¿Es el “yo” una entidad sempiterna que aparece en niveles diferentes: manifestado y no manifestado? Esta pregunta se la plantean a menudo a Nisargadatta Maharaj en formas diversas, con distintas palabras, diferentes personas, pero la esencia de la interrogante es siempre la misma.
En ocasiones un visitante audaz puede haber llegado a formular la pregunta justo al principio de una sesión, al mencionar Maharaj, cosa que hace a menudo, que sus oyentes deben siempre tener presente que no está hablando como un individuo a otro, sino como la conciencia a la conciencia con respecto a la naturaleza de ella misma.
Según Maharaj, en el nivel mental el “yo” puede ser considerado bajo tres aspectos:
1) El impersonal, Avyakta (no manifestado), el Yo absoluto, más allá de toda percepción o experiencia sensorial e inconciente de sí mismo.
2) El suprapersonal, Vyakta (manifestado), el cual es el reflejo del Absoluto en la conciencia como “yo soy”
3) El personal, Vyakti, el cual es un complejo de procesos físicos y vitales, el aparato sicosomático en el que la conciencia se manifiesta. (El personaje)
No obstante, Maharaj hace esta observación para recordar reiteradamente que tal distinción es tan sólo teórica y no puede existir en la realidad. En esencia, no hay distinción entre lo manifestado (Vyakta) y lo no manifestado (Avyakta), así como no hay ninguna diferencia esencial entre la luz y la luz de día. El universo está lleno de luz pero esa luz sólo puede ser vista hasta que se refleja sobre una superficie como luz de día; y lo que revela la luz de día es la persona individual (Vyakti). El individuo en la forma de un cuerpo humano es siempre el objeto; la conciencia (en tanto testigo) es el sujeto y su relación de dependencia mutua (la conciencia no puede aparecer sin el aparato de un cuerpo y el cuerpo no puede tener sensibilidad sin la conciencia) es la prueba de su identidad básica con el Absoluto. Ambos son la misma conciencia; una en reposo y la otra en movimiento, cada una conciente de la otra.
El universo entero, explica Maharaj, existe sólo en la conciencia. La conceptualización de este proceso sería como sigue: la conciencia se origina en el Ser puro, por ninguna causa o razón particular que no sea el hecho de que es su naturaleza hacerlo así, al igual que las olas en la superficie del mar. El mundo aparece y desaparece en la conciencia; y cada uno de nosotros tiene derecho a decir: todo lo que existe forma parte de mí, todo lo que existe es mío, antes de todo principio, después de todo fin, estoy ahí para atestiguar todo lo que sucede. “Yo”, “tú “y “él” son sólo apariencias en la conciencia; todo es básicamente Yo.
No es que el mundo no exista. En tanto apariencia en la conciencia, el mundo es la totalidad dé lo conocido en el potencial de lo desconocido. Puede decirse que el mundo aparece, pero no es. La duración de la apariencia, por supuesto, diferirá de acuerdo con las diferentes escalas de tiempo. Aparte del hecho de que el mundo desaparece en el sueño profundo y reaparece en el estado de vigilia, la duración de su aparición suele variar con el periodo del tiempo que dura nuestra vida; unas cuantas horas en el caso de un insecto y eones en el de la trinidad de Brahma, Vishnú y Maheshwara. Finalmente, sin embargo, todo lo que es apariencia en la conciencia debe tener un fin y no puede tener realidad alguna.
La forma en que expone Maharaj este conocimiento sublime es, en verdad, asombrosa por la diversidad de aspectos que presenta, mientras el tema central permanece anclado con firmeza. Dice que la conciencia en sí procede del Absoluto (Avyakta) y permea el yo interno (Vyakta). El yo externo (Vyakti) es la parte de nuestro ser de la que no nos damos cuenta, ya que, si bien podemos ser concientes (pues todo ser sensible tiene conciencia), es posible que no nos percatemos de ello. En otras palabras, el yo externo (Vyakti) está delineado por el cuerpo físico; el yo interno (Vyakta) por la conciencia y sólo puede tenerse contacto con lo Supremo (Avyakta) en la Conciencia Pura.
No puede haber ninguna “experiencia” como tal del Absoluto, por la simple razón de que no puede haber nada objetivo en el Absoluto, que es en esencia subjetividad pura. La conciencia del yo interno es el vehículo de toda experiencia. El Absoluto proporciona la potencialidad de la experiencia; el yo, la factibilidad.
El contacto de la persona individual con la conciencia del Absoluto sólo puede producirse cuando la mente se encuentra en “ayuno”, por así decirlo, pues en ese momento cesa el proceso de conceptualización.
Cuando la mente está en calma, refleja la Realidad; cuando la mente está en reposo absoluto se disuelve y no queda más que la Realidad. Esta es la razón, nos dice Maharaj continuamente, por la que es necesario ser uno con la conciencia. Cuando la mente se deleita, desaparece la Realidad; cuando la mente ayuna, aparece la Realidad.
La conciencia en sí, señala Maharaj de otra manera más, cuando está en contacto con un objeto, una forma física, se vuelve testigo. Si al mismo tiempo se autoidentifica con el objeto, tal estado se convierte en “la persona”.
En la Realidad no hay más que un estado; cuando se corrompe y contamina a causa de la identificación con el “yo”, puede denominarse persona (Vyakti); cuando se tiñe con un sentido de ser, la conciencia resultante se convierte en “el testigo”; cuando permanece en su pureza original, sin contaminación ni matiz alguno, es lo Supremo, el Absoluto.
Es necesario tener clara la diferencia, si bien teórica, entre la conciencia en sí del Absoluto y la conciencia en la que aparece el universo, nos advierte siempre Maharaj. Una es sólo reflejo de la otra. Pero el reflejo del sol en la gota de rocío no es el sol. En ausencia de la objetivación, como en el sueño profundo, no está el universo aparente, pero estamos nosotros. Es así porque lo que somos es lo que el universo aparente es, y viceversa -dual en la presencia, y no dual si está ausente; irreconciliablemente alejados en concepto, inviolablemente unidos en ausencia de toda concepción.