El tema no pretenderá hablar sobre el tan viejo argumento de la existencia o inexistencia de Dios. Es más, lo pondré de este modo:
El concepto de Dios parece ser más de lo que cualquier teología o filosofía pueda decir hasta ahora.
Desde el punto de vista bíblico y coránico, el concepto de lo Absoluto parece ser, muy en el fondo y entre sí, radicalmente opuestos. Por un lado, el cristianismo afirma que Dios es una manifestación de tres personas sin dejar de ser Uno (de ahí que, es “lógico” que la mayoría de cristianos llamen a su Dios: Padre o Hijo, sin problema alguno, siendo hipóstasis cosustancialmente unidas). Y por otro lado, el islam considera a Dios como una Unidad sin nada comparable. Pero también hay un tercer punto de vista, y es el hindú: lo Absoluto es una Unidad Múltiple, un solo Principio con incontables formas, o como diría Alain Daniélou: “Todos los objetos, todos los fenómenos naturales, las plantas, los animales, pero también todos los aspectos del hombre pueden ser puntos de partida para acercarse a lo divino” (Shiva y Dionisos).
No obstante, el islam también tiene, si se le ve dentro de sus propios preceptos y dogmas, esta “lógica”. Para un musulmán, la Trinidad misma y la Trimurti vendrían a ser no muy diferente a considerarse algo “idolátrico”, para aquellos. Del mismo modo, para el cristianismo, la noción de Dios en el islam viene a ser “incompleta” y la Trimurti, simple paganismo. Las tendencias hindúes no parecen tener problemas al considerar a su Dios, ya sea como visible o invisible, como trascendente o inmanente, como Creador del Univero y a la vez, como el Universo mismo; y esto resultaría ser algo “escandaloso” tanto para musulmanes como para cristianos.
Pero es fácil mostrar inclinaciones por una o por otra concepción (o quizá, por ninguna) sin que se haya visto lo suficiente de todas ellas. De modo que se expondrá aquí tres nociones importantes dentro de tres religiones diferentes: el islam (Tawhid y Shirk), el cristianismo (la Unión Hipostática) y el hinduismo (Isvara y Brahman). Y si se les ve bien, dichas nociones pueden ser válidas desde sus propios sistemas, desde su propia interioridad, pero son incapaces de neutralizar los sistemas de los otros dos.
Trataré de mostrar estos términos para la comprensión del lector.
Tawhid: según este término, significa “reducir algo a la unidad”, en materia de ser algo simplísimo. Esto consiste en ver a Allah (Dios) como el único ilah (dios), es decir, como lo único sobrenatural. Todo aquello que no es Allah, es jalq, esto es, Su Creación. Con esto, podríamos poner la teología islámica en una óptica dualista.
Por un lado, la absoluta trascendencia y poder de Allah y su creación. Fuera de eso, nada. De este modo, nada hay que merezca la adoración sino Dios, según el islam. Adorar algo que no sea directamente Él, sería considerado como shirk, asociación o adoración de otra cosa. Así es como el islam considera a cualquier otra religión, incluida la cristiana. De este modo, si para judíos y cristianos, el término paganismo o idolatría resulta simplemente la adoración de imágenes que no sean Dios, el islam va un paso más allá. El término shirk implica cualquier tipo de asociación. La Trinidad misma, como cualquier panteón de los dioses antiguos, también estaría dentro de la denominación shirk.
El Absoluto que concibe el islam, es por entero Uno (Unidad) y además, Único (Unicidad). Es Uno en la misma medida que las demás religiones abrahámicas, esto es, afirma también su carácter monoteísta. Pero también, mencionar que Dios es Únicoimplica que su naturaleza es por entero indesligable de sí mismo y de sus cualidades, que nada se le puede asemejar, representar o asociar. Dios no es “Padre” ni “Madre”, ni “Hijo”, ni tiene intermediarios. Dios es Creador de todo, de la vida y de la muerte, de todo cuanto existe, sea bueno o malo. Véase la sura 5, 72 y sobre todo, en la famosa sura 112.
Trinidad: la denominación teológica constituye el misterio fundamental de la fe de la mayoría de cristianos. Decimos “la mayoría”, pues, la perspectiva de los Testigos de Jehová, de los Unitarios y otros, no comparte esta concepción que se tiene del Dios de los cristianos. Viendo, tanto el Antiguo y Nuevo Testamento, se dan muestras de que Dios no solo constituye una sola persona, si bien sí un solo Ser. “Y dijo Dios: hagamos al hombre, según nuestra semejanza…” (Gen 1; 26). “[Y dijo Dios]: Bajemos entonces, y una vez allí, confundamos su lengua, para que ya no se entiendan uno a otros” (Gen 11; 7).
