Una reveladora instrucción para hacer tus meditaciones

Esta historia de los tres hermanos ilustrará sobre esta importante instrucción que debes saber para poder meditar

Una madre entró con sus tres hijos en una ciu­dad metropolitana. Los hijos querían ver la ciudad.
La madre dijo: “¡Tened cuidado! Siempre que cru­céis la calle, mirad el tráfico. Regresad sanos y sal­vos por la noche”. Los hijos se marcharon. No regresaron por la noche porque fueron a parar a un hospital. Los coches les golpearon cuando cruzaban la calle. La madre les había dicho que miraran si había tráfico cuando cruzaran la calle. Entonces, ellos cruzaron la calle sólo cuando había tráfico. Miraron que hubiera tráfico y cruzaron. No enten­dieron lo que les había dicho su madre. La madre quería decir que debían moverse cuando la calle estuviera libre de coches y que se asegurasen de que no había tráfico cuando cruzaran.
¿Qué es la Verdadera Meditación?
Los estudiantes quieren meditar. Pero sus me­ditaciones, un color, un sonido, un escenario, una forma divina y etc. Todo esto son pensamientos. Los pensamientos son los vehículos del tráfico. Los estudiantes se van golpeando con los pensa­mientos. No pueden ir más allá del pensamiento. No pueden traspasarlo. La meditación debería permitir pasar a través del plan del pensamiento. Sentarse y pensar no es meditación. Pensar en cosas divinas tampoco es meditación. La meditación es el estado en que no prevalece ningún pen­samiento. La meditación ocurre cuando uno puede pasar por el espacio entre dos pensamientos. La madre de la historia quería que sus hijos se movie­ran entre los espacios del tráfico. El maestro tam­bién se mueve con destreza por los espacios hasta el otro lado. Es el espacio entre dos vehículos, dos pensamientos, el que te lleva al Ser Uno. Algunos Maestros llaman a estos espacios “interludios” o “intervalos”.

La meditación diaria es, por tanto, para observar los pensamientos y pasar a través de los espacios entre pensamientos.

O bien observar los pensamien­tos hasta que se agotan. Si uno se sienta durante mucho rato, todos los pensamientos se agotan, igual que cesa todo movimiento de vehículos en un mo­mento u otro de un día de 24 horas. Entonces se ve la calle, se ve el espacio, se ve el otro lado. Cuando no hay tráfico de pensamientos, uno puede ver el camino para desplazarse al otro lado.

La técnica es observar nuestros propios pensamientos. Esto debe hacerse durante muchos años de práctica. Los pensamientos no dejan observar a la persona. Los pensamientos secuestran a la persona. Cada vez que uno es secuestrado por un pensamiento, se debe hacer un esfuerzo para volver a ser de nuevo un observador.
Los pensamientos causan movimientos de ener­gía. Cuando uno tiene la facilidad de ser un observa­dor de sus propios pensamientos, queda aparte de estos movimientos. Sólo con su cooperación se mueven los pensamientos. Sólo son su cooperación hay el movimiento de pulsación y respiración. Cuan­do uno tiende a observar los pensamientos, la tasa de producción de pensamientos se reduce gradual­mente. Junto a ello también se reduce la velocidad de la respiración. A medida que el movimiento se redu­ce, el estudiante que practica empieza a experimentar la comodidad de estar dentro.

Así, el estudiante se convierte en el que está dentro, el morador. Esto lleva gra­dualmente a entender que el morador interno tiene acceso al mundo sutil para experimentar, cuya ale­gría es muchas veces mayor que la de todas las experiencias del mundo denso

Parvathi Kumar: Las enseñanzas de Sanat Kumara

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