“He trabajado duro y considero que soy en este momento un hombre exitoso. Mentiría si no admitiera que me siento muy satisfecho y, sí, muy orgulloso de lo que he logrado. ¿Hago mal?”
Cierta tarde, un visitante extranjero se dirigió a Sri Nisargadatta con estas palabras. Era un hombre de cuarenta y tantos años, soberbio, seguro de sí y un poco agresivo. La conversación se desarrolló entonces sobre las siguientes líneas:
Maharaj: Antes de que consideremos qué “está bien” y qué “está mal”, dime por favor quién hace esta pregunta.
Visitante (un poco sorprendido): ¿Cómo? “Yo”, desde luego. ¿ Y quién es ése?
Yo. Este “yo”, quien está sentado frente a ti. ¿ Y tú crees que eso eres?
Me ves. Yo me veo. ¿En qué puede haber duda?
¿ Te refieres a este objeto que tengo frente a mí? Retrocede en tu memoria tanto como te sea posible; ¿cuál es el recuerdo más antiguo que guardas de lo que crees ser?
(Después de un par de minutos): … Quizá el primer recuerdo que tengo sea el de verme cuidado y abrazado por mi madre.
Como un niño muy pequeño, quieres decir. ¿ Tú dirías que el hombre triunfador de la actualidad es ese mismo niño desvalido, o alguien distinto?
Sin duda es el mismo.
Bien. Ahora, si vuelves la vista más atrás, estarás de acuerdo en que ese niño, al cual recuerdas, es el mismo al que dio a luz tu madre, el cual alguna vez fue tan desvalido que no se daba cuenta siquiera de lo que sucedía cuando su cuerpo realizaba las funciones físicas naturales, y sólo podía llorar al sentir dolor o hambre.
Sí, yo era ese niño.
Y antes de que ese bebé adquiriera un cuerpo y nacieras, ¿qué eras? No entiendo.
Sí entiendes. Piensa. ¿Qué sucedió en el vientre de tu madre?, ¿qué fue lo que se desarrolló hasta convertirse en un cuerpo con huesos, sangre, médula, músculos, durante un periodo de nueve meses?,
¿no fuiste acaso un espermatozoide combinado con un óvulo en el vientre femenino donde iniciaste una nueva vida, pasando además durante el proceso por numerosas contingencias?
¿Es acaso ese espermatozoide infinitesimalmente pequeño el que se enorgullece ahora de sus logros?
¿Quién te esperaba particularmente a ti?¿ Tu madre, tu padre?, ¿ellos te querían en especial a ti como hijo?
¿ Tiene algo que ver contigo el hecho de haber nacido de estos padres en particular?
Estoy asombrado, en realidad nunca había pensado en ello.
Precisamente. Reflexiona a este respecto. Luego tal vez puedas hacerte una idea de tu verdadera identidad. Medita más tarde sobre si puedes enorgullecerte de lo que has “logrado”.
Creo que empiezo a entender lo que quieres decir.
Si ahondas más en esto, te darás cuenta de que el origen del cuerpo -el espermatozoide y el óvulo- es, en sí, la esencia del alimento que consumieron los padres; que la forma física está compuesta, y se alimenta, de los cinco elementos que constituyen el alimento; te darás cuenta también de que, con mucha frecuencia, el cuerpo de una criatura se convierte en el alimento de otra.
Pero seguramente yo, como tal, debo de ser una cosa distinta de este cuerpo-alimento.
En realidad lo eres, pero no una “cosa”. Indaga qué es lo que da sensibilidad a un ser sensible, aquello sin lo cual no sabrías siquiera de tu existencia, y mucho menos de la del mundo exterior. Y, por último, ve más a fondo aún y analiza si esta cualidad de ser, esta conciencia, no está sujeta al tiempo.
Por supuesto profundizaré en las diversas cuestiones que me has planteado, aunque confieso que nunca antes había explorado estos terrenos y me siento un poco aturdido a causa de mi ignorancia en estos nuevos campos a los que me has abierto. Vendré a verte en otra ocasión, maestro.
Serás siempre bienvenido.
El buscador es lo buscado: Ramesh Balsekar