A menudo puedo leer las cartas más exquisitas de apertura y profunda realización. Son cartas que te han inspirado y que me han inspirado a mí, pero, en definitiva, estas cartas no significan nada. No representan nada cuando hasta el escritor de las cartas más profundas acaba cayendo en la tentación de los fenómenos. Reflejan la verdad, la despliegan, pero tu vida, tal como la vives ahora, es el reflejo de lo que realmente quieres. Si lo que realmente deseas es la verdad, entonces vivirás rendido a ella, y no al despliegue fenoménico.
Tanto si se trata del fenómeno del poder personal, de la excitación sexual o del poder espiritual, todo ello son trampas de la mente. Cuando los fenómenos que han sido dejados de lado se presentan de otra manera, por otra puerta, prometiendo más gloria, más belleza, más emociones, el patrón habitual es volver a caer en el trance de los placeres pensando: ¡Oh!, sí. He estado esperando esto eternamente. Ya volveré después a la verdad. ¿No das la verdad por hecha cuando haces esto?
Si te rindes a la Verdad que ningún fenómeno puede tocar, eres libre. Entonces tu vida es un faro de libertad. Esta no tiene nada o n e ver con la comodidad o la incomodidad, con lo que te gusta o te disgusta, con la excitación o el aburrimiento. Es verdadera libertad. La verdad de tu ser es ella, y los fenómenos que se despliegan no son sino simples máscaras, vestimentas, nubes que pasan, momentos químicos/eléctricos.
La resolución no es algo casual. No es trivial. Es la posibilidad más extraordinaria, más rara, y más inusual de una vida. Al abrazar y rendirte a esta excepcional oportunidad, cuentas con el apoyo de todos los seres despiertos, en todos los reinos, a lo largo del tiempo, y después de él. Aún así, depende totalmente de ti. Recibes su apoyo, te animan, te activan, te seducen, pero todo sigue dependiendo de ti.
La verdadera rendición es el acto más despiadado de la vida. Es estar dispuesto a morir a toda esperanza de placer, a todos los deleites. Y después mira a ver qué recibes. No puedes rendirte a la verdad para conseguir más dicha. Has intentado hacer ese negocio y lo que has conseguido es más sufrimiento. Incluso el placer extremo viene acompañado de más padecimiento.
Debes esperar los despliegues más profundos, más vastos, más emocionantes de la tentación fenoménica. Debes aguardar que surja aquello que has ansiado en los rincones más ocultos de tu mente. Tanto si es una realización de poder personal, como la aparición de la anhelada pareja del alma, como de conseguir riquezas, o reconocimiento personal: cualquier cosa que te esté esperando se presentará.
La resolución no es un asunto trivial y lo que la hace complicada es el intento de aferrarse a cierta idea de gratificación personal.
Paradójicamente, esto en sí es el infierno. Cuando estás dispuesto a afrontar plenamente cualquier tentación, sea horrible o exquisita, y a morir a todas las fantasías de gratificación personal, descubres que tú eres la gratificación misma.
Esta es la invitación de Rarnana y de Papaji. Puedes esperar que se te empuje, que tiren de ti, que te den la vuelta, que te ataquen por detrás y por el costado, que te ofrezcan dulces y flores, que te aporreen. A esto se le llama Lila, el divino teatro de la conciencia. Lila juega muy duro. Si estás rendido a la verdad, entonces el juego sólo introducirá tu mente todavía más en ella. Si, de hecho, estás rendido a alguna experiencia fenoménica, tu mente saldrá de la experiencia de que tú eres la gratificación misma y volverá a buscar “más”, o algo “diferente”, o “mejor”: los nombres de las puertas del infierno.
Gangaji: Libertad y resolución