Ni excepciones ni circunstancias especiales pueden justificar el asesinato de una persona. El asesinato es la violación más vulgar de la Ley de Dios, tal como está expresada en todas las enseñanzas religiosas y en la conciencia de todas las personas.
El servicio militar corrompe a la gente, porque los militares, en tiempos de paz, se complacen en la holgazanería más absoluta. Carentes de un trabajo útil, se ven libres de las obligaciones de tal trabajo. A cambio, inventan nociones de honor del regimiento, o de la bandera, o de la subyugación total de una persona por otra.
Cuando los civiles irrumpen en estas circunstancias, se avergüenzan de ese modo de vida. Los militares, al contrario, se enorgullecen de él y se jactan de su forma de vivir, sobre todo durante períodos de guerra. Dicen: «Estamos dispuestos a arriesgar nuestras vidas en la guerra y, por lo tanto, necesitamos esta vida disoluta y despreocupada, y tenemos derecho a ella».
El mismo principio divino habita en todas las personas, y ninguna persona ni grupo de personas tiene derecho a destruir esta relación entre el principio divino y un cuerpo humano, es decir, a tomar una vida humana.
León Tolstoi
LA FRAGILIDAD DEL AMOR
No penséis que el amor es eterno. Es muy frágil. Es tan frágil como una rosa. Por la mañana está ahí, y por la noche se ha ido. Cualquier cosa pequeña puede destruirlo.
De hecho, cuanto más elevada es una cosa, más frágil es. Ha de ser protegida. Una piedra permanecerá, pero una flor desaparecerá. Si arrojáis una piedra contra una flor, la primera no saldrá dañada, pero la segunda será destruida.
El amor es muy frágil y delicado. Hay que ir con mucho cuidado con él. Se puede causar tanto daño como para que la otra persona se cierre y se ponga a la defensiva. Así es como nos cerramos. Si lucháis demasiado, el otro comenzará a escapar de vosotros; se tornará más y más frío, más y más cerrado, para no volver a ser vulnerable a vuestro ataque. Entonces lo atacaréis más porque os resistiréis a esa frialdad. Se puede convertir en un círculo vicioso.
Y así es como se separan los amantes. Se alejan el uno del otro y creen que el otro es el responsable, que el otro los ha traicionado.
De hecho, tal como yo lo veo, ningún amante ha traicionado alguna vez a nadie. Es solo la ignorancia la que mata el amor, nadie lo traiciona. Los dos querían estar juntos, pero, de algún modo, ambos eran ignorantes. Su ignorancia les jugó malas pasadas que se multiplicaron.
Osho