La invalidez de nuestras acciones 3.67/5 (3)

La finalidad  de la existencia  es la emancipación.  El hombre ha “caído” en la esclavitud a causa de la maya, por  la  que  corre  el  riesgo  de  dejarse  constantemente engañar si no se mantiene consciente. El hombre debería tener siempre presente su meta, esto es, la reconquista de su absolutidad y plenitud, la identidad con el Brahman. Para hacerlo, el discípulo  tiene a su disposición  muchos medios-instrumentos y debe necesariamente evocar algunas cualidades imprescindibles para recorrer el sendero advaita, que ciertamente es el más difícil y arduo de realizar, «porque al yo empírico se le quitan gradualmente todos los “apoyos” exteriores»

El hombre que se deja subyugar por los objetos sensoriales, que está atado a los frutos de la acción, que está ocupado en idear proyectos  para satisfacer  las instancias conscientes y subconscientes del yo, si no se detiene y comienza a recorrer con seriedad el camino de la ascesis, se arriesga completamente a caer en la extraversión y a quedar sujeto a los constantes estímulos exteriores. Podría parecer difícil, una vez ha tocado fondo y ha quedado enrollado en una mente discursiva y caótica, salir del barranco, sin embargo, puede ayudarnos saber, tal y como lo atestiguan las palabras del Maestro,  que la identidad  con Brahman es un “evento incontrovertible” y que tarde o temprano todos llegaremos a la meta. Pero hay que tener cuidado con las fáciles ilusiones, pues «la liberación que se consigue en una particular modalidad de vida es fruto de luchas y fatigas pasadas»  y dicho reconocimiento puede servirnos de acicate para tomar conciencia de nuestra actual condición conciencial, de nuestro nivel de aprendizaje, con el fin de ponernos manos a la obra y de llevar la Enseñanza a la práctica.

 

La condición del hombre caído en la manifestación, del ente que ha olvidado su auténtica naturaleza, lleva consigo un sufrimiento tal que el individuo se ve inevitablemente impulsado a una extenuante búsqueda de la felicidad. Se busca  el  placer  a  diversos  niveles:  por  ejemplo,  dentro del campo laboral, a través de la carrera profesional, de la ocupación de un rol adecuado a las propias capacidades y competencias; dentro de la vida afectiva y social, con el deseo de obtener niveles de vida cada vez “mejores” en cualquier ámbito.

Pero estos son factores contingentes que no influyen en la realización de la meta; de hecho, se puede ser muy buen padre/madre, mujer/marido y trabajador, sin tener que apartar la mirada de la finalidad primaria de la existencia, siempre que sea éste el objetivo primario de nuestra Vida.

El aspecto metafísico y el práctico no están en conflicto entre ellos. En efecto, hay que poner en práctica los Principios en la vida diaria, de este modo, el aspecto espiritual (si es verdaderamente  tal) lo engloba todo, funciona como guía y muestra la justa orientación para una vida equilibrada y armónica.

La naturaleza del yo es la de mendigar migajas de un lado y de otro, porque nunca se conforma, nada lo satisface.

 

De aquí puede deducirse por qué hay que frenar y disciplinar el propio mundo interior.

El yo tiene  constantemente  miedo  de los obstáculos que encuentra a lo largo de su camino, prueba diferentes sensaciones, desde la decepción, al placer, pasando por el orgullo. Pero en realidad, los obstáculos encontrados a lo largo del camino no son sino pruebas que, si se reconocen, pueden ser utilizadas para el crecimiento interior, permitiendo el proceso de la ascesis.

Cuando  nos detenemos  y abrimos  los ojos a lo que tenemos delante, al presente, a ese instante infinitesimal, percibimos  la Realidad.  Esta experiencia  puede volver  a vivirse de forma consciente hasta llegar a estabilizarla, deteniéndonos en la posición del observador consciente. Es difícil, aunque no imposible, que esta posición persista de modo espontáneo, sin necesidad de esfuerzo o constancia por parte del discípulo. Y es aquí donde son útiles las técnicas y los medios, siendo del mismo modo importante desarrollar en uno mismo esas cualidades que se le requieren a un buscador de la Verdad.

El punto de arranque para la reflexión, objeto de este artículo, lo ha ofrecido un pasaje de Meister Eckhart, sobre el desprendimiento, que es, precisamente, una de las cualidades que debe poseer un aspirante a la Liberación. No dejaremos de subrayar la importancia de las aptitudes o predisposiciones, puesto  que «el éxito  final  depende  esencialmente de las cualificaciones del buscador; el tiempo, el lugar y el empleo de medios auxiliares son aspectos secundarios»:

 

«Debéis saber que no existe en esta vida un hombre tan desprendido que no pueda aún renunciar a sí mismo. Pocos consideran esto, comportándose consecuentemente.   Existe  una  justa  recompensa y un justo intercambio, por lo que, en la medida en que abandonas todas las cosas, en la misma medida –ni más ni menos– Dios penetra en ti con todo lo que tiene, del mismo modo en que tú has dejado lo que es tuyo en todas las cosas. Es en esto donde encontrarás la auténtica paz, no en otro lugar.

No deberíamos pensar tanto en lo que se hace, sino  en lo que  se es: si fuéramos  tan buenos  como nuestra manera de ser, nuestras obras resplandecerían luminosas.  Si  tú eres  justo,  tus  obras  también  serán justas. No pienses que la santidad se fundamenta en las obras, sino en la santidad del ser, ya que no son las obras las que nos santifican, sino que somos nosotros los que debemos santificar las obras. Por más que las obras sean santas, no nos santifican en cuanto obras, sino que, en la medida en que somos santos y poseemos el ser, en esta misma medida nosotros santificamos las obras –ya se trate de comer, dormir, velar, o lo que sea–. Los que no tienen naturaleza noble, sean cuales sean las obras que cumplan, no valen nada. Nota entonces cuánto celo debemos poner en ser buenos, y no tanto en lo que se hace o en la naturaleza de las obras, sino en su propio fundamento»

También un sutra de la Bhagavadgıtå dice:

«Es sólo la acción la que te concierne, nunca sus frutos; no dependas del fruto del karma, ni te apegues a la no-acción»1.

El auténtico discípulo es aquel que sabe cómo permanecer en el mundo y actúa desprendido de los frutos de la acción.

El sermón de Meister Eckhart ofrece exactamente las mismas  indicaciones  que  el sendero  Advaita:  el ente  ha de desprenderse de todo, porque nada le pertenece, y para descubrir su naturaleza divina ha de renunciar sobre todo a sí mismo.

Fuente: Raphael_ Asram vidya

 

 

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