Se dice a menudo que solo la Consciencia es; que todo lo que existe es Consciencia, que todo lo que percibimos es una apariencia en y de la Consciencia, y que la Consciencia está soñando miles de millones de sueños surgiendo simultáneamente, cada uno un reflejo de todos los demás, como las joyas en la Red de Indra. Toda esta manifestación, todo el universo, TODO lo perceptible y concebible no es otra cosa que Consciencia.
Si escuchamos todo esto en el nivel de la mente pensante y conceptualizadora, entonces lo registramos como una idea filosófica que creemos o no creemos, una visión de la realidad que defendemos o estamos en contra. Pero, ¿hay alguna otra manera de oír estas palabras indicadoras, otra forma de escuchar, indagar y explorar lo que se dice? ¿Es posible sentir todo esto de una manera más profunda, a un nivel que sea más sutil que las palabras o los pensamientos―usando las palabras como invitaciones, pero sin apegarse a las palabras―ir a donde señalan, disolverse en esa vivacidad sin forma que es más intima?
Podemos escuchar de algunas enseñanzas que la Realidad Última es anterior incluso a la Consciencia, que la Consciencia es una especie de fiebre que surge de la Realidad Suprema, del mismo modo que el drama de una película aparece en la pantalla vacía. La pantalla vacía se puede llamar Consciencia Pura, Conciencia Primordial, el Ser Verdadero, el Sujeto Último, la Realidad Última, la Totalidad, el vacío, Dios, o simplemente Aquí/Ahora. Es la fuente sin dimensiones y sin objeto desde la cual, y dentro de la cual, las películas de la vida despierta y soñadora surgen y desaparecen. Es eso que es idéntico en cada experiencia diferente y cada película diferente.
Repito, si escuchamos esto al nivel de la mente pensante-conceptualizadora, nos quedamos especulando acerca de si una “cosa” tal como “Conciencia Primordial” o “El Verdadero Yo” o “Realidad Última” realmente existe. Suena como una teoría metafísica―tal vez verdadera, tal vez falsa―algo para creer o no creer. Pero tal vez lo que estas palabras señalan no es una “cosa” que existe en la forma en que existe una mesa o una silla. Quizás no podamos verificar a qué se refieren esas palabras pensando o empleando la razón y la lógica. Tal vez “Realidad última” o “Conciencia Primordial” son bonitos nombres para lo que está más cerca que nuestra respiración, más inmediato que el pensamiento y más sutil que cualquier cosa perceptible o concebible. Si estamos tratando de “obtenerlo”, nunca lo haremos, es anterior a cualquier “cosa” (cualquier comprensión, cualquier experiencia, cualquier estado de consciencia) que podamos captar.
Algunas personas tienden a mirar el universo y todo lo que aparece como una especie de energía o proceso subatómico, una unidad fluida vacía de cualquier forma sustancial o persistente, y la consciencia como un aspecto de ese vacío o ausencia de cosa (no-thing-ness). Algunos dirían que la consciencia es la división de la unicidad sin forma en aparente multiplicidad y forma, muy parecido al drama febril que aparece en la pantalla de cine y parece colorear, dividir y reemplazar la pantalla con una multitud de personajes y situaciones.
Algunos piensan que la Consciencia es la que observa el mundo, mientras que otros dicen que la Consciencia realmente está creando el mundo. En las palabras del gran sabio advaita Nisargadatta Maharaj: “La propia consciencia es el pintor más grande. El mundo entero es un cuadro”. O como lo expresó el maestro zen Dogen, “Ni el mundo del dharma ni el espacio vacío son otra cosa que la pintura de un cuadro”. Recuerdo haber escuchado o leído a Surya Das, el maestro de Dzogchen norteamericano, diciendo que el objetivo de todas esas prácticas de visualización que se hacen en el budismo tibetano es para darse cuenta al final que estás visualizando todo.
