El increíble sueño de Joe Brandt 5/5 (3)

Se relata el sueño profético-apocalíptico de un chico de 17 años que lo vive por varias noches seguidas después de haber sufrido un accidente en la cabeza. Cuenta con detalles asombrosos cómo se abrirá la falla de San Andres y succionará muchas ciudades de las costas de América y Sudamérica. Cómo los terremotos seguirán a los maremotos y el desastre acabará con países como Japón, las islas de Hawai y tantas otras del Atlántico. Un testimonio de 1937 que revela detalles de la composición de la falla de San Andres que sólo se sabrán varios años después. Un sueño lucido sorprendente.

Relatado con detalle por Vicente Fuentes desde su Web Ufopolis.

1937 VISIÓN DEL TERREMOTO QUE SE AVECINA

por: Joe Brandt

El Día del Terremoto

Me desperté en el cuarto del hospital con un dolor de cabeza terrífico; como si todo el mundo se estuviera revolviendo dentro de mi cerebro. Recuerdo, vagamente, la caída de mi caballo Blackie. Al estar recostado allí, imágenes comenzaron a formarse en mi mente, imágenes que se movían a la velocidad de la luz—imágenes que se revolvían—que se quedaban quietas. Se veía como si yo estuviera en otro mundo. Ya sea que fuese el futuro, o una tierra antigua, no podría decir.

Luego lentamente, como la pantalla plateada de los “talkies”(cines mudos ambulantes?) pero con color, olor y sonido, parecía que me encontrara en Los Ángeles. Era Los Ángeles, era más grande, mucho más grande, y buses y coches de forma extraña llenaban las calles de la ciudad. Pensé en el Boulevard Hollywood. Ya sea que esto fuese verdad o no, no lo sé, pero había muchos chicos alrededor de mi edad con barbas y algunos de ellos vistiendo aretes. Todas las chicas vestían faldas muy cortas… y se jorobaban, moviéndose como bailando. Pensé si podría hablar con ellos, y entonces dije “hola”, pero no me escuchaban o veían. Decidí que me vería tan chistoso como yo los veía a ellos, traté, por un instante, ese estilo loco de caminar. A lo mejor es algo que tienes que aprender. Yo no lo podía hacer. Me di cuenta que había una tranquilidad acerca del aire, algo como sin movimiento. Algo más hacía falta, algo que debía estar allí.

Al principio, yo sabía que algo estaba por suceder. Me imaginé qué año sería. Ciertamente no era 1937. Vi un periódico en la esquina con una foto del presidente. Ciertamente no era el Señor Roosevelt. Era más grande, más pesado, orejas grandes. Si no era 1937, me imaginaba que año sería. Parecía como 1969… pero no  estaba seguro. Mis ojos no funcionaban tan bien.

Alguien venía… alguien en 1937… era esa enfermera gorda lista para tomar mi temperatura. Desperté. Sueño loco (Hay páginas aquí acerca de un sueño similar ocurriendo—encontrándose él en Los Ángeles—aunque era el día siguiente (en 1937) era el mismo día en Los Ángeles y el sueño continuaría donde el último sueño se quedó.). Mi dolor de cabeza está peor. Es una maravilla que no me maté en ese caballo. Tuve otro sueño loco, de regreso en Hollywood. Esas gentes. ¿Porqué se visten así me pregunto? Me encontré de regreso en el Boulevard, estaba yo esperando algo que sucediera. Algo GRANDE estaba por suceder y yo iba a estar allí. Miré hacia arriba al reloj cerca del gran teatro. Eran 10 minutos para las 4. Algo GRANDE estaba por suceder. Caminé por la calle. En el concreto en frente del teatro ellos tenían nombres de estrellas. Reconocí pocos de ellos. Los otros nombres nunca los había escuchado. Me estaba comenzando a aburrir. Me quería regresar al hospital en Fresno, y quería quedarme allí en el boulevard, aún si nadie podía verme. Esos chicos locos. ¿Por qué se visten así? A lo mejor es algo que hacen por Halloween, pero no parece ser como Halloween. Parece ser más como a principios de primavera.

Había ese sonido otra vez, esa FALTA DE SONIDO, QUIETUD, QUIETUD, QUIETUD. ¿Qué no sabe esta gente que las aves se han ido a algún lado? La  QUIETUD SE HACE MÁS GRANDE Y MÁS GRANDE. YO SE QUE VA A SUCEDER, ALGO VA A SUCEDER. ¡Algo está sucediendo ahora!

