La singular visión a través de PENDULOS sobre los grupos sociales 5/5 (1)

Los grupos de personas cuyos pensamientos se orientan en la misma dirección, crean las estructuras de información energética: los péndulos. Estas estructuras empiezan a desarrollarse independientemente y someten a las personas a sus leyes. Las personas no se dan cuenta de que actúan involuntariamente en intereses de los péndulos. ¿Cómo despertarse de esta viscosa alucinación?

 

Péndulos destructivos

 

Desde la infancia nos educaron para obedecer la voluntad ajena, cumplir las obligaciones, servir a la patria, a la familia, al partido político, a la empresa, al estado, a la idea… A cualquiera, pero a uno mismo en último lugar. En cierto grado, cada uno de nosotros tiene la conciencia del deber, de la responsabilidad, de la necesidad, de la culpa. De una u otra forma cada persona «está al servicio» de diferentes grupos y organizaciones: familia, club, universidad, empresa, partido político, estado, etcétera. Todas estas estructuras nacen y se desarrollan cuando los pensamientos y las actitudes de un grupo de personas en particular empiezan a tener la misma orientación. Luego van incorporándose personas nuevas y la estructura crece, coge fuerza, obligando a sus miembros a seguir las reglas establecidas y, en resumidas cuentas, puede apoderarse de gran parte de la sociedad.

A nivel de la realización material, una estructura está compuesta de las personas mancomunadas por los mismos propósitos y objetos materiales, tales como: edificios, muebles, instalaciones, maquinaria, etcétera. Pero, ¿qué hay detrás de todo esto a nivel energético? Una estructura aparece cuando los pensamientos de un grupo de personas se orientan en una dirección, lo cual significa que los parámetros de su energía mental son idénticos. La energía mental de cada persona en particular se une en un único flujo común. Y entonces, en medio del océano de energía se crea una estructura independiente de información energética: el péndulo energético. Esta estructura empieza a obtener vida propia y somete a sus leyes a las personas participantes en su creación.

¿Por qué el péndulo? Porque oscila más fuerte cuanta más gente —partidarios— lo alimenten con su energía.

Cada péndulo tiene una frecuencia de oscilación particular. Por ejemplo, un columpio se puede balancear sólo empleando esfuerzos con una determinada frecuencia. Esta frecuencia se denomina frecuencia de resonancia. Si la cantidad de partidarios del péndulo se reduce, su oscilación disminuye. Si se queda sin partidario ninguno, el péndulo se detendrá y morirá como entidad. He aquí algunos ejemplos de péndulos extinguidos: las antiguas religiones paganas, los utensilios de piedra, los antiguos tipos de armas, las antiguas tendencias de moda, los discos de vinilo… En otras palabras, todo lo que hubo antes y no se utiliza.

Tal vez estés sorprendido: ¿y todo eso son péndulos? Sí, cualquier estructura con sus atributos creada mediante la energía mental de las personas es un péndulo. Generalmente, cualquier ser vivo, capaz de emitir energía en una dirección, antes o después, crea péndulos energéticos. He aquí ejemplos de péndulos de naturaleza orgánica: colonias de bacterias, poblaciones de seres vivos, bancos de peces, manadas de animales, macizos forestales, praderas, hormigueros; cualquier estructura de organismos vivos, más o menos homogénea y ordenada

Cada organismo vivo en particular es un péndulo elemental de por sí, puesto que representa la unidad energética. Cuando un grupo de estos péndulos singulares empieza a oscilar al unísono, se crea un péndulo grupal. Está por encima de sus partidarios como superestructura; existe como estructura particular e independiente y establece reglas para mantener unidos a sus partidarios y atraer a otros. Tal estructura es totalmente independiente, en el sentido de que se desarrolla de modo individual, según sus leyes. Los partidarios no son conscientes de que actúan según las leyes del péndulo y no por su propia voluntad. Por ejemplo: un aparato burocrático se desarrolla como estructura autónoma, independientemente de la voluntad de cada uno de los funcionarios en particular. Por supuesto, un funcionario influyente puede tomar decisiones libres, pero estas decisiones no pueden ir en contra de las leyes del sistema; de otra manera, tal partidario será rechazado. Incluso una persona en singular, en calidad de péndulo, no siempre se da cuenta en sus motivaciones. Por ejemplo, el vampiro energético.

Cualquier péndulo es destructivo por su naturaleza, puesto que les quita la energía a sus partidarios y establece sobre ellos su poder.  La destructividad del péndulo se manifiesta en su indeferencia hacia : el destino de cada uno de sus partidarios. Su único objetivo es ir obteniendo energía de ellos; para el péndulo no tiene importancia que al partidario mismo eso le resulte útil o no. El hombre que se encuentra bajo el dominio del sistema está obligado a edificar su vida, según las leyes del sistema de lo contrario, el sistema le masticará,  y le escupirá fuera.

Una vez que se ha caído bajo la influencia del péndulo destructivo, es muy fácil arruinarse la vida. Y, como regla general, escaparse sin pérdidas es difícil.