Todo lo que sabemos con certeza, más allá de toda duda, es nuestra propia experiencia inmediata y directa. Y cuando digo “nuestra propia experiencia”, quiero decir la asídad o talidad desnuda, inmediata, tal-como-es, de la experiencia del momento presente―y no cualquier interpretación, conceptualización o descripción después del hecho.
No podemos dudar de estar aquí, estar presentes y ser conscientes, y no podemos dudar de esta experiencia presente, tal como es. Nuestros descubrimientos científicos y nuestras percepciones y realizaciones espirituales acontecen todos en esta asombrosa presencia (o Consciencia o Mente) que es lo que Aquí/Ahora ES. No podemos experimentar nada fuera de esta presencia consciente. Podemos pensar o imaginar que algo que experimentamos existe fuera de la consciencia, pero nunca podemos verificarlo porque cualquier verificación (o duda) es algo que acontece en la consciencia. Y nada puede aparecer sin que la consciencia esté aquí, del mismo modo que una película no puede aparecer sin una pantalla.
Podemos ver fácilmente que el contenido de la experiencia siempre está cambiando, y que las interpretaciones de la experiencia están todas sujetas a dudas y cuestionamientos, incluidas todas nuestras conclusiones científicas y todas nuestras creencias espirituales e ideas metafísicas. Podemos ver que no todos los científicos están de acuerdo sobre qué es todo o cómo funciona, y que con el tiempo, muchas teorías se prueban erróneas. Del mismo modo, no todas las personas espirituales parecen tener las mismas realizaciones o experiencias o las mismas ideas sobre cómo funciona todo y lo que es. Y nunca podemos saber cómo es realmente la experiencia de otra persona. Todo lo que sabemos con certeza es nuestra experiencia directa Aquí/Ahora.
No hay dos personas que perciban o conceptualicen de una manera completamente idéntica. Entonces cada individuo está viendo una película completamente única de la vida de vigilia, un mundo único.
Esto es realmente bastante obvio, aunque tenemos una creencia profundamente condicionada (y sentida) de que estamos observando un “mundo exterior” objetivo que existe independientemente de nuestra visión de él, y tenemos una profunda convicción de que estamos viendo esa realidad externa correctamente, tal como es en realidad, y por lo tanto, cuando otros parecen verla de manera muy diferente, a menudo es profundamente perturbador. Nuestro sentido de certeza se ve amenazado―el mismísimo terreno bajo nuestros pies―y con frecuencia sentimos que nuestra propia supervivencia está en juego mientras luchamos por “nuestra visión” de cómo es la vida “realmente”.
Ciertamente, si hay algo realmente “ahí afuera” independientemente de la consciencia, no es el mundo que vemos frente a nosotros. Esta apariencia cambiante que vemos, escuchamos y sentimos es un tipo de realidad virtual creada por los órganos sensoriales, la química, el sistema nervioso y el cerebro. Lo que percibimos y cómo lo percibimos está condicionado por nuestra biología―no hay dos personas que perciban un mundo idéntico―y un ser humano, un perro y una hormiga perciben mundos muy diferentes.
Y encima de la percepción pura, está la conceptualización―las formas en que pensamos sobre el mundo, las formas en que lo clasificamos y etiquetamos, las formas en que dibujamos las líneas divisorias, el significado que le damos a lo que aparece, cómo interpretamos nuestras percepciones. Estas conceptualizaciones se vuelven tan profundamente condicionadas, tan habituales, tan omnipresentes, tan socialmente reforzadas, que fácilmente perdemos de vista el hecho de que estamos conceptualizando. En muchos sentidos, nuestras conceptualizaciones moldean nuestras percepciones. Confundimos el mapa con el territorio sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo.
