Durante los años treinta, D. E. Harding se planteaba la pregunta ¿quién soy yo? Se dio cuenta de que cómo lo veían otros dependía de la distancia de éstos con respecto a él. Sus observaciones y reflexiones incluyeron lo siguiente: a pocos pies parecía un ser humano, pero más de cerca, era sólo un ojo, células, moléculas, átomos, electrones, y así sucesivamente, hasta llegar prácticamente a nada. Al alejarse, pero aún manteniendo la mirada sobre él, el observador externo perdía de vista su forma individual, la cual se absorbía dentro de la humanidad, vida, el planeta, el sistema solar, la galaxia. El mapa que Harding dibujó de sí mismo asemejaba una cebolla con muchas capas. La capa humana estaba a medio camino del centro.
La pregunta que consumía a Harding era: ¿quién o qué está en el centro? Esta pregunta era de vital importancia en parte porque se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial, Harding se encontraba en la India, y se cernía la amenaza de una invasión proveniente del este. El deseaba descubrir quién era realmente antes de morir. De cierta manera, cualquier otra pregunta había pasado a segundo plano ante ésta: ¿quién soy realmente?
Harding descubrió finalmente qué o quién estaba en el centro, pero no pensando, sino simplemente mirando. Este momento está descrito en su libro “Vivir sin cabeza” (“On Having No Head”, Arkana). Fundamentalmente, se dio cuenta de que podía ver sus piernas, brazos, tronco, pero no su cabeza. Desde su punto de perspectiva no tenía cabeza. En vez de su cabeza no había nada–sólo un espacio despejado y vacío. Y en este espacio estaba el mundo. Había “perdido la cabeza y ganado el mundo”.
Esta experiencia corresponde a lo que en otras tradiciones se puede llamar Liberación, Iluminación, ver a Dios, ver el Vacío, estar centrado.
Se levantaba a mitad de la noche, decidido a registrar todo lo que fluía a través de él. Esta simple percepción y visión directa en su identidad esencial, hizo que de pronto todo lo que había estado leyendo y pensado cobrase sentido. Pronto se dio cuenta de que si quería presentar esta nueva percepción al mundo de manera seria, necesitaría saber mucho más de ciencia, de historia, de psicología, de filosofía de literatura. Necesitaba autoeducarse. De regreso a Inglaterra, tras la guerra, se tomó un año libre de la arquitectura para estudiar, para reunir todas sus ideas juntas en un libro. Bueno, un año libre que se convirtieron en dos, en cinco ¡y en más! Trabajaba catorce horas al día sin vacaciones. Cuando por fin hubo terminado envió el manuscrito a C.S. Lewis. Lewis contestó con tonos extasiados: ‘ ¡Demonios! usted me ha embriagado hasta el extremo, como nunca lo había estado antes con un libro (con un libro de doctrina quiero decir; los trabajos imaginarios son otro asunto) desde que leí por primera vez a Bergson durante la Primera Guerra Mundial. ¿Quién o qué eres? ¿Cómo es que he vivido cuarenta años sin haber oído antes de tí? la sensación que tengo es que usted ha escrito un libro de la más alta genialidad. “La Jerarquía del Cielo y la Tierra” fue publicada por Faber&Faber en 1952. Aunque hasta ahora esta obra es poco conocida, personalmente pienso que puede llegar a colocarse entre uno de los mayores trabajos de filosofía del siglo XX. La versión publicada es sólo un resumen del manuscrito original, el cual consta de 800 enormes páginas con diagramas, citas y referencias en el margen de cada página. Es verdaderamente una obra maestra.
Los Exclusivos Hermanos de Plymouth han tenido un efecto profundo sobre la vida de Harding. En cierto sentido, Harding no se ha apartado en absoluto de las raíces de su fe de niñez. Quizás él es tan fundamentalista como su padre. Él dio una vuelta a su atención y despertó al fondo de su ser. Este fondo es, en el sentido estricto de la palabra, indescriptible, aún así es totalmente accesible y autovalidable, no necesitando de ninguna mediación externa o confirmación. Harding argumenta que el acceso al conocimiento del ser no es propiedad de ninguna religión o clero. Es el derecho de nacimiento de todo el mundo, es una cosa sobre la cual cada uno de nosotros tiene realmente la autoridad.
Artículos publicados