Respuesta clara, directa y sin rodeos a cómo debe abarcarse la práctica espiritual 5/5 (2)

Se escriben libros y libros sobre espiritualidad. Todos siempre parecen dar puntada con hilo y ser la respuesta definitiva al cese del sufrimiento. Después de un tiempo uno entiende que sólo hay un punto donde anclarse para dar pasos certeros a la Libertad con mayúsculas, la cesación de la agitación mental.

M.: Mediante una completa inmovilidad de la mente el samsâra desaparecerá con todos sus ramas y raíces, de otro modo el mismo no tendrá fin, aunque trascurrieran millones de ciclos (kalpakôtikâla).

M.: Absolutamente no. Ni la lectura del Vêda, ni la observancia de los shastras, ni el ascetismo, ni los actos rituales, ni los juramentos, ni las ofrendas, ni los mantras, ni la devoción: nada de ello puede deshacer al samsâra. Solamente la inmovilidad de la mente puede realizar este fin, nada más.

M.: Lo que en las Escrituras es denominado como Conocimiento, Liberación, etc., no es sino la inmovilidad de la mente.

M.: Se puede afrontar tal empresa con el desapego (vairâgya), es decir con el abandono de todo aquello que nos es querido. Sólo cuando la totalidad del mundo objetivo haya sido borrada de la mente habiéndose comprendido que todo lo que no es Brahma es objeto de percepción y que por lo tanto es ilusorio– podrá surgir la Suprema Beatitud. Puede decirse inmóvil únicamente aquella mente que con la práctica del Yoga haya eliminado todas sus potencialidades y que se haya vuelto como una lámpara bajo una cúpula de vidrio al reparo de la más leve brisa.

Esta muerte de la mente es el cumplimiento supremo. La conclusión de todo el Vêda es que la Liberación no es sino el detenimiento de la mente. Nada sirve para la Liberación: ni las riquezas, ni los amigos, ni las acciones rituales (que se limitan a movimientos del cuerpo), ni los peregrinajes, ni las abluciones en las aguas sagradas, ni las más duras austeridades; sólo se requiere que la mente se torne inmóvil.


Lo que se obtiene con el Sânkhya también puede ser alcanzado con el Yoga. Sólo quien sabe que el resultado de las dos vías es el mismo, puede ser considerado un verdadero sabio.

M.: El “fin” (avadhi) es el mismo para ambos, porque las dos vías conducen a la detención de la mente, es decir al samâdhi; y el fruto del samâdhi es el Conocimiento Supremo que es siempre el mismo, no importa cuál sea la vía recorrida.

M.: Los buscadores de la Verdad presentan diversos grados de desarrollo espiritual, por este motivo Shrî Bhagavan ha indicado dos vías para permitir la elección.

M.: Enseña que todo, a excepción de Brahma no-dual, está lleno de sufrimiento; enseña en consecuencia a no tener deseos de goce, a no sentir amor ni odio, a disolver el nudo del “yo”, a vivir sin ser afectado por los opuestos como el calor o el frío, el sufrimiento o el placer; a permanecer concentrado en el conocimiento de la equivalencia de todo, sin hacer ninguna distinción y con la conciencia constantemente vuelta a Brahma. Aun habiéndose leído y comprendido el Vêdânta, en ausencia del desapego, el deseo de los placeres no desaparecerá, en ausencia de aversión por las cosas placenteras, el deseo no abandonará al ser. No obstante la vasta erudición, si no se pone en práctica lo que se ha leído, no se podrá decir que se haya realmente comprendido algo. Como un papagayo, el hombre continuará repitiendo que sólo Brahma es real y que todo el resto es ilusorio, pero como un perro que siente placer revolviendo en la basura, seguirá complaciéndose con las cosas exteriores; aunque constantemente se ocupe de la lectura y de la enseñanza del Vêdânta, no será por cierto mejor que un perro vagabundo.

Por haber leído todos los shastras, el hombre está convencido de conocer todas las cosas y de merecer el máximo respeto, lleno de amor y de odio, se cree respetable. Los hombres de este tipo son como asnos llenos de reliquias que recorren largos y tortuosos senderos; con relación a la Verdad no-dual ello cuenta bien poco.

M.: Sí, son numerosos. De ellos se habla incluso en los Purânas, donde se narra la historia de un brahmán de nombre Brahma Sarma. Era un profundo conocedor del Vêda y del Vêdânta; pero no ponía en práctica lo que había aprendido, si bien dedicaba mucho tiempo a dar lecciones a los otros; lleno de amor y de odio, no observaba las normas de conducta. Movido únicamente por la ira o por sus deseos, en el momento de la muerte se precipitó hacia un estado infernal. Muchos son los pandit dominados por el orgullo y por la acritud.


Cuando se busca fijar la mente sobre el Sí, ella se torna recalcitrante y hace de todo para arrastrar al hombre hacia los objetos. La mente, lábil por naturaleza, no puede quedarse quieta un sólo instante: ora se entretiene en las regiones más bajas (de su dominio), seguidamente se vuelve hacia el Cielo; caprichosa como un simio, corre en todas las direcciones; es difícil de dominar y para hacerlo es necesario mucha cautela. En la Gîtâ, Arjuna se dirige a Shrî Bhagavan así: “Oh Krisha! por cierto la mente constantemente distrae al hombre y es difícil de controlar. Es más fácil mantener un poco de aire en un puño que controlar la mente”.

En el Yoga-Vasishta, Shrî Rama pide a Vasishta: “Oh Maestro, ¿cómo es posible controlar la mente? ¡Es más fácil beber agua de los océanos, escalar el monte Meru o tragar fuego que controlar la mente!”

M.: Con repetido esfuerzo y teniendo en mira el desapego, la mente puede ser puesta bajo control. Shrî Krishna ha dicho: “Oh hijo de Kunti, indudablemente la mente es obstinada y difícil de controlar, sin embargo mediante el esfuerzo (abhyâsa) y el desapego (vairâgya) puede ser domada”

Y Shrî Vasishta ha dicho: “Oh Rama, si bien la mente es difícil de aplacar, debe ser domada con un intenso esfuerzo, hay que apretar los dientes y sentir el pulso temblar”.

La mente es la abeja que habita desde siempre en el loto del corazón, despreocupada de la dulcísima miel de la Beatitud que destila el loto del corazón, es atraída por la amarga miel que emana de las percepciones sensibles y que brota a través de los cinco sentidos; e incluso cuando con el desapego las puertas de los sentidos hayan sido cerradas, ella continuará pensando, preocupada por el presente y por los recuerdos del pasado no cesará de construir castillos en el aire.

LIBRO: La lampara del conocimiento no dual

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