Preguntas y Respuestas sobre la REALIDAD e ILUSIÓN: Sri NISARGADATTA MAHARAJ -8- 5/5 (2)

Visitante: Nosotros le hemos escuchado, hemos leído el libro de sus conversaciones. Sa­bemos que tenemos en nosotros una semilla que germina. Esta semilla es fertilizada por usted. Cuando uno abandona el cuerpo, esta semilla permanece y crece separadamente, ¿no es así?

M.: Cierto. Finalmente, lo que me ha ocurrido a mí le ocurrirá a usted y a todos aquellos en quienes esta semilla está plantada. Yo le disolveré a usted también. Yo le cuento la historia de mi propia disolución, de mi liquidación, porque es una enseñanza para usted.

Si alguien viene a decirme que conoce a un sabio, un santo, rico en conocimiento y dis­cernimiento, que le ha aconsejado que haga esto o aquello, yo respondo que está muy bien y que, en su caso, es eso lo que hay que hacer. Ese tipo de sabios le dicen: haga esto y se producirá esto y usted devendrá eso.

En mi caso, yo corto completamente de raíz. Lo que cree que usted es, es transitorio. En tanto que individuo, usted no existe. He aquí donde comienzo yo.

¡Sabe usted, su destino le ha jugado una mala pasada al traerle aquí!

V: Pero entonces, ¿de qué le sirve hablarnos?

M.: Primeramente, usted concibió el proyecto de venir aquí con la idea de sacar un bene­ficio. Ahora esta idea ha explotado, ha desaparecido. Después, usted se ha dicho, «esta explo­sión será útil, dará frutos», y esta idea también ha saltado.

V.: ¿Tiene usted alguna idea, si puedo permitirme esta expresión, de la razón por la que tanta gente va en busca de un gurú con «poderes» y tan pocos en busca de un gurú con nada, como usted?

M.: ¡El destino! Solo aquellos cuyo destino es vivir un último nacimiento vienen aquí. Del elemento primordial, la consciencia, la eseidad, surgen características, cualidades, acontecimientos. Surgen sin ser determinados y sin tener consciencia de ello. No hay ningún término para expresarlo mas que destino. ¿Por qué aparece tal tipo más bien que otro? Aparece, fluye sin razón, y este flujo es llamado destino.

V.: Si el destino me ha traído aquí, ¿cuánto tiempo voy a quedarme?

M.: De hecho, usted no está aquí. En este instante, usted no está aquí. Usted habla de venir y de irse únicamente en la medida en que se considera como un cuerpo. Desde que sabe que usted no es este cuerpo, ya no hay ningún más ir aquí o allá.

Primeramente, es menester amar lo que digo, y después estar en disposición de compren­derlo y también de considerar que lo que digo va a realizarse. Si aprecia este conjunto, entonces persista; en caso contrario, váyase.

La combinación de creer haber nacido y creer ser un cuerpo engendra pruebas y sufrimiento. Esta eseidad, este «yo soy» se mantiene mientras el cuerpo subsiste; tan pronto como desapa­rece, «yo soy» desaparece. Es tan evidente, tan simple como esta flor. Cuando esta flor (cuerpo) nace, su perfume (sentido «yo soy») se manifiesta. Éstos son los elementos de los que le hablo, pero lo Absoluto no es eso. Esta evidencia, esta convicción, debe prevalecer.

V.: La flor tiene una esencia, ¿tiene también una consciencia?

M.: Usted sopla el mismo aire en cada instrumento de viento, pero, según sea el instru­mento, el sonido será diferente.

V.: ¿Es posible entonces que en este ramo haya una flor hablando a las otras flores como nosotros aquí?

M.: Sí, sí. Ahí hay un perfume y aquí hay un perfume.

V.: La única diferencia es que nosotros ignoramos si la flor tiene un ego.

M.: Utilicemos el instrumento que tenemos. Mientras el proceso egocéntrico no se haya disuelto, el conocimiento no puede germinar en usted.

