Versión actual del Mito de la Caverna de Platón 5/5 (1)

Imagínate que te has pasado la vida entera sentado en el asiento de una sala de cine. El lugar es oscuro, como todas las salas de cine, pero sientes que tienes limitaciones (grilletes) en tus muñecas y en tus tobillos que te dificultan mover brazos y piernas. El respaldo de tu asiento es alto, se eleva por encima de tu cabeza de manera que te es imposible mirar tras de ti. Todo lo que puedes ver es la pantalla frente a ti y la gente que está sentada a tu lado en las mismas condiciones que tú.platon2

Frente a ti, extendiéndose por todos lados de la sala hasta donde puedes ver, tienes una pantalla gigante IMAX en 3 dimensiones (3D). Estás sentado ahí y ves película tras película. Te parece que tú fueras parte de cada película, totalmente sumergido en ellas. Como las sombras y los ecos en la Caverna de Platón, esas películas son todo lo que has conocido jamás. Son, de hecho, tu única realidad, tu vida.
Los actores son buenos, los guiones están bien escritos y tú te involucras emocionalmente en esas películas sintiendo rabia, dolor, tristeza, remordimiento, alegría, entusiasmo, hostilidad, miedo y un amplio abanico de emociones, dependiendo del guión. Tú tienes tus personajes favoritos (familia y amigos, por ejemplo) que intervienen a menudo, y otros a los que desprecias y que desearías que no aparecieran nunca.
Alguna de esas películas son placenteras de ver, incluso bellas algunas veces: felices, conmovedoras, amables. Otras son oscuras, de mal agüero, perturbadoras y dolorosas, que producen en tu interior reacciones nada agradables. Te resistes a verlas y desearías no sentir lo que sientes. A veces cierras los ojos y deseas que cambie el guión.
Pero estás conforme con estar aquí y mirar, porque te han dicho (y has llegado a creerlo por tu experiencia) que esta es la única realidad que existe y que tienes que aceptarla.
La inmensa mayoría de la gente (el 95% de la población terrestre, puestos a suponer, quizá más aún) morirán sentados en ese asiento del cine.
A los demás les ocurrirá algo interesante algún día.
En una película especialmente desagradable, pudiera ser que gritases “¡no!,” que retorcieras enérgicamente tu cuerpo en el asiento. De repente, te das cuenta de que ya no sientes los grilletes en las muñecas y los tobillos y que puedes mover brazos y piernas. Con tus manos vas palpando alrededor y descubres que los grilletes no tenían cerraduras (nunca las han tenido) y que tus aterrados movimientos los han abierto.
Todo este tiempo has supuesto (creído) que eras un prisionero, como esos perros que se mantienen alejados de una valla invisible. Te preguntas qué harás después. Te das cuenta de que ya no tienes por qué estar sentado y ver las películas si no quieres hacerlo. Puedes levantarte pero no lo haces, no enseguida. Puede que te inclines hacia la persona a tu lado y empieces a decirle que no hay cerraduras en los grilletes, pero todo lo que recibes como respuesta es un “ssshhh”.

El miedo a levantarse es enorme; el pensamiento de marcharse de allí va contra todo lo que te han enseñado. Finalmente (quizá por curiosidad, o quizá rabia, o quizá es que ya no puedes soportar más sentir lo que sientes), decides “mandar al diablo al miedo” y te levantas. No pasa nada, no hay sirenas que aúllen, nadie viene a hacer que te sientes. Comienzas a pensar que acaso no había nada que temer.
Así que decides andar. Según te desplazas por la fila de asientos hacia el pasillo, diciendo “perdone, discúlpeme,” la gente te mira con asombro, sorpresa y consternación. Incluso algunos te dicen que vuelvas a sentarte, que te quites de en medio, que te comportes. Está claro que todos creen que estás loco.
Hay algo dentro de ti que se siente intrigado a pesar del miedo y que te urge a seguir. Al final llegas al pasillo, te giras y ves que asciende entre los asientos, pero aún no puedes ver la parte trasera de la sala. Lo que ahora se ve claro es que la pantalla sigue y sigue por todo alrededor del edificio, en 360 grados, y que colgando del techo en el centro de la sala hay una gran bola negra. De todas partes de esa bola surge una luz muy brillante hacia la pantalla. No tienes ni idea de lo que es ni lo que significa. A medida que vas hacia arriba por el pasillo, te tropiezas con un par de personas que van en tu misma dirección y con algunos otros que vuelven a sus asientos. Los que regresan a sus asientos te miran mal, casi con odio, más que nada aterrorizados. Alguien te previene de que no sigas adelante. Pero piensas que ya que has llegado hasta allí quieres averiguar lo que hay al final del pasillo.
Cuando por fin llegas a la parte trasera, divisas el diseño completo de la sala circular. En una parte están los asientos de donde has venido, orientados todos en una misma dirección, llenos de gente que mira directamente a la pantalla. Tras los asientos hay un gran espacio donde gente como tú va caminando. También ves una puerta en medio del lejano muro, con una señal encima que dice: “no entrar, extremadamente peligroso”.
Como la pantalla IMAX 3D continúa por toda la estructura, no hay forma de escapar de las películas que se están proyectando. En otras palabras: tu realidad, tu vida, te sigue a todas partes. Pero hay algo diferente, aunque por el momento no sepas qué. Las películas no han cambiado, aunque tú sí lo has hecho de alguna forma que ya notas, pero que aún no comprendes.platon3

