Preguntas y Respuestas sobre la REALIDAD e ILUSIÓN: Sri NISARGADATTA MAHARAJ -9- 5/5 (1)

Maharaj: Cada uno descubre en las escrituras una enseñanza diferente que corresponde a sus gustos. Hace unos cincuenta años, un gran patriota descubrió que la Gita afirma que es menester practicar el karma-yoga, el yoga de la acción. Mahatma Gandhi, por su parte, encontró que la Gita preconiza el Ahimsa, la no violencia. Así, cada uno desarrolla sus propios conceptos a través de un punto cualquiera de esa Gita y los propaga con la convicción de ser únicamente el intérprete de las escrituras.

El señor Krishna extrajo una esencia de esta Gita y suscitó la gran guerra entre los pandavas y los kauravas. En el capítulo seis, Krishna describe algunos yogas y algunas gentes trabajan según ese pasaje. En el capítulo once, él revela su verdadera identidad, define lo que él es.

Krishna, aunque tenía el rango de un monarca, se comportaba como un hombre ordinario. Nunca llegó a ser rey, aunque los reyes venían a pedirle consejo. Aunque era el gurú de Arjuna, ensillaba su caballo y le servía de escudero. En el capítulo once de la Gita, Krishna describe el juego cósmico que constituye el universo y finalmente agrega: «este juego inmenso no es nada más que mí mismo». He ahí su verdadera identidad. Para saber cómo comportarse, es indis­pensable conocer, primero, su verdadera identidad. Algunos se conforman con una manera de vivir tradicional. A esas reglas convencionales, las llaman su religión, su dharma, y dicen «yo no estoy de acuerdo con las otras religiones; los otros modos de comportamiento, no me gus­tan», y siguen su propio código con buena conciencia. ¿El estado de sueño profundo y de vigilia son diferentes según el comportamiento o la religión que se siga? Sin embargo, la mayoría adopta este modo de pensamiento.

Krishna expone la religión del gran juego cósmico, que no es otro que nosotros mismos. Todas las actividades de este cosmos, todas las actividades de ese universo son nuestras acti­vidades, y mis actividades representan las actividades del universo entero.

En mi estado ori­ginal, en lo Absoluto, yo no he tenido nunca personalidad, yo no he sido jamás un individuo y no ha habido jamás una manifestación de mí mismo. Yo era en ese estado, pero, repentina­mente, esta individualidad, esta consciencia, ha aparecido. Absoluto, yo ignoraba ser, yo era eterno, pero, repentinamente, emergió un concepto, apareció este «yo soy». En lo Absoluto, yo no sabía ni que yo era ni que yo no era, yo no sabía que yo era. Pero repentinamente apareció este concepto de existencia, y es eso lo que es llamado Mulamaya.

Así pues, ¿cuál es la primera atracción, el primer deseo que surgió? Es el hecho de ser. No es posible pasar deliberadamente del sueño profundo al estado de vigilia. El despertar se produce por sí solo y entonces aparece «yo soy». Este «yo soy» es el estado de amor primordial. En la fracción de segundo en que aparece este sentido de ser, su luminosidad propia se manifiesta y se extiende inmediatamente, dividiéndose en cinco elementos: el espacio, el aire, el fuego, el agua y la tierra.

Para la actividad, se forman tres gunas: sattva, rajas y tamas. Sattva es este sentido «yo soy», esta eseidad, la esencia de la cualidad del alimento. Rajas es el comportamiento activo, los conocimientos que organizan las actividades en el mundo. Tamas es el orgullo; atribuirse ser hacedor de las obras, atribuirse los éxitos, esta actitud está en la base del comportamiento ta­másico.

Anterior a este espacio semejante al cielo, hay la consciencia, que es el estado más sutil. De la consciencia surgen los elementos, cada uno formado de la fragmentación del elemento pre­cedente. Así pues, este principio de consciencia se encuentra en cada uno de estos elementos. Cuando el agua se estabiliza, surge la tierra. De la tierra brota la hierba y de la hierba madura el grano que usted llama arroz o trigo. La hierba es el alimento de los animales que nos propor­cionan carne, leche. El grano es el principal alimento del hombre. Así pues, el principio más sutil se encuentra ya en el interior de todo eso.

