Cuando el individuo interpreta la realidad que experimenta se encuentra necesariamente con dos mundos: el de los objetos materiales que los cinco sentidos advierten asociado al mundo externo y aquel que se advierte como mundo interior y que se detecta idealmente gracias a las funciones propias de la mente. La experiencia del mundo interior la definiremos como “dentro”; la del mundo exterior la llamaremos “fuera”.
Estos dos mundos, el interno y el externo, están conformados por innumerables e infinitos eventos. La suma de los objetos ideales y los reales -denominados “reales” en filosofía, pues dependen de sí mismos y no del observador- conforman el universo de nuestra percepción. Para el Vedanta la frontera de ambos mundos es la actividad sensorial, los cinco sentidos físicos. Así entonces, cuando alguno de los cinco sentidos está conectado somos testigos del mundo externo, es decir, nos encontramos “fuera”; igualmente, cuando los cinco sentidos están momentáneamente desconectados nos situamos en el mundo interior, “dentro”.
“Dentro” y “fuera” son los mundos que tenemos en nuestras manos para conocer y en los que podemos actuar. Relacionarnos con el mundo externo, estando “fuera”, nos permite actuar en él y caminar, comer y ponernos en contacto con el mundo material de nuestro entorno. Asimismo, situarnos en el mundo interno, “dentro”, nos permite actuar mentalmente, es decir, pensar y usar cualquiera de todas las funciones mentales disponibles.
Pasamos alternativamente de dentro hacia fuera. En ocasiones de manera muy veloz; otras, se plantean intermitencias mayores, como ocurre mientras dormimos. En vigilia solemos siempre situarnos momentáneamente en el mundo externo, pensarlo y saltar a otro objeto también externo o interno. Siempre saltamos alternativa y secuencialmente de un objeto a otro de los mundos interno o externo, jamás simultáneamente entre cualquiera de los dos mundos que se nos ofrece experimentar.
“FUERA”
Cuando su atención se proyecta a los objetos del mundo externo, usted se encuentra “fuera”. Para estar fuera es necesario trasladarse de la zona física del propio observador y dirigirse al objeto externo. Imagínese que, mientras camina, un pequeño y muy valioso objeto que tenía en las manos cae al suelo; inmediatamente su atención se proyecta a la superficie del suelo donde asume ha caído el objeto. Su atención no se queda en los ojos ni en sus cuencas; tampoco la atención, mientras busca afanosamente, se deposita en su cabeza o en cualquier parte interior de su cuerpo. La atención se proyecta fuera e intenta permanecer allí.
Para situarse fuera, la atención debe depositarse en el objeto externo que produce la información que deseamos conocer; si el objeto tiene forma y color, entonces debemos catapultar la atención con el sentido que advierta esas características visuales. En caso de que el objeto sea un sonido, la atención no puede quedarse en el oído sino desplazarse al lugar donde nace la vibración; si el objeto es olfativo, no debe colocar la atención en la nariz sino en la zona donde el olor aparece; si la información externa a detectar es parte del gusto, la atención deberá estar localizada en el sabor que se produce en la boca, pero no debe asociarse a la lengua, dientes o paladar. En el caso del tacto es mucho más fácil; el tacto no requiere desplazamiento de la atención, pues irnos a la piel no requiere un movimiento de la atención hacia ninguna zona física más allá del mismo cuerpo. Los sentidos más difíciles de situar fuera son la vista y oído; el más fácil, el tacto.
También ayuda a situarnos fuera experimentar los objetos externos con novedad, con asombro. Note cómo la experiencia de conocer un nuevo lugar dota de una inusual proyección de su atención sobre los nuevos contenidos. La idea es permanecer siempre fuera en todo momento y lugar mientras los sentidos estén activos. La sorpresa nos lleva a proyectarnos en los objetos que nos sorprenden y permite que la atención salte de la frontera sensoria y se pose en los objetos externos.
Situar la atención fuera lleva a que los objetos predominen sobre el sujeto, a tal punto que perseverar sobre la experiencia externa lleva necesariamente a inhibir la presencia egoica mientras se realiza la acción. El gran secreto de la práctica meditativa externa radica en que el “yo” no se advierte como parte integrante de la cognición mientras la atención se deposite permanentemente y con intensidad fuera.
Pruebe a observar cualquier objeto medianamente lejano a usted. Intente detallar con la vista los múltiples matices de su forma y color. Sostenga la vista en cada minucia del objeto detallado lo suficiente para no perder característica alguna de él. Pruebe a hacerlo el mayor tiempo posible. Con el transcurrir de un par de minutos, con la atención catapultada al objeto y permaneciendo afuera, experimentará por instantes la propia ausencia de sí mismo, la ausencia del “yo” mientras se realiza la acción de observar a través de los ojos. Estar fuera con la atención desbordada en el objeto de sensación promueve la ausencia de sentido de distanciamiento físico entre el perceptor y lo percibido. Cuando logre atender al objeto visual con tal intensidad que pueda fracturar la sensación física de la distancia entre él y usted, apreciará que no existe sentido de observador. El sujeto desaparecerá como ente activo en el proceso cognitivo. La ausencia de “yo” en la cognición es definida por el Vedanta como el primer estado de presente de los tres posibles. A este primer nivel de presencialidad que despliega un nuevo estado de cognición se le denomina Observación externa, o pratiahara.