Parece que hubiera pequeños grupos de gente reunidos aquí y allá (otros como tú que se han levantado de sus asientos y han llegado a la parte trasera) que hablan de algo que parece importante. Todo es tan nuevo, tan extraño, tan difícil de comprender, tan aterrador, tan… “irreal”. Por un segundo piensas en volver a tu asiento, en volver a la realidad que tan bien conoces. Entonces decides que no, que vas a quedarte ahí un rato más, al menos por ahora.
Te detienes por un momento en un grupo y preguntas “¿qué pasa?”
“Intentamos cambiar las cosas,” te responden.
“¿Qué quieres decir?,” preguntas.
“No nos gustan las películas que ponen, queremos otras diferentes,” aclara la voz.
Mientras estabas sentado en la sala de cine nunca has considerado la idea de cambiar las películas, no sabías que fuera posible, pero ahora resulta una idea interesante. Tienes que admitir que hubo películas de las que desearías no haber tenido que tomar parte, aspectos de tu vida que hubieras preferido no ver ni experimentar.
Llegas a otro grupo a tiempo de escuchar disimuladamente a un hombre que dice: “sí, esto es la realidad, pero hay un lugar mejor al que todos iremos cuando muramos, si tenéis fe y seguís unas pocas reglas sencillas….”
En el grupo siguiente hay un gurú que exhorta a sus seguidores: “sí, podemos abandonar esta realidad, pero tenemos que ir todos juntos. Tened compasión de aquellos que se quedan viendo las películas….”
Continúas tu camino por la trasera de la sala de cine y vas cogiendo fragmentos de otros comentarios, del estilo “esto no tiene por qué ser tu realidad, tú tienes el poder de cambiarla y yo puedo mostrarte cómo hacerlo,” “el Amor lo es todo,” “silencia tu mente”. En toda esta confusión se te ocurre por fin que por primera vez puedes elegir qué hacer después. Lo sientes como algo que intriga y que también te asusta, porque acabas de dar el primer paso hacia la autorresponsabilidad y la autorrealización.platon4
Los Grupos en la trasera del cine
Cada grupo trata de descubrir cómo cambiar su realidad, normalmente con un líder que provee de guías a los seguidores, a menudo a base de textos, instrucciones o reglas por escrito. Cada uno de los Humanos-Adultos ha conseguido al menos una pizca de responsabilidad de sí mismo en este momento, incluso alguno de los grupos llegan a hablar de boquilla sobre el “cambio individual”.