El pensamiento y el lenguaje siempre están dividiendo, etiquetando y categorizando lo que sea que esté Aquí/Ahora, y luego trata de descubrir las relaciones entre todas las partes separadas que el pensamiento acaba de crear: ¿qué viene primero, nos preguntamos, el huevo o la gallina? ¿El huevo causa la gallina, o la gallina causa el huevo? ¿Es la materia una apariencia en y de la Consciencia, o es la consciencia una propiedad emergente de la materia? ¿El árbol que cae produce un sonido si no hay nadie allí para escucharlo? ¿Es un feto o un embrión un ser humano? ¿Es un cigoto un ser humano? ¿Es el esperma o un óvulo un ser humano? ¿Qué tal una célula madre? ¿El agente [yo] central imaginario tiene libre albedrío o no? Estos son los tipos de problemas imaginarios que el pensamiento evoca. Y luego nos enfrascamos en guerras sobre nuestras diferentes formas de dibujar las líneas imaginarias.
¿Podemos ver que los límites son imaginarios, que no existe un lugar real donde un organismo comience o termine, que no hay un huevo sin gallina y una gallina sin huevo? ¿Podemos ver que la forma está vacía de cualquier forma inherente o persistente y que el vacío está aquí mismo como forma aparente?
Incluso si aceptamos que toda esta apariencia es una realidad virtual creada por los órganos sensoriales, la química, el sistema nervioso y el cerebro, ¿dónde exactamente está sucediendo esto? Si abrimos el cerebro, no encontraremos esta escena presente (la habitación en la que estamos, los muebles, las otras personas). Entonces, ¿dónde exactamente ESTÁ esta apariencia presente? ¿Cuál es la verdadera sustancia del Aquí/Ahora?
En realidad, nunca abandonamos el Aquí/Ahora, pero el espejismo de la separación, el yo, el tiempo y la distancia que crea el pensamiento dualista con frecuencia parece eclipsar y oscurecer la unicidad y el vacío sin límites del Aquí/Ahora.
Los pensamientos y las películas mentales ocupan nuestra atención de la misma manera que la película en el cine aparentemente eclipsa la pantalla vacía y capta nuestra atención. De hecho, siempre estamos viendo la pantalla en cada escena de la película, pero nuestra atención está hipnotizada por el contenido y el drama de la película. Nos quedamos completamente atrapados en ese drama, identificados con ciertos personajes, hipnotizados por la trama y por nuestras respuestas emocionales. Nos reímos y lloramos y gritamos a medida que estos dramas se desarrollan.
Perdemos de vista el hecho de que nunca nos vamos del Aquí/Ahora, que en realidad no hemos ido a ninguna parte. Y así como el fuego en la película nunca quema la pantalla, los dramas en nuestras vidas no pueden dañar la conciencia o la Realidad Suprema (nuestra Verdadera Naturaleza), incluso si todo el sistema solar explota.
Y, por supuesto, a diferencia de una pantalla de cine, el Aquí/Ahora (la Conciencia Primordial, la Realidad Última) es adimensional, intemporal, ilimitada y sin ningún principio ni fin, no es un objeto en el tiempo y el espacio que pueda percibirse y distinguirse de otros objetos. El Aquí/Ahora es la más íntima inmediatez, viveza, presencia (present-ness), sin fundamento―la unicidad todo inclusiva de la cual nada queda fuera y el vacío (o no-cosidad) de todo.
Prácticas como la meditación y la auto-indagación pueden ayudarnos a darnos cuenta de la naturaleza ficticia de la película, y pueden ayudar a revelar que el personaje principal (“yo”) es una especie de espejismo que aparece intermitentemente en la pantalla. Sentados en silencio, sin todas nuestras distracciones y ocupaciones habituales, podemos darnos cuenta de que en realidad no somos una entidad encapsulada dentro de un cuerpo, que no estamos limitados a ser un organismo cuerpo-mente o un personaje en una película dramática, que todo eso es un tipo de apariencia que va y viene, y que en realidad somos el contexto en el que toda apariencia y todo espectáculo sucede.
