Esta idea tiene que ver con la concepción psicoanalítica de Sigmund Freud, pero esta no es la única.
Nació el 23 de marzo de 1900 en Frankfurt del Main (Alemania).
Hijo único de Rosa Krauze y el comerciante de vinos ortodoxo-judío Naphtali Fromm.
Tan sólo tenía catorce años cuando estalló la I Guerra Mundial, quedando realmente impresionado por la naturaleza de la conducta humana siendo incapaz de comprender un acto tan irracional.
Entabla contacto con la Escuela de Frankfurt donde trabaja en estrecho contacto con Herbert Marcuse, Walter Benjamin y Theodor Adorno. En 1933 viajó a los Estados Unidos, país donde se instaló y nacionalizó por el ascenso de Hitler al poder.
En 1949 se traslada a Cuernavaca (México), de cuya universidad sería profesor. Casado con Henny Gurland, vivió junto a ella en este país para cuidar de su salud. Sin embargo, Henny no se recobró y murió en 1952. Fromm no abandonó México, sino que se dedicó a formar psicoanalistas.
Una vez que el psicoanálisis se había asentado en Europa, fueron apareciendo otras propuestas de esta corriente psicoloçógicas, algunas de las cuales enfatizaban nuestra capacidad para llegar a ser libres y decidir nuestra trayectoria vital. El psicoanálisis humanista de Erich Fromm es un ejemplo de ello. En esta biografía, explicaremos quién fue este importante psicoanalista.
Durante los años 30, cuando los nazis se hicieron con el control de Alemania, Erich Fromm se trasladó a Nueva York, donde abrió una consulta clínica basada en el psicoanálisis y empezó a dar clases en la Universidad de Columbia. A partir de ese momento fue popularizando un psicoanálisis con fuertes influencias de la filosofía humanista, que ponía énfasis en la capacidad del ser humano para llegar a ir volviéndose más libre y autónomo mediante el desarrollo personal.
El optimismo de su visión humanista de las cosas no se expresaba a través de la negación del dolor, sino a través de una idea muy potente: que podemos hacerlo soportable dándole significado. Esta idea, por cierto, la compartía con otros psicólogos humanistas de la época como por ejemplo Viktor Frankl.
La vida, decía Fromm, está irremediablemente ligada a los momentos de frustración, dolor y malestar, pero nosotros podemos decidir cómo hacer que eso nos afecte. El proyecto más importante de cada persona consistiría, según este psicoanalista, en hacer que estos momentos de incomodidad encajen en la construcción de nosotros mismos, es decir, el desarrollo personal.
Erich Fromm creía que la principal fuente de malestar humano proviene del roce entre el individuo y los demás. Esta tensión constante parte de una contradicción aparente: por un lado queremos ser libres en un mundo en el que convivimos con muchos otros agentes, y por el otro queremos trazar lazos afectivos con los demás, estar vinculados a ellos.
Expresado en sus términos, podría decirse que una parte de nuestro yo está hecha para estar en unión con los demás. Sin embargo, por nuestra propia naturaleza de seres con un cuerpo distinto al de los demás, nos vemos separados del resto y, hasta cierto punto, aislados.
Erich Fromm creía que este conflicto puede ser abordado desarrollando nuestra capacidad de amar. Amar del mismo modo a los demás y todas aquellas cosas que nos convierten en una persona única, con todas sus imperfecciones. Estas misiones tan ambiciosas eran, en realidad, un único proyecto, consistente en desarrollar amor hacia la vida en sí misma, y así quedó plasmado en la famosa obra El arte de amar, publicada en el año 1956.
Requerido por las más prestigiosas universidades, (New School, Yale, Columbia), junto con Karen Horney, Harry S. Sullivan y Abram Kardiner, dio vida a la llamada Escuela Neo-freudiana “culturista”, la forma más importante de revisionismo del psicoanálisis surgida en Estados Unidos, y que fue rechazada por los ortodoxos y criticada por N. O. Brown, por dar una lectura parcial de los textos freudianos.
Fromm no fue un psicoanalista convencional, sino más bien un agudo, aunque a veces sectario, psicólogo social o tal vez un librepensador, crítico de ideologías políticas, religiosas y terapéuticas, y un valiente investigador e innovador. Como ejemplo basta citar su Budismo zen y psicoanálisis (1960), escrito en colaboración con D. Suzuki y R. de Martino.
Sus propuestas psicoanalíticas se alejan así del primer psicoanálisis orientado a hacer que las personas sufran lo menos posible, y prefieren enfocarse hacia el desarrollo del máximo potencial de las personas en un proceso que, en sí mismo, podríamos llamar “felicidad”. Es por eso que, aún hoy en día, la lectura de las obras de Erich Fromm gozan de mucha popularidad por considerarse inspiradoras y con un trasfondo filosófico rico.
Del tener al ser
El amor a la vida
El arte de amar
La vida auténtica
El arte de escuchar
El dogma de Cristo
El humanismo como utopía real
El miedo a la libertad
Espíritu y sociedad
Ética y política
La atracción de la vida
La condición humana actual
La crisis del psicoanálisis
La patología de la normalidad
Lo inconsciente social
Sobre la desobediencia
Y seréis como dioses
Anatomía de la destructividad humana
El corazón del hombre: su potencia para el bien y para el mal
Ética y psicoanálisis
Grandeza y limitaciones del pensamiento de Freud
La misión de Sigmund Freud: su personalidad e influencia
La revolución de la esperanza: hacia una tecnología humanizada
La sociedad industrial contemporánea
Marx y su concepto del hombre
Psicoanálisis de la sociedad contemporánea: hacia una sociedad sana
Sociopsicoanálisis del campesino mexicano: estudio de la economía y la psicología de una comunidad rural
El lenguaje olvidado
Psicoanálisis y religión