Si uno ha tenido suerte, encuentra su sitio dentro del sistema y se siente ahí como pez en el agua. En su papel de partidario, el hombre le da al péndulo su energía, y el péndulo, a su vez, le asegura la subsistencia. En cuanto el partidario empieza a infringir las leyes de la estructura, la frecuencia de su emisión deja de coincidir con la frecuencia de resonancia de oscilaciones del péndulo. Al no poder recibir la energía de este partidario, el péndulo expulsa o aniquila al partidario rebelde.

Si al hombre se le llevó lejos de líneas que le favorecen, su vida dentro de la estructura del péndulo ajeno se convierte en un presidio o una existencia lamentable. Para este partidario, éste se convierte en un péndulo completamente destructivo. El hombre que ha caído bajo su influencia pierde la libertad; está obligado a vivir según las leyes impuestas y se convierte en una pequeña pieza dentro del engranaje, le guste o no.

Sin embargo, el hombre puede estar bajo el dominio de un péndulo y lograr grandes éxitos. Napoleón, Hitler, Stalin y otras figuras semejantes, todos son favoritos de los péndulos destructivos. Aún así, los péndulos de este tipo nunca se preocupan por el bienestar de sus partidarios, únicamente los están utilizando para sus fines. Cuando le preguntaron a Napoleón si fue verdaderamente feliz en algún momento, sólo pudo recordar unos pocos días de toda su vida.

Un péndulo siempre utiliza técnicas muy sutiles para atraer a más partidarios, que llegan a él volando como si fueran polillas atraídas por la luz. A menudo una persona, al dejarse llevar por los truquitos publicitarios del péndulo, se aleja mucho de su suerte ¡a la que tenía tan cerca! Entra en el ejército y muere. Se matricula en un centro de enseñanza y en vano adquiere una profesión que no le gusta. Encuentra un empleo que parece prestigioso, pero le es ajeno, y se hunde en un cenagal de problemas. Une su vida con una persona desconocida y luego sufre.

Muy a menudo, la actitud del péndulo lleva a la destrucción la vida de sus partidarios, a pesar de que intenta disimular sus verdaderos motivos disfrazándose con toda clase de máscaras morales. Para el hombre sometido a la influencia de un péndulo destructivo, el principal peligro consiste en que el péndulo desvía a su víctima de las líneas de la vida en las que el hombre puede encontrar su felicidad. Destacamos los principales indicios de un péndulo destructivo.

  • El péndulo se alimenta de la energía de sus partidarios y a cuenta de eso aumenta la amplitud de su oscilación.
  • El péndulo pretende atraer a tantos partidarios como sea posible para conseguir la máxima energía posible.
  • El péndulo contrapone el grupo de sus partidarios a los otros grupos: «Nosotros somos buenos, y los otros son malos».
  • El péndulo inculpa con mucha agresión a cualquiera que no haya querido ser su partidario, e intenta neutralizarlo o eliminarlo.
  • El péndulo juega con los sentimientos humanos; se esconde detrás de máscaras venerables y atractivas; se encubre con objetivos elevados a fin de justificar su actividad y conquistar a tantos partidarios como pueda.

 

El péndulo, en realidad, es un egregor,[1] pero esto todavía no lo explica todo. El concepto de «egregor» no refleja todo el complejo de matices de la interacción del hombre con las entidades de información energética: los péndulos. En la vida de un hombre, los péndulos juegan un papel mucho más importante de lo que se cree.

El siguiente ejemplo puede demostrarnos cómo consume el péndulo la energía de sus partidarios. Imagínate un estadio lleno de espectadores. El partido de fútbol se pone muy tenso, se caldea la pasión, los hinchas alborotan. Un jugador comete una falta imperdonable que lleva a su equipo a la derrota. Sobre el jugador cae una tempestad de indignación de los espectadores; están a punto de destrozarle. ¿Puedes imaginar cuánta energía negativa cae sobre la cabeza del pobre desgraciado? De este golpe tan colosal el jugador debería morir enseguida. Pero no es así: él sigue vivo y sano, aunque deprimido por la conciencia de su culpa. ¿Dónde se metió la energía negativa dirigida al jugador? Lo ha cogido el péndulo. De no ser así, el objeto del odio de la multitud moriría y su ídolo volaría por los aires.

No me comprometo a juzgar si el péndulo es una esencia animada o simplemente es una forma energética. Para la técnica del Transurfing, eso no tiene ninguna importancia. Lo importante es que sepas reconocer el péndulo y no aceptes su juego sin aprovecharla. Reconocer el péndulo destructivo es muy fácil, por un indicio muy distintivo. Él siempre compite con sus semejantes en la lucha por personas. Y su único objetivo es apoderarse de la máxima cantidad posible de partidarios, para conseguir la mayor energía posible.

[1]   Egregor (también Egregorc), proviene del griego egregoroi -«guardar», «velar»—, una acumulación específica de energías generada por la suma de las energías de dos o más personas unidas por un objetivo común. (N. de la T.)

Libro: Transurfing

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