Cando el dueño de la tienda les ofreció posada por aquella noche, Hellen pensó en dos cosas. Que el regreso por el bosque sería realmente peligroso con aquellos lobos recién llegados de que hablaba el viejo. Y que sus tres pequeños hijos de diez, ocho y tres años, estarían solos, esperándolos en la casa. Casi se arrepintió de haber venido al pueblo de compras aquella tarde. Angustiada pidió a su esposo, que finalizaba en ese momento de cargar los víveres en el trineo, que emprendieran el regreso de inmediato. Un momento después, ella estaba acomodada al frente del trineo y el hombre de pié detrás hizo sonar el látigo como indicación para que los perros iniciaran la marcha. Faltaba poco para anochecer cuando iniciaron el cruce del bosque. Como otros cazadores de osos de mediados del siglo diecinueve en las heladas estepas del norte de Dakota, aquellos esposos sabían muchas cosas. No solo podían poner trampas, desollar osos y curarsus pieles. Sabían también como atacaban los lobos. Los más jóvenes iniciaban una persecución azuzando a los perros hasta extenuarlos. Luego el resto de aquellos hambrientos animales disfrutaba del «botín» de víveres y perros.
Hellen, que era una mujer piadosa, oraba con fervor a Dios pidiéndole apartar de ellos aquellos lobos. No dudaba que recibiría la ayuda solicitada. Y sin embargo, los temibles animales aparecieron bien pronto. Su esposo trataba de apartarlos con el látigo, pero no pudo impedir que los perros iniciaran una loca carrera halando tras sí el trineo que él apenas podía controlar. La mujer, angustiada oraba con más fé, pero Dios no apartaba aquellos terribles lobos de su camino, y esto la angustiaba y la hacía preguntarse repetidamente el porqué. De pronto, allá a lo lejos divisó una luz intensa. ¡Era su casa en llamas! En cuanto llegaron, los dos corrieron a salvar a sus hijos. Los lobos, asustados por el fuego, huyeron en retirada.
Se dio cuenta claramente que si no hubieran sido azuzados, sus perros habrían tardado tres veces más en el recorrido … y sus niños habrían perecido calcinados. Fue entonces cuando Hellen comprendió por que Dios le había mandado los lobos.
¿Lo comprenderemos en nuestro caso, usted ó yo?
LO NEGATIVO: Quejamos amargamente de los «lobos» que surgen en nuestra vida.
LO POSITIVO: Comprender que gracias a ellos, aceleramos nuestro desarrollo.
Libro: Positivo y Negativo de Emilio Santamaria