Establécete en la QUIETUD 5/5 (3)

El maestro le insistía al discípulo una y otra vez sobre la necesi­dad de cultivar la quietud de la mente. Le decía:

-Deja que tu mente se remanse, se tranquilice, se sosiegue.

-Pero ¿qué más? -preguntaba impaciente el discípulo.

-De momento, sólo eso -aseguraba el maestro.

Y cada día exhortaba al discípulo a que se sosegase, superando toda inquietud, y a encontrar un estado interno de tranquilidad. Un día, el discípulo, harto de recibir siempre la misma instrucción, preguntó:

-Pero ¿por qué consideras tan importante la quietud?

El maestro le ordenó:

-Acompáñame.

Le condujo hasta un estanque y con su bastón comenzó a agi­tar las aguas. Preguntó:

-¿Puedes ver tu rostro en el agua?

-¿Cómo lo voy a ver si el agua está turbia? Así no es posible -re­plicó el discípulo, pensando que el maestro trataba de burlarse de él, y agregó-: Si agitas el agua y la enturbias, no puede reflejarse          claramente mi rostro.       .

Y el maestro dijo:

-De igual manera, mientras estés agitado no podrás ver el ros­tro de tu Yo interior.

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