Una vez asimilado por el organismo, eso constituye el cuerpo-alimento. Cuando este cuerpo-alimento, formado por la leche y el grano que usted come, es vivificado por el soplo vital, aparece este sentido «yo soy». Este sentido de ser —esta cualidad sáttvica, esta consta­tación «yo soy» —¿de qué depende? ¡De la esencia del alimento y del soplo! Sin ellos no puede manifestarse.

Así pues, he aquí el cuadro completo, la génesis de lo que se produce durante la fracción de segundo en que aparece «yo soy». Incluso los animales primitivos, los gusanos, los insectos, necesitan un cuerpo-alimento para su eseidad, para su prana. El prana es el movimiento. Desde que un organismo está vivo, ya se trate de un gusano o de un bebé, comienza a moverse. No­sotros nos identificamos a este cuerpo en la medida en que él es la condición indispensable a la aparición de la consciencia.

Lo esencial de la actividad de los animales y los vegetales tiene lugar solo en el nacimiento, el resto es automático. Estos nacimientos se producen en el agua como las bacterias, en la tierra como las semillas o en los cuerpos de los padres como en los animales y el hombre. Tanto si se trata de animales como del hombre, sus secreciones internas deben haber alcanzado su madurez para que se forme la semilla. Ya se trate de un hombre, de un animal o incluso de una hierba, el proceso es idéntico.

En el momento de la madurez, en el momento de la concepción, la semilla registra la imagen completa de la planta o de la persona en quien se ha formado. Tomemos un cereal, la imagen de la totalidad de la planta, madre y padre, es plantada en el interior de la semilla. Todo está re­gistrado ahí. Lo mismo ocurre con un pájaro o con un ser humano.

Después de la concepción, la formación de la generación futura ha comenzado, la imagen impresa comienza a tomar forma. Es la creación de una familia o de una persona. Y esta crea­ción es siempre diferente. Incluso cuando se trata de hermanos, ellos no son iguales. El pri­mogénito no es un prototipo y en eso reside su belleza. Cada cosa será diferente, pero la imagen está impresa en la semilla y es por esta imagen como se produce la creación.

Supongamos un árbol. En este árbol hay un fruto y en el fruto está la semilla. Si la semilla no está completamente formada, es decir, si no tiene completamente impresa la imagen del árbol, entonces el fruto no está maduro. Que la semilla esté completa es lo que condiciona la madurez del fruto. Solo cuando el fruto está maduro se cae del árbol. En ese momento la semilla tiene ya en ella todo lo que tomará forma. Ahí se encuentran incluidos no sólo los frutos futuros, sino también el agua, la tierra, el sol y el universo entero que ha contribuido a su formación.

Así pues, cuando un vegetal, un animal o una persona nacen, no tienen que «hacer» nada. Ellos no pueden reclamar nada como su pertenencia. Ni siquiera pueden pretender poder cambiar esto o aquello. Todo está ya en su sitio, las estructuras están ya ahí. Esto se llama prarabdha, el destino, y todas las correcciones deseables ya se han hecho. No es a consecuencia de una acción deliberada como nacen el recién nacido o la planta nueva, eso se produce espontáneamente. Todo este mundo «ocurre», no existe ninguna acción deliberada. El que quiera descubrir quién organiza todo esto, descubrirá que él no es nada. Si quiere conocer el porqué de esta inmensa estructura de la que él depende, tiene que descubrir primero a qué corresponde este «yo soy» y, al hacerlo, descubrirá que él no es nada.

Escuche esta predicción. Llegará un día en que no quedarán más que dos comunidades. ¿Cuáles? ¿La comunidad europea y la comunidad asiática? No, la comunidad macho y la co­munidad hembra. Llegará un día en que ya no habrá un brahmin puro o un europeo puro, no quedarán más que dos características: macho y hembra.