No obstante, ¿cómo tratar de entender esto que en Dios, siendo un solo ser, constituyen también tres personas, iguales en toda dignidad? Aquí entra una denominación fundamental en la teología del catolicismo: unión hipostática. El término hipóstasis ya estaba planteado en el pensamiento de Platón, pero aún más, en Plotino. Podemos decir que la hipóstasis es sinónimo de persona, o también como “el ser o la sustancia, del cual los fenómenos son su manifestación”. Hipostasiarse se entiende también como manifestarse, fenomenizarse, “darse efectivamente a conocer”, sin que en el “darse”, pierda o gane algo en su naturaleza; es decir, tanto como sustancia y como fenómeno, el ser se mantiene igual a sí mismo. No hay degradación ni aumento. No obstante, la denominación de sustancia se fue aplicando más a lo general de los entes, mientras que la concepto de hipóstasis se centró más en lo individual, y por ello, la denominación de persona.
Si bien la hipóstasis en el cristianismo tiene influencias neoplatónicas, su diferencia radica justamente aquí. En Plotino, sus tres hipóstasis (lo Uno, el Nous y la Psyché) son gradual y jerárquicamente diferentes (una mayor que la anterior y superior a la siguiente); en la cristiandad, sus tres hipóstasis (Padre, Hijo y Espíritu Santo) mantienen igual constitución y valor real, pero con el problema de estar siempre y ontológicamente separados del mundo, dejándolo a este como un no- ser en absoluto: siendo Dios, en esta creencia, el Ser, fuera de Él nada hay como un ser en sí mismo.
Digamos que en el primer caso, son hipóstasis degradadas, (todas iguales, pero a la vez, totalmente diferentes: a>b>c) y en el segundo, son hipóstasis cerradas (iguales, pero a la vez, diferentes: a=b=c). Así, pues, la Unión hipostática en la cristiandad es la “unión de dos naturalezas en una sola persona, sin que se gane o pierda algo en su misma naturaleza”. Con lo que, si bien Dios se hizo hombre, se manifestó, no perdió nada de su constitución ontológica. Cristo no es, pues, “medio Dios” y “medio hombre”, sino todo Dios y todo hombre. Una creencia bastante válida si asumimos que existe un Dios omnipotente y que este puede, efectivamente (siendo eterno), encarnarse (para ser temporal).
Isvara es el Dios personal que toda religión (monoteísta o pagana) concibe o representa. Si nos centramos en esta noción india, Isvara es la Divinidad que compila en sí, tanto a las multiformes manifestaciones mitológicas, como a los conceptos más sagrados y únicos. Isvara viene a ser, tanto la Trinidad cristiana, como a los Noventa y Nueve Nombres en el islam y toda otra forma de deidad posible, sea física o conceptualmente. El Saguna Brahman, Isvara o Dios, puede ser llamado “Padre”, “Madre”, “Espíritu”, “Cristo”, “Allah”, “Yahweh”, entre otros. Isvara, pues, parece englobar toda noción posible que podamos concebir en materia religiosa o teológica. La propia palabra Dios viene a ser solo una expresión del Absoluto.
Digamos que Isvara es el Absoluto accesible al entendimiento humano. De ahí los ritos y las devociones. Sin embargo, ¿no es contradictorio postular una causa eficiente y, al mismo tiempo, una causa material? Si lo vemos desde la perspectiva teológica de Aristóteles, de Tomás de Aquino, pues, sí lo es. No obstante, la noción de la Unidad en los mitos y las creencias del oriente indio no tienen las mismas características que lo que hemos heredado de las metafísicas antigua y medieval. Las teologías monoteístas revisten un radical e inevitable dualismo entre el Dios y el resto de los seres. La India, además de ser la cultura del henoteísmo, lo es también del panteísmo y, por ende, del no- dualismo.
Esta es una de las cosas que seguramente más desconcierto genera a los que van conociendo algo de esta religión, que podríamos resumirlo en 3 puntos: 1) lo Absoluto es, tanto trascendente como inmanente, todo surge y retorna a ello, por lo que todo cuanto existe es, por decirlo de algún modo, parte de la Divinidad, supera a cada ser y a la vez está en cada ser: no hay razón para ver solo una o tres hipóstasis, sustancias o manifestaciones, cuando bien pueden ser infinitas.; 2) derivado del punto 1, no hay ningún nombre para lo Absoluto, por ende, todo nombre puede ser dado a lo Absoluto (Nirguna y Saguna, las dos formas del Brahman): llamarlo “Isvara (Dios)”, “Naturaleza” o “Conciencia” no son sino máscaras, si se los ve de forma separada, distintos entre sí por la acción de maya; 3) derivado de los puntos anteriores, no hay solo una forma para acceder a dicho Absoluto (sea la devoción religiosa, la especulación filosófica, la experiencia mística, etc.).