Este es un mensaje que apunta a la destrucción del buscador, a la aniquilación del que quiere respuestas.
Este mensaje es la muerte. ¿Y quién quiere realmente morir? Precisamente por ello, este mensaje se rechaza con tanta frecuencia.
Nadie quiere escuchar que
todo lo que cree ser, todas sus esperanzas, sus sueños, sus ambiciones y sus logros; todas sus llamadas experiencias pasadas y todo lo que considera parte de su “vida” no es más que una ilusión, un relato, un sueño, un juego, una danza de la conciencia que se despliega ahora. Todo eso no es más que pensamiento. Y quizá ni eso siquiera.
Y aunque aquí no haya nada, ninguna cosas, es innegable que algo está sucediendo.
¡Este es el hogar de la contradicción!
Y la pequeña mente se empeña en encontrar un sentido a todo esto, en tratar de comprenderlo, de entenderlo y, en suma, de “alcanzarlo”.
Pero no hay forma de ir más allá de estas aparentes contradicciones, porque cualquier intento realizado en ese sentido sólo hace fortalecerlas y consolidarlas.
El esfuerzo en ir más allá de las contradicciones intensifica la sensación de falsa identidad.
Quizá exista la idea de que, cuando “superemos” las contradicciones, lograremos algún tipo de iluminación, de despertar o de paz. O, dicho en otras palabras, quizá exista la creencia de que, más allá de las contradicciones, hay algo que “alcanzar”.
Hay muchos maestros espirituales (indudablemente bienintencionados) de todo el mundo que contribuyen a alentar esta búsqueda. Muchos de ellos afirman cosas tales como “¡Estoy iluminado! ¡Si me sigues, tú también podrás estarlo!”.
Pero esta búsqueda sólo consolida y fortalece la sensación de “yo” en tanto que “buscador”.
La búsqueda es siempre innecesaria, porque da por sentado que no basta con este momento y siempre nos trae aquí, ahora y leyendo estas páginas.
Pero ¿Cómo puede ser esto insuficiente? ¡Esto es todo lo que hay! ¿No me crees? Mira a tu alrededor. Esto es eso. Esto es aquí, esto es ahora, esto es completamente innegable.
¡Pero qué maravilloso y excitante es creer en la elección, creer en que soy un individuo que puede cambiar el mundo y hacer que las cosas sucedan, tanto para mí como para los demás!
¡No neguemos, pues, la aparente elección! ¡Qué divertido parecer elegir ir al cine, leer cierto libro o dar un paseo por el parque! ¡El mundo no es más que un juego de aparentes elecciones!
¿Has elegido leer estas palabras o la lectura simplemente sucede?
Es cierto que puede aflorar el pensamiento de < Elijo leer este libro >. Pero ¿a quién se le ocurre este pensamiento?
¿Acaso puedes elegir pensar o no pensar en esto?
No existe ninguna elección, pero la vida sucede y, aunque indudablemente parezcamos elegir, “nosotros”, en realidad no tenemos, al respecto, ningún control.
Por ello muchas enseñanzas espirituales hablan de la entrega a la vida, a Dios y a lo Desconocido. En la entrega, la decisión personal se colapsa y nos libera del peso de la voluntad.
Más allá de la elección y de la falta de elección, no hay más que esto, lo que está sucediendo en el presente. Yo no puedo elegir prepararme una taza de té, porque esa no sería más que una decisión aparente. ¿De dónde procede la idea de prepararme una taza de té? ¿No aflora acaso esa idea en mi cabeza? ¿A quién hay pues que atribuir esa responsabilidad?
¡Qué maravilla! La vida se despliega ahora y todo discurre exactamente como debe y en el mismo instante en que debe hacerlo. ¡Esa es la libertad!
Jeff Foster: Mas allá del despertar