Cuando reconoces que tu verdadera naturaleza es Unidad –una sencilla presencia-, ¿qué necesidad tienes de entenderla? La presencia es lo que existe. Todo es tal y como es: los personajes que aparecen, las historias que se montan, los terremotos y las tragedias, las grandes alegrías y absolutamente todo lo demás. Ésa es la representación teatral, dentro de la cual, cuando se produce la identificación con el personaje, un montón de cosas pueden parecer importantes pero, en realidad, nada lo es. Sólo son importantes desde el punto de vista del guión de esa representación.
Nathan Gill
Para entender algo, tiene que haber por lo menos dos cosas: el que entiende y lo entendido. Pero si reconoces que tu verdadera naturaleza es unidad, no puede haber dualidad. ¿Quién entendería qué cosa?
La sencillez de la presencia no admite interpretaciones. “Esto es todo”, dice sin palabras.
La interpretación (o la necesidad de entender) surge de rechazar la presencia. ¿Para qué habría de querer alguien rechazar la presencia? Sencillamente, para creerse alguien separado de la presencia. De esta manera, se sentiría como una entidad autónoma, independiente, con absoluto control sobre “su” vida.
Por supuesto, se trata de un producto de la imaginación. Así como Alonso Quijano imaginó ser Don Quijote de la Mancha, esta persona imagina ser alguien que está separado del presente.
Tú eres la presencia, todo es tal y como es. Cuando hablas de que quieres entender, estás escondiendo lo que realmente quieres. Tú, lo que quieres es controlar la vida. Y para controlarla deberías ser algo diferente de ella, algo separado de la vida, del presente.
Pero eso es un esfuerzo vano.
Si te identificas con el controlador, todo parece importante. Las historias que se entrecruzan, los terremotos y las tragedias, el placer y el dolor, las enfermedades, los problemas, las mudanzas y las transformaciones. ¿Cómo harías para controlar todo esto?
Por eso, el personaje controlador vive en estado de conflicto permanente.
Pero si pruebas de no desesperarte por controlar, puedes comprobar algo que hasta parece extraño: todo es tal como es. Esto es todo. Sólo existe el presente y tú eres el presente.
Para el personaje controlador, lo que está sucediendo ahora mismo es importantísimo, pero sólo por su afán de controlarlo. Cuando no te identificas con ningún personaje, ni siquiera con el que llamas “yo”, las cosas simplemente suceden como si estuvieran aconteciendo en el escenario de un teatro al que conocemos como la vida.
No obstante, la perspectiva de no entender se hace difícil de aceptar, aun cuando no quieras controlar nada. “Tengo que entender las cosas, hablar con la gente, relacionarme, hacer negocios o lo que sea. Hay que vivir la vida cotidiana”. Esto es lo que diría cualquiera. Y es así. Las cosas son como son y es necesario vivirlas así, tal como son.
Puedes entender y manejar los aspectos circunstanciales de la existencia, tus relaciones y tu trabajo. Pero entender la vida es tratar de reducirla a un objeto manejable, es como si el corazón quisiera controlar al latido que le está dando vida.
La vida es unidad y, por lo tanto, tú no tienes una vida. Eres vida.
Vivir la vida como un misterio es el gran desafío del ser humano. Por costumbre social y por herencia cultural, nos adaptamos a vivir en medio de rutinas que nos instalan tranquilamente en lo conocido. A medida que se hacen más fuertes, esas rutinas se vuelven cadenas que nos instalan en el mundo de lo conocido.
La vida sigue siendo el gran misterio. En nuestro afán por entender, desechamos lo desconocido. Y así andamos de viaje por un país llamado “Lo que No se Puede Conocer”, creyendo que algunas pequeñas rutinas que idolatramos son lo único que cuenta.
Furia del Lago