Algunos de ustedes hablan de yoga. ¿Qué es el yoga? Unir dos cosas. Toda esta población es el resultado del yoga; pero ¿qué se une a qué?

 

Visitante: Yoga quiere decir unir, reunir.

M.: ¿Por qué busca usted el yoga? Yoga quiere decir afinidades, correspondencias. ¿A qué quiere usted unirse? Para saberlo, primero tiene que descubrir por qué se ha producido esa separación. ¿Cuál era su estado antes de la separación? Habiéndose producido la separación, yo me encuentro separado de mi verdadera naturaleza y me esfuerzo en unirme de nuevo a ella. Eso es el yoga.

Separado de lo que es realmente, yo, lo Absoluto, he devenido un mendigo. Antes de la existencia de esta separación, el estado existente, cualquiera que fuera, es el estado perfecto. Para acabar con esta separación, los yoguis practican el yoga, ¿pero qué hacen de hecho? Se someten a todas esas ascesis de la respiración y del cuerpo para alcanzar el estado perfecto. Usted aprende a controlar su soplo, a llevarle a algún punto del cuerpo y a ralentizarle, lo que le hace entrar en samadhi. Al hacer esto, usted pone a un lado todos sus deseos por un cierto tiempo y alcanza el estado de samadhi, lo que le da la convicción de ser un realizado.

Antaño, antes de encontrar a mi gurú, yo estaba muy interesado por todo eso. Un día vino un yogui que tenía un gran control de su respiración. Podía pasarle un camión sobre el cuerpo sin que sintiera ningún daño. Tal era el poder milagroso que mostraba como consecuencia de su práctica del yoga. Pero esos infelices no están unidos con lo Absoluto, controlan su soplo, eso es todo, ése es su límite. Es menester tener el conocimiento, es menester saber cómo ha so­brevenido esta separación.

Después del yoga, es menester saber lo que es la devoción. El devoto quiere unirse a lo Absoluto. Por lo tanto, le es menester primero descubrir lo que es bhakta. Hay que enseñar al devoto a descubrir lo que es su centro. Éste es el primer paso y después hay que dejarle refle­xionar en el lazo que le une al Absoluto.

La identidad de lo que usted es, eso es menester encontrarlo. Esas gentes que controlan su soplo y entran en samadhi han aprendido simplemente técnicas variadas que pueden exhibir. Pero no tienen el conocimiento y menos aún han trascendido el conocimiento.

V.: Cuando se habla de ese yoga, de ese lazo, usted dice que habría que servirse de él para llegar a la beatitud. Pero mientras uno no controla sus deseos y su soplo, no podemos conocer una tranquilidad de mente que nos lleve a la beatitud. Usted dice que ahí no hay más que acrobacias de siddhis (poderes). ¿Pero qué puede hacer alguien que quiera alcanzar realmente ese estado particular? ¡Controlar los deseos no es posible más que controlando el soplo!

 

 Al controlar su soplo, sus deseos son controlados y usted entra en el estado de samadhi. Este estado le procura una suerte de felicidad porque en él ya no hay pensamientos ni deseos. Es samadhi-ananda. Es igualmente una experiencia, es usted quien recibe placer, quien saborea esa felicidad, se trata de un estado de dualidad. ¿Cuánto tiempo durará? Sólo mientras controle su soplo.

V.: ¿Cómo alcanzar desde ananda lo Absoluto?

M.: El éxito de todas esas acrobacias depende del soplo e implica un deseo profundo. Cuando la respiración se detiene, su atención permanece fijada únicamente sobre este prana­yama y usted saborea entonces una felicidad, un gozo. Después vuelve a caer de nuevo en las cosas groseras, pero usted no ha observado en ningún momento lo que es el presenciador de esa felicidad. Usted tiene que establecerse en esa estación de presenciador. Eso es el conocimiento «yo soy». Este conocimiento «yo soy» es presenciador de todos los movimientos del soplo vital, soplo que da nacimiento a su mente, a su lenguaje, a todo.

