“Si pudiéramos ofrecerle a la gente de la época de 1800 una visión acerca de la forma en que vivimos hoy en día, probablemente pensarían que somos verdaderamente felices. ¡Tenemos tantas cosas! Tenemos autos con asientos que incluyen calefacción y portavasos, aviones con conexión inalámbrica a Internet y pantallas de video, teléfonos móviles que pueden enviar mensajes, WhattsApp, correos electrónicos, ¡e incluso pueden ser utilizados para hacer llamadas! Vivimos en casas hechas de cemento, con agua caliente, baños, lavadoras de ropa y televisores de pantalla plana con sonido envolvente.
Uno podría pensar que somos inmensamente felices. Sin embargo, a pesar de tener tanto, nunca parece suficiente. Vivimos en una cultura de consumo donde la satisfacción de nuestras necesidades directas nos conducen a una felicidad sólo temporal. Hay un constante vacío que queremos llenar. A veces, incluso podríamos tener éxito a través de ganar respeto, conseguir un ascenso, ganar dinero, comer chocolate, comprar autos o zapatos nuevos. Sin embargo, si lo examinamos muy de cerca, siempre hay una pequeña voz diciendo: ‘Aún así, no es lo suficientemente bueno.’”
La Hora de un Baño de Burbujas
Cuando te sumerges en un baño de burbujas se siente maravillosamente bien. Es ese aumento en la temperatura lo que nos causa la buena sensación. Pero después de haber pasado unos minutos en el baño, uno se aclimata a la temperatura y se vuelve aburrido porque nuestros sentidos se han acostumbrado a ello. El estímulo ha desaparecido, y enseguida comenzamos a buscar uno nuevo. Debido a la manifestación de los estímulos, seguimos buscando la felicidad fuera de nosotros mismos, manteniendo la ‘Carrera de las Ratas’ en marcha. Incesantemente, nuevos pensamientos llegan a la mente: ‘Una vez que tenga una carrera, cuando consiga la relación ideal, una casa grande, las vacaciones perfectas… entonces, seré feliz’. Es un hecho definitivo que tales estímulos externos pueden hacernos temporalmente felices, sin embargo, la euforia no proviene de la compra del auto o de la televisión nueva.
La sensación de liberación o euforia surge porque deja de haber deseo. Por un momento todo está bien y todo es más que suficiente. Entonces, por lo pronto, hemos logrado tener paz interior. Independientemente de cuánto dinero, cosas, poder, respeto o éxito tengamos, nunca es suficiente; todo eso nos da sólo un sentido momentáneo de felicidad. Incluso la gente más rica del planeta continúa escuchando esa misma voz: ‘Aún así, no es lo suficientemente bueno.’