Erase una vez una olita pequeñita que vivía muy alegre junto a otras olitas, allí mar adentro.
A ella le gustaba mucho saltar y disfrutar de la compañía de sus compañeras. Tenía fama de ser muy alegre y divertida.
Un día por eso de las corrientes marinas, nuestra protagonista se fue desplazando hacia tierra y cuál no sería su desconsuelo cuando observó en uno de sus saltos, que las otras compañeras que le precedían terminaban rompiéndose contra el acantilado, o desapareciendo entre la arena de la playa, o fruto del reflujo marino, eran desplazadas hacia otras costas.
Toda compungida se volvió hacia su mejor amiga que se encontraba asustando a las gaviotas y le dijo:
-‖Qué ignorante eres. Estás jugando y divirtiéndote sin haberte dado cuenta que dentro de poco, cuando la corriente nos lleve hacia la tierra, desapareceremos para siempre y no nos volveremos a ver‖.
Y su amiga, la otra ola, le contestó:
-‖Ignorancia la tuya, que todavía no te has dado cuenta que lejos de desaparecer estaremos juntas para siempre, porque entre todas somos… EL MAR!.