Esta circunstancia de ausencia de “yo” es una experiencia más frecuente de lo que usted imagina. Ocurre espontáneamente mientras lee un interesante libro, mientras está absorto realizando deporte, mientras trabaja concentrado en su oficina o cuando conduce el automóvil. Son cientos las acciones que realiza sin presencia egoica. Todas ellas son parte del estado de conciencia denominado Observación externa, cuya mayor característica es la ausencia momentánea del sentido del “yo” en la cognición mientras se realiza la acción. Existen, además de la Observación, dos estados de conciencia adicionales que, gracias a la permanencia en el presente, afloran de manera espontánea: la Concentración y la Meditación, ambos con característica No-dual.
La meditación en la acción o karma yoga, tiene que ver exclusivamente con la percepción del mundo desde afuera, cuando la atención se proyecta a los objetos de sensación. El karma yoga se convierte en el mecanismo correcto que lleva a realizar la actividad en el mundo, cualquiera que esta sea.
“DENTRO”
A su vez, cuando su atención se proyecta a los objetos internos, a los pensamientos, usted se encuentra “dentro”. Para estar dentro es necesario trasladarse a la zona del propio observador, y para lograrlo necesariamente los cinco sentidos deben desconectarse. El mundo interior emerge con la inmensa actividad que en él reside cuando se advierte la desconexión sensoria. Mientras los sentidos estén conectados se está fuera; cuando se desconectan y la atención se deposita en lo interior entonces nos situamos inmediatamente dentro.
Intente colocar su cuerpo en una posición cómoda que le permita estar alrededor de unos quince minutos sin que aparezcan molestias físicas. Dirija la atención a la espera de pensamientos. Inicialmente, y debido al hábito de experimentar sensoriamente el mundo externo, irá de dentro a fuera intermitentemente. Pasará de pensamientos y emociones a los molestos ruidos externos o al juego de luces y sombras que se traslucen a través de los párpados. Cíclicamente pasará de un sentido externo a otro. A medida que pasan los minutos, las sensaciones externas momentáneamente desaparecerán, y ante la pérdida del mundo externo los pensamientos que hacen parte del mundo interno empezarán a aparecer más intensos. Vagará de fuera hacia dentro y viceversa sin control alguno. Sin embargo, si logra adoptar la actitud correcta interior y posa su atención sin esfuerzo en el mundo interior a la espera de la aparición de pensamientos, podrá notar una cierta distancia y un tipo de aquietamiento mental especial. Dicho aquietamiento es el resultado de posar la atención preeminentemente en saber que observa y no en sumergirse e identificarse con los pensamientos que nacen en su interior.
Cuando la atención en el mundo interior se posa en quien observa, mientras los sentidos momentáneamente se desconectan, entonces nos encontramos dentro. “Dentro” implica la aparición de nuestro mundo interior. Imagínese que intenta recordar algo muy importante que se le ha olvidado; para enfatizar el recuerdo cierra los ojos e intenta ir a su interior. La búsqueda del objeto no recordado le hace mantener una momentánea absorción en sí mismo. Dicha absorción impide que aparezcan pensamientos o emociones intrascendentes. Intente mantener la espera para que el objeto olvidado salga a la conciencia; mantenga su atención en sí mismo. Si logra hacerlo sin que la atención se deslice a los sentidos, y de allí a los objetos externos notará que, mientras la atención está en la propia espera interior, no existe pensamiento alguno que emerja a la esfera consciente.
La ausencia de pensamientos lleva a la apreciación interior de un inmenso vacío, de un vacío de pensamientos. Si logra permanecer sin esfuerzo alguno en esta actitud interior, notará que rápidamente el mundo externo tiende a desaparecer y que el vacío interior cobra una intensidad excepcional. Ser experimentador continuo de la propia ausencia de pensamientos fue denominado por la tradición oriental como Observación interna o pratiahara.
Estar “dentro” con la atención desbordada en la espera de pensamientos, promueve la ausencia de objetos mentales y por lo tanto la prevalencia como observador, es decir, existe cada vez una mayor distancia entre el observador y los potenciales objetos mentales existentes del mundo interior.
En caso de lograr permanecer en estado de Observación interior, aparecerán por sí mismos dos nuevos estados de conciencia: la Concentración y la Meditación interiores. Dichos estados de conciencia corresponden a los tres niveles de presente con los cuales es posible conocer también el mundo interior. Mientras que la Observación es aún dual, la Concentración y la Meditación son no-duales.
Resumiendo:
La frontera que diferencia “dentro” de “fuera” son los cinco sentidos físicos. Mientras los sentidos participen como parte activa de la cognición, siempre estaremos fuera. Estar fuera en el presente implica la disolución momentánea del sentido de apropiación de la experiencia, es decir, la momentánea ausencia del “yo”. A su vez, mientras los sentidos se desconecten y no sean parte integrante de la cognición, estaremos dentro. Allí, dentro, los objetos mentales tienden a desaparecer, y nace un nuevo ente de atestiguación que no requiere de dichos objetos mentales para existir.
Observamos que es la ATENCIÓN la mano activa de la CONCIENCIA. Donde está la atención esta la conciencia.
Libro. El sendero del Dharma – Sesha