En mi caso, se hace una pregunta y yo doy una respuesta. No hay reflexión ni deliberación sobre la manera en que tengo que responder. Usted hace la pregunta y la respuesta se presenta espontáneamente, porque yo soy libre de esa noción cuerpo-mente. Yo sé que usted se aferra a ese cuerpo-mente, y todo lo que puedo decir no es más que una formulación que le está desti­nada.

V.: ¿Cuál es la manera más rápida de perder mi ego?

M.: Abandonar esa prepotencia «yo», esa reclamación de ser el hacedor, esa convicción de ser la causa de aconteceres que se producen espontáneamente. Todas estas reclamaciones de poder, de autoridad, de «soy yo quien lo hace», deben desaparecer.

¿Tengo yo algún modelo de mí mismo que me permita afirmar: «Yo soy así o yo soy asá»? He dicho hace un momento que tener una imagen de sí mismo es ego, que pretender ser el autor de alguna acción es ego. ¿Piensa usted tal vez que soy yo el que hace el bhajan por la mañana o quien hace acciones a lo largo del día? No, eso ocurre, yo no pretendo hacerlo en modo alguno. Yo he perdido mi identidad con el ego.

¿Qué es el nacimiento? La aparición espontánea de la consciencia, del conocimiento «yo soy». Éste es en sí mismo el universo entero, comprendidas las estrellas y las galaxias, el es­pacio infinito. Todo está incluido en la manifestación de este «yo soy». Usted tiene que tener esta convicción. No la empequeñezca. Yo le digo que usted es dios y el conjunto de todo lo que existe. Establecerse en la consciencia, significa «yo soy el Todo». Es menester vivir esta cer­teza.

Si quiere tener confirmación de esto, vaya a sus sueños. En la consciencia del sueño con sueños se forma el universo de sueño. En el sueño profundo no hay sueños. En el sueño pro­fundo, la memoria de ser, el recuerdo de existir no está. En el sueño profundo «yo soy» subsiste en estado latente, pero, repentinamente, el toque de su presencia aparece y el sueño con sueños se despliega en el seno de esta consciencia. Similarmente, la consciencia del que sueña se despierta repentinamente y entonces aparece este mundo, este mundo que es el universo de sueño del estado de vigilia.

Estos dos estados son semejantes. En el estado de sueño con sueños hay inicialmente el toque de esta eseidad, es ella quien forma este universo de sueño que para usted es real. Cuando éste desaparece, usted se encuentra en este mundo de sueño de la vigilia. Usted se dice enton­ces: «¡Oh, si se trataba de un sueño, nada de todo eso era verdadero!» Pero aquí, la idea de que pueda tratarse también de un mundo de sueño no le viene.

¿Con qué materiales construye usted su mundo de sueño? Este toque «yo soy» ha aparecido e, instantáneamente, su aparición ha suscitado el sueño. Usted ha visto ahí montañas viejas con miles de años, sabios y ermitaños centenarios, etc. Este sueño no ha durado más que una frac­ción de segundo y, sin embargo, ha contenido la duración de esas montañas y los cien años de los sabios, ¿cómo puede usted conciliar eso?

En ese sueño usted está en la cima de una montaña y, de repente, en su cama, un insecto le pica y usted se despierta. ¿Dónde han ido las montañas, los sabios, etc.? Ese mundo ha nacido en el seno de su consciencia. Incluso si contiene una gran suma de objetos inmensos o muy antiguos, él se ha abierto solo en el espacio de su consciencia. Se trata pura y simplemente de ilusión y no hay muerte para esos seres soñados, ellos aparecen y desaparecen. Este mundo y el mundo de sueño son ilusorios. ¿Cuánto tiempo conservan su realidad? Solo mientras su cons­ciencia esté ahí; cuando ella desaparece, el mundo desaparece.

Si usted embebe lo que acabo de decir, si ya no puede olvidarlo, ¿cree que es necesario estudiar las upanishads y todas las sagradas escrituras?

