Un pescador que salió temprano, por la mañana, para pescar, cuando aún estaba oscuro.
Su pie tropezó con algo que parecía una bolsa, que probablemente había llegado arrastrada por la marea, desde algún barco naufragado.
La recogió, la abrió y se dio cuenta de que contenía pequeñas piedras; las agarró y se entretuvo, hasta el amanecer, arrojándolas lejos, en el mar, para ver si podía calcular, por el ruido que producían, la distancia a que había lanzado cada una. Pues bien, cuando comenzó a amanecer, miró dentro de la bolsa y vio allí tres piedras preciosas.
¡Dios!, ¡había estado llena de piedras preciosas y él no se había dado cuenta!
¡Demasiado tarde!, demasiado tarde…
¡No era demasiado tarde! ¡Quedaban tres piedras todavía! No era demasiado tarde, no era demasiado tarde…aún quedaban tres piedras…..
A. De Mello