La llamada a una rendición más profunda Muchas personas afortunadas y agraciadas han podido gustar o tener un vislumbre de lo inmortal, del Ser eterno. A partir de esa experiencia surge la pregunta: “¿Qué viene ahora?” O,”¿qué debería hacer ahora?” “¿Qué debería hacer con esto?” “¿Qué hago con esto?” Estas preguntas indican que se necesita una rendición más profunda. Es necesario entonces hablar de la vigilancia.
A menudo no se entiende qué es esta. Generalmente, lo que se considera vigilancia es una cuidadosa supervisión o seguimiento por parte del superego. Estoy seguro de que eres consciente de este tipo de revisión: ¡Oh!, no debería haberlo hecho así. No debería haberlo dicho así. No debería haber pensado eso. Debería haberme rendido. Esta supervisión o
monitorización no es vigilancia, sino una imitación de la vigilancia. Vigilancia viene de la palabra “vigilia”, que significa “guardar vigilia”. Guardar vigilia es un tipo de adoración. La vigilancia es una vigilia sagrada, serena y pacífica ante la llama de la Verdad.
Si te ha atravesado la flecha de la verdad y lo sabes, si has tenido esta experiencia, entonces también conoces los pensamientos arrogantes que pueden surgir: “Bueno, sé que soy uno con la Verdad, entonces, ¿quién queda ahí para mantener la vigilancia?” Probablemente te has dicho esto, ¿correcto? Y entonces, de repente, vuelven el sufrimiento y el lamento:
“¡Lo he perdido! ¿Cómo ha podido ocurrir?”. La vigilancia corrige la percepción y la experiencia de perder lo que no puede ser perdido.
No estoy hablando de esfuerzo. No estoy hablando de que la vigilancia sea un hacer. Estoy hablando de ser vigilancia y de reconocer que es natural serlo. Eres pura conciencia. La conciencia se mantiene vigilante de manera natural, lo hace hacia sí misma, y en realidad siempre es consciente de sí misma.
Cuando el cuerpo está profundamente dormido y no hay puntos de referencia ni impresiones sensoriales, cuando no hay percepción de él ni de ningún otro elemento mental, emocional o fisico, sigue habiendo conciencia consciente de sí misma, y eso es la dicha. Es la dicha del sueño profundo. Cuando el organismo despierta y vuelves a percibir las cosas,
sabes que ha habido una experiencia profunda y sin objetos. No tienes ninguna impresión sensorial de ella, pero lo sabes porque la conciencia de ella sigue estando presente. A medida que aparecen los objetos, nuestro condicionamiento tiende a fijarse en ellos y a pasar por alto ese profundo alimento que siempre está presente.
Vigilancia es la conciencia de lo que no desaparece cuando aparecen los objetos. Tanto si estos son exquisitos como si son horribles o mundanos, siempre está presente una conciencia que es consciente de sí misma, una conciencia que es consciente de sí misma, sean esos objetos emocionales, mentales o físicos.
La vigilancia pura debe ser reconocimiento fácil, porque de otro modo hay un practicar la vigilancia, y eso ya es no estar vigilante. Cuando oigas el pensamiento: “Ahora voy a practicar la vigilancia”, pregúntate quién está haciéndolo. Descansa en la vigilancia y ve. Simplemente espera y ve. Ve cuál es el destino del cuerpo. Ve cuál es el impulso de esta vida.
Suponer que la vigilancia es una carga es una equivocación. La verdadera carga es negar que eres la conciencia misma. La idea de que la vigilancia es una carga viene de la práctica espiritual. Se te conmina a que practiques. Tienes que mantener tu práctica. No sé de dónde viene la palabra “práctica”, pero está mal empleada, porque practicar significa hacer algún
tipo de preparativo para un suceso real. Practicas para el partido de fútbol. Practicas para tu recital. No puedes practicar para la vida. La vida es ahora mismo. De modo que no uso la palabra practicar cuando hablo de vigilancia. Estoy hablando de ser vigilancia. Sé ello ahora. Tú ya eres eso. Reconócete como tal, y mantente vigilante a tu verdadera naturaleza.
“Esperar y ver” no significa necesariamente que te quedes sentado en el sofá y no te muevas más ni tampoco que te levantes del sofá y te muevas. Es mucho más profundo que eso. Una vida activa puede ser vivida en actitud vigilante, y también una vida inactiva puede ser vivida de la misma manera. Habrá muchas comprensiones. Habrá muchas revelaciones y
experiencias cada vez más profundas. Y, en medio de todo ello, mantente vigilante a lo que no se ha movido, a lo que siempre ha sido pleno, radiante e impoluto.
Sé vigilancia. La alegría más profunda de la experiencia humana es mantenerse vigilante. No es una tarea. Es pura dicha.
Una dicha que se mantiene despierta y vigilante a lo que nunca se mueve, a lo que siempre está presente. Sé eso. Entonces verás esta entidad de tu vida actual desplegarse exquisitamente, como se abre una flor. Cuando empiece a morir, morirá con elegancia, como muere una flor.
LIBRO: Libertad y resolución / Gangaji