La primera instrucción del Señor es: Pregúntate “¿QUIÉN SOY YO?”. Generalmente tú no eres lo que habitualmente piensas que eres.
Cada día, cuando te despiertes por la mañana, hazte la pregunta: “¿QUIÉN SOY YO?”.
Estamos acostumbrados a definirnos a nosotros mismos y establecernos en una identidad. Principalmente nuestra identidad es una identidad mundana. No recordamos que sólo somos un ser entre billones y billones de seres –solamente un ser con un nombre que se nos ha dado, con una forma cambiante y con una actividad en este mundo. Yo soy Kumar, no es cierto; yo soy varón, no es cierto; yo soy maestro, no es cierto. YO SOY no es Kumar antes de que yo fuera llamado así. Yo Soy no es varón hasta que Yo desarrollé un cuerpo de varón. YO SOY no es maestro en todo momento. YO SOY es YO SOY, que es la identidad original. Este YO SOY no tiene ni nombre ni forma, sino una consciencia pulsante que no tiene una existencia independiente. Emerge de la Existencia y se funde en la Existencia y tiene una identidad de sí misma como unidad de consciencia. Cuando se funde en la Existencia, la pregunta “¿QUIÉN SOY YO?” también desaparece.
Desde ese estado de Existencia pura hay consiguientes y sucesivos estados hasta el estado mundano.
Nuestro nombre no es lo que somos, porque se nos da después de nacer. La forma no es lo que somos, porque si vemos las fotografías desde la infancia hasta ahora, vemos que la forma ha ido cambiando y seguirá cambiando. Sólo nos quedamos con aquellas fotografías en las que salimos muy bien y preferimos que no se expongan otras fotografías. Sin embargo, no somos esta forma, porque en cada vida tenemos una forma distinta. No somos lo que pensamos de nosotros mismos como nuestro nombre, no somos lo que pensamos como nuestra forma y no somos lo que pensamos como nuestra actividad. Las actividades también van cambiando. Nuestras formas van cambiando, no sólo en términos de pequeño y grande, sino también en términos de varón y hembra de una vez a otra, para tener experiencias variadas para la realización.
Nuestras actividades también van cambiando porque el alma necesita realizarse. Las actividades cambian de una vida a otra y también de vez en cuando durante la vida. No podemos identificar el YO SOY permanentemente ni con un nombre, ni con una forma, ni con una actividad. Somos solamente YO SOY, una unidad de consciencia. Somos sólo un concepto que emerge de la Existencia. Incluso YO SOY no se considera real. La única realidad es la Existencia. YO SOY es el estado secundario de esa Existencia. YO SOY es una consciencia de la Existencia. En la Existencia pura, la consciencia no está. Está fundida. Entonces, “¿QUIÉN SOY YO?”. Cuando se concibe, nos lleva a la realidad de la Existencia Una. El resto que se construye sobre esta realidad es una construcción. YO SOY, en sí mismo, es una proyección de la Existencia, un brote. La Existencia está incluso cuando la consciencia no está. Por lo tanto, la pregunta te lleva a una realidad y te revela la ilusión relativa del resto. Los siete planos están construidos con la Existencia como base, aunque tengan una realidad relativa.
En ese contexto la gente se apega a su nombre, forma y actividad. Están confinados sin esperanza y se enganchan en la estrechez de sus identidades. Para desarraigarse de tal confinamiento sin esperanza se recomienda contemplar en “¿QUIÉN SOY YO?”. Cuando esta contemplación no ocurre, el hombre queda apegado a definiciones que no son más que circunscripciones. Cuantas más circunscripciones uno construye, tanto más sufre.
Las personas encarnan en cuerpos masculinos o femeninos según la necesidad de la experiencia. Las escrituras sagradas dicen que las almas experimentan alternativamente cuerpos masculinos y femeninos para pulir sus desequilibrios en la energía masculino-femenina.
En verdad el ser, el alma, no es ni masculina ni femenina. ¿No es entonces ignorancia pensar “yo soy hombre, yo soy mujer”? La verdad es que YO SOY está en una forma masculina y que YO SOY está en una forma femenina. Igual que si estoy en un coche Mercedes Benz o en un coche Rolls Royce. Los vehículos son distintos, pero YO SOY es el mismo. Los cuerpos masculinos-femeninos son como las residencias, no son los residentes. El residente es el YO SOY. Las formas cambian, el residente es el mismo. Por lo tanto, uno no puede asociarse excesivamente con la definición de masculino-femenino.
De la misma forma, los nombres no son más que nombres asignados. Son distintos de una vida a otra. El nombre no va contigo a la siguiente vida. La forma no va contigo a la siguiente vida. Por lo tanto, asociarse excesivamente con el nombre y la forma es ignorancia. El identificarse con el nombre y la forma es de enorme ignorancia. El recuerdo diario de YO SOY es entonces de ayuda para disociarse del nombre y la forma y para recordarse como una entidad proyectada de Existencia –una unidad de Consciencia. Se recomienda llegar a este estado de consciencia. Recordad, incluso ese estado no es sino un estado secundario.
YO SOY no es sino una proyección de aquella Consciencia Una, que lo impregna todo. Es la Consciencia Universal que se proyecta como una consciencia individual. Igual que el océano proyectando una ola. La ola no es más que océano. La ola no tiene identidad por sí misma, sino por el océano. La consciencia individual no es más que un surgir periódico, como cuando surge la ola de la consciencia oceánica. La ola no es más que un concepto del océano, una proyección momentánea del océano. Aparece y desaparece. La ola también crea su espuma con su actividad. En la espuma no hay apenas sustancia. La sustancia de la ola es océano, pero la sustancia de la espuma es ilusoria. La ola es YO SOY, y las otras identidades que uno sufre son como la espuma. Tienen un valor puramente momentáneo desde el punto de vista del tiempo eterno.
Sentir YO SOY como nuestra identidad es algo justificable, pero sentir cualquier otra cosa más que YO SOY es ignorancia. Viviendo en falsas identidades uno se engancha al mundo. Uno se vuelve mundano. Recordad que ninguno de nosotros es del mundo. Estamos con el mundo. Esta idea ayuda. Permite salir de nuestras identidades falsas. Vivir en identidades equivocadas nos lleva a un gradual encarcelamiento en el mundo de las actividades. Si retenemos la identidad original, no sufriremos el impacto del mundo. Por el contrario, disfrutaremos estando en el mundo.
Parvathi Kumar: Las enseñanzas de Sanat Kumara