Donde ninguna palabra llega 4.57/5 (7)

Una de las cosas más importantes que hay que entender del hombre es que el hombre está dormido. Aun cuando cree que está despierto, no lo está. Su estado de vigilia es muy frágil; su estado de vigilia es tan insignificante que carece por completo de importancia. Su vigilia es sólo una bonita palabra, pero totalmente vacía.
Uno duerme de noche, duerme de día… desde el nacimiento hasta la muerte, uno va cambiando sus pautas de sueño; pero nunca llega a despertar de verdad. Sólo porque hayas abierto los ojos, no te engañes a ti mismo pensando que estás despierto. A menos que se te abran los ojos interiores, a menos que tu interior se llene de luz, a menos que puedas verte a ti mismo, ver quién eres… no creas que estás despierto. Esa es la mayor ilusión en la que vive el hombre. Y si uno se convence de que está verdaderamente despierto, entonces ya no tiene sentido hacer ningún esfuerzo por despertar.
Lo primero que debes grabarte bien en el corazón es que estás dormido, completamente dormido. Estás soñando, un día tras otro. A veces sueñas con los ojos abiertos y otras veces con los ojos cerrados, pero estás soñando… tú mismo eres un sueño. Todavía no eres una realidad.
Por supuesto, cualquier cosa que hagas en un sueño carece de sentido. Cualquier cosa que pienses es insustancial; cualquier cosa que proyectes seguirá formando parte de tus sueños y nunca te permitirá ver la realidad. Por eso todos los budas han insistido en una única cosa: ¡Despierta!
Sí, a menos que sufras un choque que te sacuda de arriba a abajo, no despertarás. El sueño ha durado tanto que ha llegado al centro mismo de tu ser; estás empapado en él. Cada célula de tu cuerpo y cada fibra de tu mente se han llenado de sueño. No es un fenómeno de poca monta. Por eso se necesita un gran esfuerzo para mantenerse alerta, atento, vigilante.¡Para convertirse en un testigo!

Se dice que un maestro budista iluminado estaba sentado una tarde a la orilla de un río, disfrutando del sonido del agua, del sonido del viento que pasaba a través de las hojas. Se le acercó un hombre y le preguntó:
-¿Puedes decirme en una sola palabra la esencia de tu religión
El maestro permaneció callado, en silencio absoluto, como si no hubiera oído la pregunta. El hombre insistió:
-¿Estás sordo o qué?
El maestro dijo:
-He oído tu pregunta y la he respondido. El silencio es la respuesta. He permanecido en silencio. Esa pausa, ese intervalo, era mi respuesta:
El hombre dijo:
-No puedo entender una respuesta tan misteriosa. ¿No puedes ser un poco más claro?
Entonces el maestro escribió en la arena con el dedo la palabra «Meditación» en letras pequeñas.
-Eso puedo leerlo -dijo el hombre-. Esto es algo mejor que lo del principio. Al menos tengo una palabra sobre la que reflexionar. Pero ¿no puedes decirlo un poco más claro?
El maestro volvió a escribir «MEDITACIÓN», pero esta vez en letras más grandes.
El hombre se sentía un poco incómodo, desconcertado, ofendido, irritado.
-¿Otra vez escribes «meditación»? ¿No puedes decírmelo más claro?
Y el maestro escribió en letras mayúsculas muy grandes «MEDITACIÓN».
-Me parece que estás loco -dijo el hombre.
-Ya he descendido mucho -dijo el maestro-. La primera respuesta era la respuesta correcta, la segunda no era tan correcta, la tercera estaba aún más equivocada, la cuarta era ya muy incorrecta… porque cuando escribes «MEDITACIÓN» en letras mayúsculas, creas con ello un dios.
Por eso la palabra Dios se escribe con D mayúscula. Cada vez que quieres que algo sea supremo, definitivo, lo escribes con mayúscula.
-Ya he cometido un pecado -dijo el maestro. Borró todas las palabras que había escrito y dijo-: Por favor, escucha mi primera respuesta. Sólo con ella te he dicho la verdad.

El silencio es el espacio en el que uno despierta, y la mente ruidosa es el espacio en el que uno permanece dormido. Si tu mente continúa parloteando, estás dormido. Si te sientas en silencio, si la mente desaparece y puedes oír el canto de los pájaros y no hay mente en tu interior, un silencio… este silbido del pájaro, este gorjeo, y ninguna mente funcionando dentro de tu cabeza, silencio total… entonces la conciencia aflora en ti. No viene de fuera, surge dentro de ti, crece en ti. Por lo demás, recuerda: ¡estás dormido!

Osho

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