respondió:
Este santo Akáshaja ha nacido realmente del ákásha y no posee ningún karma, es decir, no hace nada deliberado o voluntario, pues lo que hace no lo siente como una acción propia. Es puro como el ákásha, de modo que no incurre en acciones que te permitan acosarlo y destruirlo. Es un hombre no nacido, como los hijos de una mujer estéril. Tampoco posee karma procedente de otras vidas anteriores y por tanto carece de mente y no realiza ninguna acción mental que lo ponga a tu alcance. Sólo es una masa de conciencia. Parece vivo a los ojos humanos, pero carece por completo de la idea de actuar. Cuando la conciencia se refleja en la conciencia, esta reflexión, que es la buddhi, asume una apariencia independiente como mente individual ojiva. Pero esta asunción es falsa y no tiene una existencia real. Akáshaja conoce perfectamente esta verdad y por eso no puedes tocarlo.
Como la humedad en la naturaleza del agua y la vacuidad en la del espacio, este hombre se encuentra ya en Brahmán. No tiene motivo alguno para manifestarse y no necesita imaginarse creado, pues se sabe autocreado.
El que mantiene la idea errónea de ser un cuerpo, está sujeto a la materia y la muerte puede apoderarse fácilmente de él. Pero el que no alimenta una idea de este tipo y carece por tanto de cuerpo físico, no está sujeto a tu poder.
Este santo no ha nacido jamás, y lo sabe. Es pura conciencia no sujeta al cambio. En el principio de los tiempos, en el ser infinito aparece una vibración producida por la ignorancia latente. Esta vibración se manifiesta en múltiples seres como un sueño cósmico increado. Nuestro santo permanece como conciencia pura más allá de este sueño.
Libro: Yoga Vasshistha