V.: Desde mi venida aquí, el año pasado, mi interpretación ha devenido bastante tensa, porque, aunque interpreto de manera habitual, observo mi actividad mental. La mayor parte del tiempo, la actividad mental es automática; pero, cuando la observo, los pensamientos parecen provenir de alguna parte. Simplemente vienen. No puedo decir cómo, pero los veo. Hay siempre un trasfondo delante del cual están los pensamientos. Es como el cine, como una película en la pantalla.

M.: Usted dice «se ha producido un cambio, es diferente», pero eso aparece así únicamente en su mente, se trata solo de modificaciones mentales. Nada cambia en usted porque usted permanece inmutablemente el que observa. El que observó el año pasado y el que observa ahora es en sí mismo idéntico. Los cambios no pueden producirse más que en la consciencia, es decir, en la mente, mientras que el que observa —lo que quiera que eso sea— permanece idéntico, inmutable.

V.: Me parece que en el año que acaba de pasar la frecuencia de observación ha aumentado.

 

M.: Los pensamientos, la mente, todo eso está en la consciencia. Usted ha podido observar las fluctuaciones de la consciencia y la manera en que estas fluctuaciones se manifiestan. Las modificaciones mentales han sido observadas por la consciencia porque es en ella donde lo pensamientos aparecen, pero la consciencia misma es observada por algo que no cambia jamás.

Sobre lo que usted es en realidad, ha aparecido lo que dice «yo». Éste es el único saber que usted posee. Este saber recibe después otras informaciones sobre la mente, sobre la manera en que funciona en el mundo de las formas. Es gracias a él como usted desarrolla su conocimiento del mundo en el seno de la consciencia. Esta consciencia —lo que dice «yo»— es igualmente observada, pero por lo que es inmutable, el estado perfecto. Quiero que vuelva a esta cons­ciencia, es decir, a este «yo» que surge en usted. Observe este yo. Esta observación es posible en todas las ocasiones y verá que esta consciencia se transforma según los estados de ánimo que alberga.

Para comprenderlo mejor, dividamos arbitrariamente este conjunto en tres. Hay la mente, ella es observada por la consciencia, segundo término —y después, hay el estado real, el tercero que, él, observa a la consciencia. Pero, mientras existe una relación entre la consciencia y las transformaciones mentales, no existe ninguna entre la consciencia y el estado verdadero. Su verdadera naturaleza observa inmutablemente a la consciencia. Ella parece ser soportada por esta consciencia, pero, de hecho, no tiene ninguna relación con ella. Quiero que comprenda bien eso.

V.: En el espacio de un día todo cambia en el mundo y nosotros permanecemos separados de la realidad.

M.: Este fenómeno es muy paradójico, porque no estando de hecho separado de ninguna manera de lo real, no obstante usted se siente separado y, una vez más, siente el deseo de la dualidad. Sin embargo, a usted no le ha ocurrido nunca nada.

Esta impresión de estar separado no la siente más que en la dualidad y es a partir de esa dualidad cuando quiere volver atrás. Usted tiene que considerar el estado «consciencia» como un umbral. En la India tenemos un proverbio que dice: «una punta está en la calle, la otra en la casa». La consciencia —aunque no es la realidad— es el único instrumento que le permite descubrir el estado verdadero; sin ella usted no tiene ninguna posibilidad de comprenderle. Así pues, por un lado la consciencia toca la realidad, por el otro toca a Maya, la ilusión. ¿Y qué hacemos nosotros? Nosotros estudiamos todas las cosas a partir del lado que toca a Maya, lo que hace totalmente imposible el descu­brimiento de nada concerniente a la otra punta.

Usted tiene que trascender, franquear el umbral, rebasarle. ¿Cómo? Por la comprensión. Eso es todo y, por el momento, usted no puede com­prenderlo más que intelectualmente. Esté íntimamente convencido de que ésta no es la punta buena, compréndalo. Si lo ha comprendido, usted está ya más allá. No hay que hacer nada más. No hay nada malo en tener un concepto, pero comprenda claramente que es un concepto y ya lo habrá rebasado.