Y así fue. Ella me despertó, sonriendo, esta enfermera gorda otra vez. “Es hora de tu leche, chico,” híjole, mujer vieja de 30 actuando como el gato en pijamas. La próxima vez quizá traiga chocolate caliente.

EL MOMENTO DEL SUCESO

¿Dónde he estado? ¡Dónde he estado! He estado hasta los confines de la tierra y de regreso. He estado hasta los fines del mundo. Ya no queda nada. Ni siquiera Fresno, aunque estoy aquí acostado en este instante, si solamente mis ojos pudieran aclararse más para que pueda escribir todo esto. De cualquier manera, nadie me creerá.

Estoy regresando al último momento en el Boulevard. Algunos chicos pasaron, jaloneando un pequeño niño (gemelos, me imagino) de cada una de las manos. Su falda estaba muy, pero muy arriba, y se veía cansada. Pensé por un minuto podría preguntarle acerca de las aves, qué les ha pasado, y entonces, recordé que ella no me veía. Su pelo estaba todo despeinado, mucho sobre su cabeza. Muchos de ellos se veían así, pero ella se veía tan cansada y como que estuviera apenada por algo. Me imagino que ella estaba apenada ANTES de que ello sucediera, porque ciertamente sí sucedió.

Había un olor curioso. No me gusta. Un olor como a sulfuro, ácido sulfúrico, un olor como de mortandad. Por un  instante, pensé que estaba de regreso en la clase de química. Cuando miré alrededor por la chica, ya se había ido. Quería encontrarla por alguna razón. Era como si yo supiera que algo sucedería y yo quería quedarme con ella, ayudarla. Se había ido, y caminé la mitad de la cuadra, y de nuevo vi el reloj. Mis ojos parecían fijados en ese reloj. No me podía mover. Sólo esperé. Era CINCO MINUTOS PARA LAS CUATRO EN UNA TARDEA SOLEADA, pensé que me quedaría viendo ese reloj por siempre esperando a que algo sucediera.

Luego, cuando llegó, no fue nada. No fue nada. Fue como, ni cercano a lo  fuerte del temblor que tuvimos hace dos años. El suelo se movió, sólo un instante. La gente se miraron unos  otros, sorprendidos. Y entonces se soltaron riendo, también me reí. Así que esto es lo que yo había estado esperando. Este temblorcito chistoso. No significó nada. Me relajé y estaba desilusionado. ¿Qué era lo que había estado esperando? Comencé de regreso en el Boulevard, moviendo mis piernas como aquellos chicos. ¿Cómo es que lo hacen?

Nunca supe. Sentí como si el suelo no estuviera sólido debajo de mí. Yo sabía que estaba soñando y a la vez no estaba soñando. Había ese olor otra vez—viniendo como del océano. Estaba llegando a la 5 y 10 (Newberry’s?) y miré el semblante en la cara de los chicos. Dos de ellos estaban justo en frente de mí, viniendo hacia mí. Ambos con barbas. Uno con aretes. Uno dijo: “Vayámonos de este lugar. Vámonos al este.” Se miraba asustado. Era como si las banquetas estuvieran temblando-pero parecía que no las podías ver. No con tus ojos, no  podías. Una vieja señora tenía un perro, un pequeño perro blanco, y se detuvo y se miraba asustada, y lo cogió en sus brazos y dijo: “Vayamos a casa, Frou, Frou. Mamá te llevará a casa.” Esa pobre señora, aferrándose a su perro. Me dio miedo, mucho miedo.

Recordé a la chica. Ella estaba ya lejos en la cuadra, probablemente. Comencé a correr. Corrí y corrí, y el suelo seguía temblando. Pero no lo veía. No lo sentía. Pero sabía que estaba temblando. Todo  mundo se miraba asustado. Se veían terribles. Una joven señora sólo se sentó en la acera acurrucada. Ella seguía diciendo una y otra vez “terremoto, es EL terremoto”. Pero yo NO PODÍA VER QUE ALGO FUERA DIFERENTE.

Entonces, cuando llegó. El cómo llegó. Como nada en el mundo de Dios. Como nada. Fue el llorar de una sirena largo y bajo, o el grito de una mujer que escuché teniendo un bebé cuando yo era un niño. Era feo. Era como si algo—algún monstruo—estuviera EMPUJANDO LAS ACERAS. Uno lo sentía antes de verlo, como si las aceras no se pudieran mantener ya. Miré los coches. Estaban pitando pero no asustados. Sólo seguían moviéndose. Parecía que ellos no se daban cuenta todavía que algo estaba sucediendo. Entonces, aquel coche blanco, ese bebé de medio tamaño, salió botado de su carril contra el filo de la acera. La chica que lo estaba manejando sólo se quedó allí sentada. Se quedó sentada allí con sus ojos mirando, como si no pudiera moverse, pero yo podía escucharla. Se acobardó como una pequeña niña. Hizo ruidos chistosos. Yo la vi, pensando en la otra chica.

