Ten claro quién es el Sujeto y quién o qué es el objeto. En el umbral del despertar, al filo de la aniquilación del falso yo, el ego buscará salvarse en virtud de este sutil extravío al que nos referimos. Dirá: «Desde luego, entiendo y acepto que no soy un yo individual, y que lo que soy en verdad es Conciencia, Todo Lo Que Es; Yo soy Eso; Yo soy Dios». No hace falta ir muy lejos para hallar instructores que han recorrido esa senda, convencidos de que han alcanzado el despertar, la «Conciencia de Dios».
«Yo soy Eso»: hay un sentido en el que esta afirmación es verdad, y alguien en quien haya sucedido de veras la Comprensión puede decirla con total impunidad (aunque en tal caso no habrá ni la necesidad ni el interés de decirla). Desaparece en ese momento toda identificación como hacedor separado, como entidad separada, como pequeño yo, como «yo» egóico. Pero hasta ese entonces puede producirse aquí un cortocircuito, especialmente si uno es un avezado conocedor intelectual de la enseñanza. Hazte un favor y no caigas en la trampa. Te aseguro que en tanto que haya un «yo» que diga «Yo soy Eso», ese «yo» es el ego. Como diría Ramana Maharshi, «¡es el yo equivocado!».
No hay nada de malo en todo esto, no hay ningún problema. Todo es el perfecto despliegue de la totalidad en la Conciencia. Todo lo que hay es Conciencia, todo esto sucede en la Conciencia, de modo que bien podría decirse que es la propia Conciencia quien se identifica como los organismos cuerpo/mente. Ni siquiera ha de considerarse mala y necesaria de corrección la percepción errónea fundamental, consistente en la usurpación de la subjetividad por parte de los instrumentos-objeto. Identificarse como objeto es, sencillamente, algo que está sucediendo en la Conciencia, dando lugar a lo que denominamos sueño. Cuando sucede el despertar del sueño en el caso de un objeto cuerpo/mente, se produce la cesación o el desprendimiento de esa identificación como pseudo objeto, y eso también es, sencillamente, lo que está sucediendo en la Conciencia.
Cuando ocurre la Comprensión y se produce ese desprendimiento de la identificación, finaliza también toda distinción entre sujeto y objeto. Se ve entonces que no guardan relación, que no hay un «Yo y Tú», porque son lo mismo. «Yo», en calidad de pseudo objeto separado, nunca ha existido; y «Tú» no es Otro: es quien «yo» es ya y siempre.
Los instructores del advaita emplean a veces la imagen de un chófer. Debido a que el chófer tiene acceso a un lindo coche y a que puede conducirlo a cualquier lugar, puede llamarse a engaño y creer que el coche es suyo (arrogándose así la subjetividad). Con la Comprensión no hay chófer, sino solo un propietario/conductor que es muy consciente de la diferencia de funciones que hay entre poseer un coche y manejarlo.
Todo el problema podría resumirse como sigue: el objeto humano ha mordido más de lo que puede mascar, ha asumido más de lo que es capaz de cargar. Armado de la mínima cantidad de Conciencia que fluye a su través como para apenas alcanzar la suficiente inteligencia susceptible de posibilitar una función que denomina pensamiento, el ser humano cree que su «yo» es un ser separado, independiente y autónomo en sí mismo, que posee la responsabilidad de su propia libertad y que goza de capacidad de elección en sus decisiones y acciones.
Pero ya ves, no es así. El así denominado ser humano es solamente un objeto en la Conciencia, por mucho que crea ser una entidad consciente independiente, por mucho que intente (sin ser consciente de ello) usurpar el rol de Sujeto.
Perfecta y brillante quietud…David Carse