Somos la presencia consciente en la que aparece todo el universo (incluida la sensación de separación). Aquí/Ahora es otro nombre para el verdadero “yo” al que todos nos referimos. Y si miramos y escuchamos abiertamente, podemos ver y experimentar directamente que no hay ninguna línea divisoria entre la conciencia y el contenido (o entre el sujeto y el objeto, el vacío y la forma, dentro y fuera, uno mismo y el otro, el saber y el ser). De hecho, somos todo el espectáculo, todo y nada, todo un acontecimiento completo e indiviso.
Al despertar de nuestro trance en nuestras propias películas mentales, es muy útil recordar que “Consciencia” y “conciencia” y “energía” y “el universo” y “mente” y “materia” son todos conceptos de palabras abstractos. Señalan a algo que no es un concepto o una idea, pero la palabra “agua” no es agua. La realidad misma es indivisa e inconcebible. Nunca podemos comprenderla con ninguno de estos conceptos, ni podemos evitarla, sin importar cuán perdidos y separados parezcamos estar en la película.
Entonces, ¿podemos despertarnos cada vez más de la facilidad con la que confundimos conceptos con la realidad y luego nos perdemos en argumentos sobre qué mapa es el correcto? El territorio (la realidad viva) es lo que somos, es lo que es. Sin palabras, sin conceptos, sin referirse a la memoria ni a la imaginación, la confusión se evapora y simplemente hay el graznido de los cuervos y el zumbido del tráfico y la fragancia de la rosa y el rojo del camión de bomberos y esta presencia consciente contemplándolo todo―un acontecimiento sin fisuras, disolviéndose segundo a segundo, nunca de la misma manera dos veces y, sin embargo, siempre Aquí/Ahora.
Por supuesto, no estoy sugiriendo que el pensamiento y la conceptualización deban ser desterrados, o que nunca debemos pensar en el pasado o el futuro, o que no podemos o no debemos disfrutar de las películas. Todos esos acontecimientos son parte de esta realidad viva. Nada necesita ser desterrado. Pero cuando reconocemos el pensamiento como lo que es, ya no estamos hipnotizados ni sujetos a él. Cuando vemos lo poco confiable y cambiable que es la memoria, ya no le damos la misma credibilidad absoluta. Cuando reconocemos que el mundo que vemos es, literalmente, nuestra propia creación y nuestro propio yo, ya no lo tratamos como una “cosa” objetiva que está “ahí fuera” aparte de nosotros. Cuando reconocemos que siempre estamos Aquí/Ahora, no vivimos toda nuestra vida perdidos en una fantasía de ensueño sobre un futuro que nunca llega.
Por supuesto, aún podemos aprender de la historia, hacer planes inteligentes, actuar en el mundo, disfrutar de las historias y pensar de manera creativa y funcional. Nada de eso tiene que ser un problema. Pero podemos comenzar a discernir la diferencia entre el pensamiento creativo o funcional y el pensamiento obsesivo o adictivo, y entre las historias que nos iluminan y animan, y las historias que solo generan sufrimiento. Podemos comenzar a notar y diferenciar cuando estamos soñando despiertos de una manera inofensiva o incluso creativa de cuando pasamos la mayor parte de nuestro tiempo perdidos en fantasías sobre un futuro que nunca llega como una forma de evitar lo que realmente es. Estos son los tipos de discernimientos que la meditación inteligente revelará. Y no hay una meta final en esto―es un descubrimiento cada vez más sutil y siempre nuevo. Y para algunas personas, puede suceder sin haber meditado nunca de alguna manera formal o tradicional. Pero de una forma u otra, tales descubrimientos dependen del poder de la conciencia.