Dije que era un sueño y que despertaría. Pero no desperté. Pero no desperté. El temblor había comenzado otra vez, pero esta vez diferente. Era un temblor agradable, como cuando una cuna estuviese siendo movida por un minuto, y entonces vi el medio del Boulevard parecía que se partiese en dos. El concreto se vio como si fuese empujado justo hacia arriba con una pala gigante. Ello, ello se estaba rompiendo en dos. Es por eso que el coche de la chica se salió fuera de control. Y ENTONCES UN RUIDO FUERTE OTRA VEZ, COMO NUNCA HE ESCUCHADO ANTES… Y LUEGO CIENTOS DE RUIDOS, TODO TIPO DE RUIDOS… los niños, y mujeres y esos chavos locos con aretes. Todos se estaban moviendo, parecían algunos de ellos por encima de la acera. No lo puedo describir. Ellos fueron LEVANTADOS, y las aguas seguían brotando… brotando. Los llantos. Era feo. Desperté. Nunca quiero tener ese sueño otra vez.

EL TERREMOTO

Llegó otra vez. Como la primera vez la cual fue una previsión y todo lo que recuerdo fue que yo estaba en el fin del mundo. Estaba justo allá—todo ese llanto. Justo en el medio de ello. Mis oídos se sintieron como si fueran a explotar. Ruido por doquier. Gente cayéndose, algunos de ellos muy lastimados. Pedazos de edificios, piezas volando por el aire. Una me pegó duro a un lado de mi cara, pero no veo que lo sienta.

Yo sólo quería despertar, para alejarme de este lugar. Había sido divertido al principio, el primer sueño, cuando como que sabía que iba a soñar el fin del mundo o algo. Esto era terrible. Había gente anciana en los carros. La mayoría de los chicos estaban en la calle. Pero estas gentes mayores estaban gritando su maldita muerte, como si nadie pudiera ayudarles. Nadie podía ayudarles. Nadie podía ayudarles.

Fue entonces cuando sentí que yo estaba siendo levantado. Quizá había muerto. No lo sé. Pero yo estaba por encima de la ciudad. Se estaba moviendo como temblando hacia el océano como cuando se mueve una mesa de día de campo. Los edificios se estaban manteniendo, mejor que uno se puede imaginar. Se estaban manteniendo. Se estaban manteniendo. La gente vio que se mantenían y trataron de aferrarse a ellos o meterse. Era fantástico. Como si un edificio tuviese voluntad por su cuenta. Todo lo demás a su rededor se derrumbaba, y ellos se mantenían, se mantenían. Yo estaba por encima de ellos mirando hacia abajo. Comencé a echarles ánimo. Manténganse, manténganse. Yo quería animar, gritar. Si los edificios se mantenían, esos edificios en el Boulevard, quizá la chica—la chica con los dos niños se podría meter en ellos.

Se veía de esa manera por un largo tiempo, quizá tres minutos, y tres minutos era como la eternidad. Todo mundo estaba tratando de meterse. Ellos (los edificios) se iban a mantener. Uno sabía que ellos se mantendrían, aún si las aguas seguían creciendo. Solamente que no pudieron. No, nunca había imaginado como sería que un edificio muriera. Un edificio muere justo como una persona. Sede, unos de los más grandes hicieron justamente eso. Comenzaron a derrumbarse, como un hombre viejo con parálisis, quien no podía más. Se derrumban hasta el suelo. Y los pequeños gritaron como locos—por encima de los rugidos de la gente. Estaban enojados por morir. Pero los edificios mueren. Ya no podía mirar a la gente. Yo estaba queriendo ir más arriba. Estaba deseando subir más.

Entonces parecía como si yo estuviera fuera de todo, pero podía ver. Parecía como si estuviera sobre la montaña de Big Bear cerca de San Bernardino, pero lo curioso es que podía ver para todos lados. Yo sabía lo que estaba sucediendo. La tierra parecía como si iniciara a temblar de nuevo. Yo podía sentirlo aunque estuviera en lo muy alto. Esta vez quizá duró unos doce segundos, y fue suave. Uno no podría creer que algo tan suave pudiera ocasionar tanto daño. Entonces vi las calles de Los Ángeles-y todo entre las montañas de San Bernardino y L.A. Se está desplazando temblando hacia el océano, casas, todo lo que quedaba. Podía ver los grandes carriles-docenas de carriles llenos de coches-cinco carriles en un solo lugar, y todos los coches deslizándose para el mismo lado.