¿Qué es para, pashanti, madhyama y vaikhari? Para, significa el brote de la palabra, pero antes de que esté formada; pashanti, significa formularla en la mente; madhyama, significa articularla en palabra; y, finalmente, usted desemboca en vaikhari. He aquí la acción del prana. El prana está activo en el universo entero. Este prana es el aire exterior. Cuando es exterior, es uno con el universo. Él es manifiesto por todas partes. No se le llama prana más que cuando es interior. Por lo tanto, lo que usted hace tiene lugar solo en el prana. Su atención no está fijada en la eseidad y, sin embargo, solo cuando usted esté establecido en ella le será posible trascen­derla.

Aunque en samadhi usted esté muy cerca de la eseidad, su atención está en el aire, en la necesidad de controlar su soplo. Sea más bien la eseidad. Pero incluso eso no es todavía el último paso, es el penúltimo.

V.: De hecho, la naturaleza de la experiencia no tiene importancia. Poco importa que se trate de felicidad o de un estado más ordinario desde el momento en que uno permanece consciente de ser el presenciador, ¿no es así?

M.: Usted tiene que establecerse en el estado perfecto, tiene que tener su propia visión y permanecer en la estabilidad. Cuando está en su verdadera naturaleza, cualquiera que sea la experiencia o acción realizada, usted no es su responsable, incluso si se trata de éxtasis, sa­madhi, etc.

Cuando Krishna expone la Gita a Arjuna, eso es el samadhi real. Su samadhi, o mi samadhi, en lo más espeso de la batalla, no es afectado, no es temporal, no es un samadhi de donde uno emerge para volver a caer en las impresiones groseras. Es desde el corazón mismo del samadhi desde donde usted combate. En lo más espeso de la batalla, usted está ahí. El samadhi es para Arjuna el descubrimiento de que su verdadera naturaleza y mi verdadera naturaleza es Una. En este samadhi nosotros no podemos ser tocados, es la estabilidad misma. En este estado ya no hay matador ni matado. Todo vive en mi ser, todo es mi creación. Yo soy el matado y el ma­tador.

V.: ¿Es posible para un hombre ordinario establecerse en la verdadera naturaleza en tanto que presenciador? Hay tantas cosas que hacer: las pujas, controlar la respiración, etc. ¡Es tan difícil! Él ni siquiera llega a seguir con regularidad estas disciplinas. ¿Qué puede hacer?

M.: Si tuviera que hacer un voto, yo haría el voto de no ser un cuerpo humano, es decir, condicionado por formas e ideas. Las diferentes actividades son hechas únicamente por la operación de la fuerza vital. Es menester que comprenda bien que usted no es más que el pre­senciador de la fuerza vital. Haga este voto «yo no soy este cuerpo, yo no soy estas formas e ideas», y no le trasgreda.

V.: ¿Podría usted darme precisiones sobre el conocimiento «yo soy»? ¿Es ser en el «cono­cimiento yo soy» y no en «yo soy»?

M.: Deseche todo eso. Usted tiene que ser uno con su eseidad solo, con «yo soy». Si piensa que se trata de un conocimiento, este conocimiento deviene una suerte de información. Deseche igualmente la fórmula «yo soy». Sin palabras, usted sabe bien que usted es. ¡Sea eso!

V.: Sobre este punto, hay una cosa que querría saber, porque para ser presenciador de «yo soy» se necesita una referencia, algo desde donde uno pueda ser presenciador, desde donde uno pueda sentir que uno es presenciador-observador. ¿Cuál es ese estado? ¿Qué hay en el interior que indique que uno es presenciador?

 

M.: ¡Eso ocurre sin palabras y usted me pide que lo exprese en palabras! Usted siente su existencia. Este «yo soy» está en el cuerpo, ¿pero quién sabe «yo soy»? ¿Quién siente «yo soy»? Ese principio que sabe «yo soy» no está en el cuerpo.

