El filósofo Xanto de Lídia, autor de las Lidiacas, le dijo una mañana a su criado que trajese lo mejor que encontrase en el mercado, pues tenía convidados a comer aquel día a varios amigos.
Llegó la hora del convite, y el criado sirvió los platos, que con gran asombro del filósofo consistían en un único manjar de lengua de ternera de diversas maneras aderezada.
Perdida la paciencia al ver que el criado no servía otro manjar, el filósofo le dijo:
-¿No te mandé que trajeras lo mejor que encontraras en el mercado?
– Así lo hice. ¿No es la lengua el órgano de las relaciones sociales, de la elocuencia, de la afectuosidad y del culto y adoración de los dioses?
– Pues mañana tráete lo peor que encuentres en el mercado.
Al día siguiente se reprodujo la escena, pues en la comida sólo sirvió el criado cuatro guisos diferentes de lengua de ternera. El filósofo exclamó en tono de reconvención:
– ¿No te dije que trajeras lo peor que encontraras en el mercado?
– Así lo hice. ¿No es la lengua el órgano de la blasfemia, dela difamación y la mentira?