Entender la pseudoidentidad, EL EGO, el personaje 5/5 (4)

No obstante, para entender con claridad cómo surge la pseudoentidad, o el ego (que se supone que es la causa y el objeto de la aparente esclavitud), es necesario comprender el proceso conceptual de la manifestación. Lo que nosotros somos en términos absolutos, nouménicamente, es subjetividad-absoluta unicidad sin la más mínima objetividad.

La única forma en que esto-que-somos puede manifestarse es a través de un proceso de dualidad, cuyo comienzo es el movimiento de la conciencia, el sentido de “yo soy”.

Este proceso de manifestación-objetivación, el cual estaba del todo ausente hasta este momento, implica una dicotomía entre un sujeto que percibe y un objeto percibido; entre conocedor y conocido.

El noúmeno -la subjetividad pura (SER)- permanece siempre como el único sujeto. Así pues, el supuesto sujeto que conoce y el supuesto objeto conocido son ambos objetos de la conciencia. Este es el factor esencial que debe tenerse en mente. Este proceso sólo puede ocurrir en la conciencia.

Todo objeto imaginable – cualquier tipo de fenómeno- que nuestros sentidos perciben y nuestra mente interpreta es una apariencia en la conciencia. Cada uno de nosotros existe tan sólo como un objeto, una apariencia en la conciencia de alguna otra persona. El conocedor y lo conocido son ambos objetos que aparecen en la conciencia, pero, y éste es el punto importante en lo que concierne a la pseudoentidad, el que conoce el objeto se asume como el sujeto del conocimiento de otros objetos, en un mundo externo a él, y este sujeto cognoscente concibe su pseudoentidad como si constituyera una entidad autónoma, independiente -como un “yo”- con la facultad de actuar de una manera o de otra.

El principio de dualidad, el cual se inicia con el sentido de “yo soy”, y en el que se basa la manifestación fenoménica en su totalidad, es llevado un paso más allá cuando la pseudoentidad, en su papel de pseudosujeto, inicia el proceso de razonamiento al comparar contrapartes interdependientes y opuestas (tales como bueno y malo, puro e impuro, mérito y pecado, presencia y ausencia, grande y pequeño, etcétera) y, después de la comparación, discriminando entre ellos. En esto consiste el proceso de conceptualización.

Además de esta dicotomía de sujeto y objeto, el proceso de manifestación fenoménica depende del concepto básico de espacio y tiempo. En ausencia del concepto de “espacio”, no podría ningún objeto ser aparente en su forma tridimensional; asimismo, en ausencia del concepto afín de “tiempo”, el objeto tridimensional no podría ser percibido -ni ser medido ningún movimiento-sin la duración que es necesaria para que el objeto sea perceptible. El proceso de manifestación fenoménica tiene lugar, por lo tanto, en el espacio-tiempo conceptual, gracias al cual los objetos se vuelven aparentes en la conciencia; son percibidos y conocidos por ésta por medio de un proceso de conceptualización cuya base es una división entre un pseudosujeto que percibe y un objeto percibido. El resultado de la identificación con el elemento que conoce en el proceso de manifestación es la idea de una pseudopersonalidad con posibilidad de elegir de manera independiente para actuar. Y éste es el fundamento último de la “esclavitud” ilusoria.

Ha de comprenderse el proceso de manifestación fenoménica íntegro, no en partes y en fragmentos sino en un destello de apercepción. El Absoluto, el noúmeno, es el aspecto no manifestado, y el fenómeno, el aspecto manifestado de lo que somos. Estos aspectos no son diferentes. Una analogía burda sería la de la sustancia y su sombra, ¡excepto que lo manifestado sería la sombra de lo inmanifestado informe! El noúmeno absoluto es atemporal, ilimitado e imperceptible para los sentidos; los fenómenos están limitados en el tiempo y en su forma y son perceptibles para los sentidos.

El noúmeno es lo que nosotros somos; fenómenos es lo que parecemos ser en tanto objetos separados en la conciencia. La identificación de la unicidad (o el sujeto) que somos con el estado de separación en la dualidad (o el objeto) que parecemos ser, constituye la “esclavitud” y la desidentificación constituye la “liberación”. Empero, tanto la “esclavitud” como la “liberación” son imaginarias, pues no existe tal entidad esclavizada que intenta liberarse; la entidad es tan sólo un concepto que se origina por la identificación de la conciencia con un objeto aparente ¡que no es más que una apariencia en la conciencia!

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