V.: Es lo mismo. Yo lo llamaría una sensación, una suerte de emoción que no es pensada, sino algo más que una emoción.

M.: Ya he abordado ese tema. Todas estas cuestiones han sido discutidas ampliamente y usted no ha sido capaz de comprender.

Voy a comenzar de nuevo. Siga bien el proceso: «yo soy» —ser presenciador de esto es el primer paso— después, «yo sé que yo soy». Usted tiene que conocer primero el «yo» de «yo sé» y solo cuando esté sólidamente establecido en este «yo» de «yo sé que yo soy» estará en si­tuación de comprender el «yo» que sabe «yo no soy». Eso deviene cada vez más y más sutil.

Las palabras fracasan ya en el nivel de los pensamientos; en el de las emociones usted no puede tampoco formularlas con palabras, y aquí se trata de un estado aún más fino que sus emociones. Por lo tanto, usted tiene que ser eso, experimentarlo, pero incluso «experiencia» no es el término que conviene. Le es menester serlo, eso es todo. Todas las religiones están basadas sobre esta sensación, anterior a sus pensamientos, sobre esa cualidad del corazón asociada a una tradición.

V.: ¿En el último estado hay que perder este sentimiento ligado a «yo soy» y todo lo demás?

M.: Ciertamente; pero sólo al final. No es cuestión de que usted lo rechace.

V.: ¿Cómo puedo decir mi mantra cuando el sentido «yo», la sensación de ser ya no existe?

M.: No se ocupe de eso. La recitación debe proseguir, usted tiene que anclar eso sólida­mente en usted; «usted» quiere decir la comprensión de que usted es no-nacido. La meta de ese mantra es conducirle a la conclusión de que usted es no-nacido. Ése es su destino.

Le he hablado hace un momento de la semilla, de esa cosa donde todo está registrado, donde reside la imagen de todo el devenir. Aquí, el elemento de base es esta consciencia. La cons­ciencia es la semilla de la creación del universo. Su cuerpo, todo lo que existe, está ya en su seno. Yo observo, yo soy presenciador de este elemento primero.

Cuando usted observa este elemento primero, cuando comprende su naturaleza, usted es aparte de él, completamente aparte, y eso no implica ningún hacer, se trata solo de comprender.

Considere la grabación que está haciendo. Nosotros hablamos, eso es grabado en la cinta y después podrá ser reproducido. Es exactamente igual que el elemento primero, la consciencia. Su consciencia, en tanto que semilla, ha registrado el mundo; ella ha registrado también la génesis de su propia formación y ahora lo reproduce. Todas las cosas existentes son así reproducciones. Pero, finalmente, yo no soy este elemento primero. No se fije tampoco sobre este «yo soy», no se instale en este «yo soy».

La cinta magnética, fabricada por el hombre, es el elemento fundamental, el elemento de base que reproducirá la voz humana, lo mismo que el papel del periódico o el celuloide de la película reproducirán un acontecimiento. Pero ni el acontecimiento, ni la voz están en la pelí­cula ni en la grabación. El principio es el mismo, tanto en el funcionamiento del universo como en el de su civilización: registrar y reproducir. Pero el elemento de base universal no es fabri­cado, es concebido espontáneamente, y esta aparición «yo soy» es igualmente espontánea. ¿Cómo podría ser presenciador si no estuviera ya ahí, si no hubiera sido reproducido? He aquí pues lo que es el elemento primero: contiene todo lo que es y, sin embargo, no es usted. Pri­meramente usted se identifica a este elemento primero, después deviene el presenciador de este elemento desde lo Absoluto.

Establézcase, ánclese en el nivel del que observa y, lo que quiera que pueda ser observado, desaparecerá solo, porque el que observa habrá desaparecido igualmente.

 

“Yo no sabía” Extracto Charla 8

 

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