Y aquí estoy usando la palabra conciencia para referirme a la luz de la atención. Estoy apuntando a la escucha abierta, la presencia clara, el conocimiento directo, la presencia despierta. Usamos palabras como conciencia [awareness] y consciencia [consciousness] de diferentes maneras, por lo que siempre es útil comprender cómo se usa una palabra en un momento determinado. En otro momento, tal vez antes en este mismo texto, pude haber usado la palabra conciencia de una manera algo diferente, como el Sujeto Último (la pantalla omnipresente del Aquí/Ahora). Entonces, de nuevo, las palabras siempre son solo punteros. Lo que es verdad es la realidad viva del Aquí/Ahora. El mapa es solo una abstracción congelada de esta realidad viva fluida. Cartografiar y abstraer son parte de la realidad viva, pero las representaciones abstractas que se crean no son lo mismo que lo que están re-presentando.
Los mapas son útiles, pero cuando los confundimos con la realidad misma, sufrimos. Así es como nos confundimos, una y otra vez. Confundimos los conceptos mentales con la realidad. Entramos en una discusión sobre las palabras en lugar de simplemente VER lo que se está señalando.
Entonces, según mi experiencia, volver, ahora y ahora, a la simplicidad e inmediatez de este-aquí-ahora es una tarea inestimable: respirar, oír, ver, sentir, ser consciente―sólo esto, tal como es, antes de que el pensamiento empiece a etiquetar y dividir y tratar de descubrir qué parte es la causa de qué otra parte. El etiquetar y conceptualizar seguirán sucediendo, eso es parte de cómo funcionamos, no podemos eliminar estas funciones y no queremos (entonces nos volveríamos locos), pero lo que importa es ver los pensamientos, los conceptos y las etiquetas como lo que son (abstracciones y mapas) y no dejarnos seducir por nuestros pensamientos para perseguir espejismos, luchar con fantasmas, creer en los polvos mágicos de las hadas o tragar (o dispensar) Kool-Aid [2] espiritual u opio espiritual. Y cuando nos damos cuenta de que hemos sido seducidos o engañados de esta manera (y todos lo somos de vez en cuando), ¿podemos simplemente ver eso y despertar y volver a nuestra experiencia directa actual y consciente del Aquí/Ahora, sin caer inmediatamente en una nueva historia de “cómo metí la pata o cómo la fastidié” o “qué perdedor sin remedio soy”? Y en lugar de tomar algo como una creencia, ¿podemos mirar, escuchar y ver por nosotros mismos?
La religión y la espiritualidad (incluidas las versiones no-duales) tratan sobre la liberación de alguna forma (iluminación, despertar, realización, libertad de la esclavitud, salvación, cualquier palabra-concepto que usemos). La vía directa siempre indica que la libertad ya está aquí. El Despertar, la Unicidad, la Realidad Última ya está plenamente presente. Y lo que lo hace tan complicado es que creemos que no puede ser cierto en realidad, así que buscamos algo que creemos que falta (una comprensión, una experiencia, lo que sea) y, por lo tanto, aparentemente pasamos por alto lo que es más obvio y siempre está aquí.
Además de eso, tendemos a conceptualizar, cosificar y apegarnos a algo que creemos que nos da seguridad (ya sea que se llame Dios o Conciencia Primordial o Naturaleza de Buda o el Sí mismo). Pero, en mi experiencia, la verdad más profunda es soltar todos estos hermosos conceptos-palabras, usándolos como un mapa o un letrero que nos señala la experiencia directa, y luego deshacernos de los mapas y estar aquí ahora sin saber qué es esto.
¿Puedes sentir la libertad en eso? Tal vez en este momento, aunque solo sea por un instante, podamos soltar todas estas palabras que acaban de desplegarse en la Consciencia y simplemente estar aquí en este momento sin comprender nada.
Y si la mente pregunta: “¿Cuál es el sentido de eso?” O “¿Qué hará eso por mí?” o “¿Cuánto durará eso?” o “¿Cómo puedo saberlo con certeza?” ¿Pueden esos pensamientos ser vistos simplemente como pensamientos condicionados, secreciones del cerebro, que pasan? ¿Podemos sentir la alegría de estar aquí sin un propósito, sin buscar un resultado, sin ir a ninguna parte, sin necesidad de ser (o no ser) nada, sin tener absolutamente nada que comprender?