Todo el mundo busca soluciones para aminorar el dolor y el sufrimiento de la vida, para cambiar la realidad a la que se sienten sometidos en las películas en 3D que les rodean.
También es posible que el contenido de las películas no cambie, pero que encuentres ciertas técnicas para llevar mejor el dolor y el sufrimiento infligidos por las películas. Unos Humanos-Adultos pueden aprender a conllevar eso mejor que otros. Incluso puedes tener toda clase de experiencias místicas o extrasensoriales, o momentos de “unión con Dios,” o de “unidad con Todo lo que Es,” también llamado “iluminación”. Puedes aprender a controlar los latidos de tu corazón, a tumbarte en una cama de clavos, a mover objetos y doblar cucharas, a hacer que aparezcan plazas de aparcamiento donde las necesitas, a hacer cirugía psíquica, a tener experiencias de fuera del cuerpo, a convertirte en telépata o clarividente, o incluso a levitar.
Si esos son tus objetivos puedes llegar a cumplirlos como Humano-Adulto en la trasera del cine, suponiendo que encuentres el grupo adecuado y te apliques diligentemente a la tarea.
Pero hay un problema. Uno muy grande, o varios muy grandes, de hecho.
Cuando llega a la trasera del cine, la mayoría de los Humanos-Adultos cree en última instancia que la vida no debería incluir ningún dolor o sufrimiento en absoluto, que tu realidad podría ser, de hecho, una vida de alegría, abundancia, poder y amor constantes y duraderos. El Cielo en la Tierra, si quieres.
El problema es que las respuestas no se pueden hallar en la sala del cine (ni aun siquiera en la trasera el cine). A veces algunos se han acercado mucho, pero nadie lo ha conseguido completamente porque eso no se puede conseguir completamente. Ningún Humano-Adulto va a encontrar alegría, abundancia, poder y amor constantes y duraderos mientras estén en la trasera del cine. No funciona así.

Estoy seguro de que ahora ya sabes cuál es la razón principal de que eso sea así: todos los Humanos-Adultos y todos los grupos a los que perteneces están todavía dentro de la sala de cine. Ninguno de los prisioneros liberados ha abandonado la Caverna de Platón.

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En esta imagen, una como pocas, encontramos no solo a los que estan en la sala de cine, sino también a los “grupos espirituales” que ven con más claridad la ilusión de las imágenes de la pantalla pero aun siguen estando dentro del cine

 

Repito, ninguno de los grupos en la trasera del cine produce nada ni remotamente cercano a lo que proclaman para un número aplastante de sus seguidores.
Nunca me he encontrado ni una sola persona entre esos miles de la que pueda decir que ha conseguido lo que el grupo prometía. ¿Tú sí?
La excusa más común que ponen los grupos para su ineficacia es que “no tenemos la gente suficiente en el grupo para hacer que funcione”. De manera que, de cuando en cuando, uno o más de esos grupos vuelven a la sala principal e intentan levantar de sus asientos a algunos Humanos-Niños para que se unan a ellos, con algún éxito algunas veces, basándose en la teoría de que más miembros en el grupo lo harán más eficaz.
Si alguno de esos grupos en la trasera del cine lograse producir verdaderamente alegría, abundancia, poder y amor constantes y duraderos, ¿no crees que la noticia se difundiría rápidamente y todos dejarían sus grupos y se unirían a ése? Si alguno de esos grupos tuviera éxito, aunque fuera moderado, al cambiar las películas o las reacciones de la gente hacia ellas y proveer por lo tanto un alivio real al dolor y el sufrimiento (más que ser simplemente una novedad temporal y bien promocionada), ¿no crees tú que habría más Humanos-Adultos llamando a su puerta para unirse a él? En lugar de eso lo que vemos en nuestra sala de cine son nuevos grupos que crecen como setas. ¿Qué otra prueba se necesita para ver que los grupos actuales no funcionan?
Para muchos Humanos-Adultos llega un momento en el que ya no pueden escapar ni negar lo obvio y deciden que el grupo concreto al que pertenecen en ese momento no funciona, que no logra crear el cambio que quieren. En ese momento se cambiarán sencillamente de grupo a otro diferente, convencidos aún de que algún grupo tiene que funcionar, que todo lo que tienen que hacer es seguir buscando el “correcto”. En el transcurso de la vida de un Humano-Adulto se puede llegar a pertenecer a unos cuantos de esos grupos, si no a docenas, intentando encontrar desesperada y fútilmente el que funciona, el que hace lo que dice que puede hacer, el que ofrece alegría, abundancia, poder y amor constantes y duraderos.

De cuando en cuando alguien mirará a la esfera negra que pende del centro de la sala de cine y verá esas luces brillantes que se disparan hacia las pantallas envolventes, y se preguntará de qué demonios va todo eso. Pero parece que casi nadie lo sabe.
Y la señal sobre la puerta del muro trasero dice: “No entrar, extremadamente peligroso.”

Stephen Davis – “Las mariposas vuelan libres”

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