¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos a la feria! ¡Puedo ver que ya estáis todos sentados en el carrusel! ¡Es genial cómo estáis conduciendo! Tenéis un cochecito impecable, con un acelerador y un freno. Pero, sobre todo, tenéis un volante, que podéis girar a cualquier lado, y eso es justo lo que estáis haciendo; aunque curiosamente, por mucho que movéis el volante, o ponéis el pie en el acelerador, o metéis el freno, el coche sigue viajando en la misma dirección.
Así es como funciona tu “yo” (el llamado “ego”). Se dirige hacia la izquierda, se dirige hacia la derecha, y nunca está completamente contento con el resultado. Él piensa: “Voy a echar un vistazo a los otros. ¿Cómo están conduciendo? ¿Qué está haciendo ese tipo de ahí? Aquel otro de allí está sin duda desplazando su peso más en la curva. Creo que voy a intentar eso también”. Pero nada cambia. El cochecito sigue dando vueltas y vueltas.
De vez en cuando el carrusel se detiene. Una breve pausa. Los tibetanos llaman a esto “bardo”. Luego buscas otro vehículo. “Vamos a intentar con el caballito. Cabalgaré durante un tiempo. ¡Tal vez ese sea mi destino!” ¡Muy inteligente por tu parte! O quizás para ser realmente sabio, tomas la pequeña moto, porque toda esta conducción te ha agotado y te ha dejado lleno de humildad.
Durante toda esta conducción tu ego madura enormemente. Y si por casualidad estás apuntando en la misma dirección que el carrusel, entonces puedes triunfar: “¡Vaya, lo hice muy bien! ¡Ahora, creo que ya lo tengo!” Ahora has descubierto cómo funciona todo esto. “Tengo el control completo. ¡Mira aquí!” Estás en armonía con el cosmos, en armonía con la creación. Un ego que es tan coherente, conduce en la misma dirección que lo hace el carrusel. “¡Mira, cómo puedo conducir! ¡Todo el carrusel se mueve porque yo estoy dirigiéndolo de esta manera! ¡Aquí, mírame!”
Si has dominado el arte de esta manera incomparable, entonces incluso puedes decir a los demás cómo deben conducir. “¡Esta es la manera cómo tienes que hacerlo, como yo!”
Ahora eres un conductor totalmente despierto. “¡Seguidlo!” exclaman algunos otros con entusiasmo. Lo mejor sería hacerte cargo de todo el autobús: “¡Suban a bordo, todo el mundo, y siéntense detrás de mí! ¡Yo soy uno con el carrusel!” Entonces eres un gurú.
Si deseas estar activo más silenciosamente, por supuesto puede asumir otras tareas importantes, como conducir el camión de bomberos o la ambulancia. ¡O puedes simplemente seguir a la ambulancia, para estar en el lado seguro!
En todo esto es importante que mantengas una visión general. Que presiones el pedal del acelerador en el momento justo y lo sueltes en el momento justo, y sobre todo que conduzcas con gran habilidad. Eso ayuda a los demás. De esta manera no sólo mantienes tu vehículo perfectamente en ruta, ¡sino que también contribuyes al éxito del recorrido de todo del carrusel! ¡Ojalá todo el mundo condujera de esta manera! ¡Tienes todo bajo control!
Hasta que un día, accidentalmente sueltas el volante. ¡Ay! Ahora estás sorprendido. ¡También funciona por sí mismo! ¡Esto se impulsa por sí mismo! Exactamente, el Ser está conduciendo. Tú no tienes que esforzarte. Puedes reclinarte hacia atrás y disfrutar del viaje, del Ser. Él siempre conduce directamente a la felicidad.
Extracto tomado del libro de Karl Renz: El mito de la iluminación.