¿Fue el deseo de realización de Buda, un deseo?
Sí, fue un deseo. Buda lo deseó. Cuando Buda dijo: “No quiero dejar este lugar. No me iré hasta conseguir la Iluminación”, se trataba de un deseo. Y con ese deseo, se estableció un círculo vicioso. Pese a tratarse de Buda, se estableció.
A causa de su deseo, Buda no pudo alcanzar la Iluminación durante mucho tiempo. Debido a él, estuvo buscando y buscando durante seis años. Hizo todo lo posible, todo lo que podía hacerse. Lo intentó todo, pero no se aproximó ni un centímetro; siguió siendo el mismo, más frustrado incluso. Había renunciado al mundo, lo había dejado en busca de la Realización, y no había obtenido nada. Durante seis años, continuamente, se esforzó de todos los modos posibles, pero no alcanzó nada con ello.
Hasta que un día. hallándose Buda cerca del Bodhi Gaya, se bañó en el Niranjana, el río que pasa por allí. Estaba tan débil, su cuerpo estaba tan debilitado por los días de ayuno, que fue incapaz de salir del agua. Un pensamiento le vino a la mente. Si se hallaba tan débil que apenas podía cruzar aquel pequeño arroyo, ¿cómo iba a poder cruzar el océano de la Existencia? Así, aquél día, incluso el deseo de alcanzar la Realización se convirtió en algo fútil. Dijo, “¡Ya hasta”‘
Salió del agua y se sentó bajo un árbol, el árbol Bodhi. Esa noche el deseo de alcanzar la Iluminación desapareció. Había estado deseando el mundo y descubrió que sólo era un sueño; y no sólo un sueño: una pesadilla. Durante seis años, sin cesar, había estado deseando la Iluminación, y también había resultado ser otro sueño. Y no sólo un sueño; resultó ser incluso una pesadilla más intensa.
Se hallaba completamente frustrado. No quedaba nada que desear. Había conocido al mundo muy bien, lo había conocido muy bien, y no podía ya retroceder. No quedaba allí nada para él. Había conocido todas las prácticas de las mal llamadas religiones, de todas las religiones importantes de la India; había puesto en práctica todas esas enseñanzas, y no había llegado a ninguna parte. No había nada más que pudiera intentar, no le quedaba ninguna motivación, de modo que simplemente se dejó caer en el suelo cerca del árbol Bodhi y permaneció allí durante toda la noche; sin ningún deseo. No quedaba nada por desear; el desear en sí, se había vuelto fútil.
Por la mañana, cuando despertó, la última estrella estaba desapareciendo. Miró la estrella y por primera vez en su vida sus ojos miraron sin que hubiera bruma alguna, porque no tenía ningún deseo. La última estrella estaba desapareciendo, y, con esa estrella, algo en él también desapareció: el ego. Porque el ego no puede existir sin desear. Y se Iluminó.
Esta Iluminación llegó cuando hubo desaparecido todo deseo. Y seis años de desear la habían estado conteniendo. En realidad, eso sucede solamente cuando sales del círculo. Por eso Buda, al desear la Iluminación, tuvo que vagabundear sin rumbo durante seis años. Este momento de transformación, este salto fuera del círculo, fuera de la rueda de la vida, solamente llega, solamente sucede, cuando no existe el deseo. Buda dijo, “Lo alcancé cuando dejó de haber una mente que deseara alcanzarlo; lo encontré cuando dejó de haber búsqueda. Solamente sucedió cuando no hubo esfuerzo”.
Esto es, de nuevo, difícil de comprender, porque a través de la mente no podemos entender nada que implique ausencia de esfuerzo. Mente significa esfuerzo. La mente puede manejarlo todo, puede habérselas con cualquier cosa que pueda “ser hecha”, pero la mente no puede ni siquiera imaginarse nada que pueda “suceder por sí mismo” y que no pueda “hacerse”. La facultad de la mente es hacer algo; es un instrumento para “hacer”. La facultad misma de la mente es alcanzar algo, satisfacer algún deseo.
De la misma forma que es imposible oír con los ojos o ver con las manos, es imposible para la mente imaginarse o sentir eso que sucede cuando no estás haciendo nada. La mente no tiene memoria de eso. Solamente registra las cosas que pueden ser hechas y las que no pueden ser realizadas; sabe solamente de aquello en lo que tiene éxito y de aquello en lo que fracasa. Pero no sabe nada de eso, de lo que sucede cuando no se hace nada. Así pues, ¿qué hacer?
Empieza con un deseo. Ese deseo no te conducirá hasta el punto en que “eso sucede por sí mismo”, pero ese deseo puede llevarte hasta ver la futilidad de ese mismo deseo. Uno ha de empezar con el desear; es imposible empezar sin desear. Si pudieras empezar desde el no‑desear, entonces “eso que sucede por sí mismo” sucedería ahora mismo; entonces no se necesitaría ningún método, ninguna técnica. Si pudieras empezar sin desear, en este mismo instante “eso” sucedería. Pero es imposible.
No puedes empezar sin desear. La mente convertirá ese no desear en objeto de deseo. La mente dirá,”De acuerdo, trataré de no desear”. Dirá,”Realmente parece fascinante. Trataré de hacer algo para que este no‑desear suceda”. Pero la mente ha de tener algún deseo. Solamente puede partir del deseo, pero puede que no acabe en el deseo.
Uno ha de empezar deseando algo que no puede ser alcanzado por el desear. Pero si eres consciente de esto, si eres consciente del hecho de que deseas algo que no puede ser deseado, te ayudará. Esa consciencia del hecho, te ayuda. Entonces, en cualquier instante, podrás dar el salto. Y cuando saltes, no habrá deseo.
Has deseado el mundo, ahora deseas lo Divino. Por ahí es por donde se empieza. Y pese a ser un comienzo erróneo, has de empezar de este modo debido a este mecanismo innato de la mente. Es la única forma de cambiarlo.
Osho