El ABISMO de un silencio ABSOLUTO 5/5 (1)

Para llegar a ese conocimiento hay que huir de la actividad exterior como del pensamiento interior hasta un lugar de la propia interioridad vacía y libre de toda representación.

A ese lugar nocturno y vibrante hay que reconducir toda nuestra capacidad de conocer y sentir.

Dice Eckhart:

Si nuestra mente anda viendo y conociendo las cosas, se debilita para el conocimiento de la profundidad; que si nuestra capacidad de conmoción se dispersa por las realidades del mundo o, incluso, por las realidades de nuestro propio interior, se desgasta y se embrutece la finura perceptiva que se requiere para reconocer el suave murmullo de la palabra secreta que se dice en nuestras profundidades.

 

Hay que reservar toda la capacidad de reconocimiento y de conmoción de que disponemos, recogiéndola y unificándola, para oír la palabra secreta.

Para comprender esa palabra secreta que es como un nacimiento eterno, hay que descender hasta el fondo, en la parte más profunda del alma donde nunca penetró ni siquiera el rayo de una imagen, ni miró en ella ninguna de las potencias del alma.

Cuando la mente y el sentir se repliegan y se unifican, cuando callan por com­pleto, el silencio abre un abismo en mi propio interior en el que no hay ni objetos de conocimiento ni sujeto que conozca.

Esa es la experiencia del abismo porque es la experiencia de un conocer y sentir sin el suelo de un sujeto que conozca y sienta y sin el techo de algo defini­ble que sea conocido y sentido.

Eckhart enseña que ese fondo que el abismo del silencio abre en mi interior, es mi esencia, la raíz, la fuente de mi ser.

Ahí es donde Dios me toca con su simple esencia. La entraña de su ser toca la entraña de mi ser, sin que haya ninguna imagen como intermediaria.

Cuando el silencio es completo, y ya no hay imagen alguna que interprete, no puede existir un yo, porque el yo es una representación que me hago de mi ser como núcleo autónomo de necesidades, pensamientos, sentires y acciones; tampoco existe un Dios. Eckhart le llama, utilizando expresiones de Pseudo­dionisio el Areopagita, Dios desconocido supradivino.

 

En la oscura quietud donde no hay ni sujetos ni objetos, algo se abre, aparece, algo que es como un resplandor, como una revelación, como una palabra secreta, un mensaje, un cuchicheo, un nacimiento eterno.

Esa noticia es más que cualquier saber pero es lógico que le llame un no-­conocimiento.

  • ¿Cómo se le podría llamar conocimiento, cuando no hay un sujeto que conoce ni un objeto que pueda señalarse como conocido?
  • ¿Cómo llamar conocimiento a lo que no puede ser ni diseñado ni dicho?

Y sin embargo, si conocer es tener noticia y sentir, y es más conocer cuanto más clara y cierta sea esa noticia, este no-conocimiento es el mayor de los cono­cimientos porque la noticia es inmediata y total.

Su esencia se dice en la entraña de mi esencia; su fuente se une a mi fuente; la raíz de su existir toca inmediatamente, sin nada interpuesto, a la raíz de mi existir.

¿Qué noticia puede generar más saber que ése?

¿Qué sentir va a ser más completo, claro y directo que ése en el que su fuego se funde con mi fuego?

En el caso de este no-conocimiento el saber viene del contacto inmediato, no de la representación correcta; y no hay mayor proximidad de contacto inmediato que el que se produce cuando su esencia toca mi esencia.

La certeza de este no-conocer, que es un conocer sin imagen, silencioso, es máxima, absoluta; por eso dice, citando a Pablo: estoy seguro de que ni la muerte, ni ningún tormento puede separarme de lo que encuentro en mi Se ha excluido para siempre hasta la menor posibilidad de duda.

Cuando en la oscuridad de la noche del silencio se oye la palabra secreta, algo entra en el alma a la manera de los ladrones y se propone desvalijarla y robarle todo.

Cuando esa noticia del Ser se produce es como un cataclismo: no deja ninguna otra realidad en pie.

Desde el contacto sin mediación ninguna de los dos abismos que se funden en uno, las construcciones del sujeto y el sujeto mismo son sólo como las burbujas en el mar.

Ante la experiencia del conocer, del sentir y de la certeza de ese conocer que es como un nacimiento eterno, cualquier otro conocer, sentir y certeza es como el instante de un sueño que desaparece sin rastro cuando uno se despierta.1

1 Los textos en cursiva son del maestro Eckhart en la obra citada (Del nacimiento etemo).

Extracto del libro: Por los caminos del silencio (Mariá Corbí)

 

 

Por favor puntúa este artículo