Es indispensable que comprenda la naturaleza de la consciencia. Ella no tiene las divisiones que crea la psicología moderna: ego, yo, sí mismo, subconsciente, inconsciente, etc. Se trata de divisiones arbitrarias que tienen como meta comprender este fenómeno «consciencia». Una vez que lo ha comprendido, ¿qué ocurre?

V.: Todo se viene abajo.

M.: La consciencia misma le prueba la irrealidad de estas divisiones. Mientras no haya llegado a este punto, usted argumentará, discutirá, pero siempre desde la ignorancia. Usted ha leído libros, ha conocido a gentes ilustradas, ha sido educado siguiendo ciertas tradiciones y es encerrado en este condicionamiento como viene a verme. Si, en lo que yo digo hay algo que está de acuerdo con su condicionamiento, usted dice que yo soy alguien maravilloso; si no, yo no valgo nada y usted se va a consultar a otro gurú porque siente la necesidad de adquirir algo.

De hecho, no es posible que yo le satisfaga, pues no existe nada que pueda darle ni nada que usted pueda recibir. Usted existe sin identidad. Acepte esto de una vez por todas: nada que dar, nada que recibir. Pero no le es posible aceptar esto y así continúa errando acá y allá. Usted encontrará gurús y ellos le darán palabras: Prempuri, Premshakti… Usted habrá cambiado una palabra por otra, no más real que la precedente, pero pensará: «¡Ahora yo voy a obtener la verdad!»

Mi gurú solo me dijo que yo soy la Realidad. Yo acepté este concepto y descubrí que era verdadero. Es de ahí desde donde le hablo. ¡Usted no acepta ser la Realidad, pero acepta su personalidad que se va a ir de aquí convencida de que ha comprendido!

V.: ¿Cómo comprender este «yo soy» aparecido en lo que somos?

M.: Sus actividades, sus pensamientos prosiguen a lo largo de todo el día. Esta actividad es observada por la consciencia que se presenta bajo la forma de «yo», «yo soy». La consciencia observa, ¿pero qué ocurre cuando usted se fatiga, cuando se acerca el sueño? La mente y sus actividades se funden en la consciencia. Este «yo» aparecido en usted se pierde en la cons­ciencia como un río en el mar y la consciencia se sumerge en un estado que llamaremos el solvente.

Voy a recapitular: por esta conciencia aparecida en su naturaleza original, usted tiene co­nocimiento de su mente, de la actividad de sus pensamientos. Es la base desde donde usted puede actuar, pero esta información «yo soy» se fatiga. Su actividad se funde en la información inicial —lo que ha dicho «yo»— que a su vez se disuelve en un estado que usted llama sueño profundo. En el estado de vigilia, a usted le es posible comprender el sueño profundo; usted posee un conocimiento directo del sueño profundo. Este estado es el último estado y usted no tiene ninguna necesidad de comprenderle. Si comprende la consciencia y su capacidad de percibir todo lo que existe (incluida la mente y su actividad) esta comprensión es suficiente, porque al entrar en el sueño profundo, los dos estados se disuelven en el estado verdadero.

Eso, usted no tiene ninguna necesidad de conocerlo, porque usted lo es. Es el Parabrahman, la Realidad Suprema. Es uno, total, indiferenciado. No puede decir nada, no puede ser cono­cido, no se le puede evocar, no se le puede dar ningún nombre. De este estado surge la cons­tatación «yo soy». La consciencia aparece sobre ese estado y, con ella, el mundo. Entonces usted se pone a actuar, la inteligencia, la mente, todo se pone en movimiento. Vuelva al estado primero, al punto donde la actividad mental se funde en la constatación primordial «yo soy la consciencia», la cual, ella también, se pierde finalmente en este incognoscible. Eso es todo. Es eso lo que es su verdadero estado y este trayecto se efectúa cada noche, es su experiencia co­tidiana. Usted no tiene necesidad de ir a ninguna parte, ni de leer ningún libro, usted lo vive todos los días.

“Yo no sabía” Extracto Charla 8

 

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