Ahora el océano se está metiendo, moviéndose como una gran serpiente a través de la tierra. Me pregunté qué tan largo sería, y pude ver el reloj, aún cuando yo no estaba allí en el Boulevard. Eran las 4:29. Había pasado media hora. Estaba contento de que ya no podía escuchar el llanto. Pero podía ver todo. Podía ver todo.

LAS OTRAS CIUDADES

Entonces, como si mirara un gran mapa del mundo. Pude ver lo que estaba sucediéndole al terreno y con la gente. San Francisco lo estaba sintiendo, pero no le pasaba nada parecido como a Hollywood y Los Ángeles. Parecía que veía la FALLA DE GARLOCK, no sólo la de SAN ANDREAS que estaba golpeando a San Francisco. Se estaba moviendo justo como el terremoto de la película con Jeannette McDonald y Gable. Podía ver todas esas montañas juntarse—la Sierra de Nevada y San Andreas y Garlock.

Yo sabía lo que estaba por sucederle a San Francisco—se iba a volcar, por lo de Garlock. Se iba a volcar boca abajo. Fue rápido, por las torceduras, creo. Pareció suceder mucho más rápido que Hollywood, pero entonces yo no estaba exactamente allí, estaba yo retirado de allí, muy retirado.

Cerré mis ojos por un largo tiempo—creo que diez minutos—y entonces cuando los abrí miré el Gran Cañón, la gran apertura se estaba cerrando, y la Presa de Boulder estaba siendo empujada por debajo. Y entonces,Nevada, y seguido hasta Reno, muy hasta el sur, muy hasta Baja California, México también. Parecía como si algún volcán allá abajo estuviera haciendo erupción, a lo largo de todo lo demás.

Vi el mapa de Suramérica, especialmente Colombia. Otro volcán—haciendo erupción—haciendo temblar violentamente. Venezuela parecía tener algo de actividad volcánica. Allá en la distancia, pude ver también a Japón, sobre una Falla. Estaba tan lejos—nada fácil de ver, porque yo estaba todavía sobre la Montaña de Big Bear, pero Japón comenzó a irse a hundirse en el mar. No pude saber la hora, entonces, la gente parecían como muñecas, a lo lejos. No podía escuchar los gritos, pero podía ver la sorpresa en sus rostros. Se miraban tan atónitos. Todos eran como muñecas. Estaba esto tan lejos que apenas podía verlo. En un minuto o dos pareció haber terminado. Todos se habían ido. No quedaba nadie.

No sabía la hora del momento. No podía ver un reloj. Traté de ver la isla de Hawái. Solo podía ver grandes olas… golpeando sobre ella. La gente en las calles se estaba mojando, y estaban atemorizados. Pero no vi nadie hundirse en el mar. Parecía que yo estuviera alrededor del globo terráqueo. Más inundaciones. ¿Es qué el mundo será empapado? Constantinopla. El Mar Negro levantándose. El Canal Suez, por alguna razón se veía como que se secara. Sicilia. No se sostiene. Podía ver el mapa. El Monte Etna temblando. Mucha de esta área parecía irse, pero parecía que fuera antes o después.

No estaba seguro de la hora; ahora. Inglaterra… grandes inundaciones—pero no olas gigantes. Agua, agua por todos lados, pero nadie hundiéndose en el mar. La gente estaba atemorizada y llorando. En algunos lugares caían de rodillas en las calles y comenzaban a rezar por el mundo. Yo no sabía que los ingleses fueran emotivos. Irlanda, Escocia—todo tipo de iglesias estaban llenas—parecía que noche y día. La gente llevaba velas y todos lloraban por California, Nevada, partes de Colorado—quizá todo ello, incluso Utah.

Todo mundo estaba llorando—la mayoría de ellos ni conocían a nadie en California, Nevada, Utah, pero ellos estaban llorando como si fueran parientes de sangre. Como una familia. Como si les hubiera sucedido a ellos. NUEVA YORK estaba viniendo a la escena, aún estaba allí, nada había sucedido, aún así los niveles del agua estaban muy elevados. Aquí, las cosas eran diferentes. La gente estaba corriendo en las calles gritando “el fin del mundo”. Los chicos corrían hacia los restaurantes y se comían todo a la vista. Vi una zapatería con todos los zapatos vaciados en menos de cinco minutos. La Quinta Avenida—todo mundo corriendo. Algunos radios sonando de una bocina fuerte que en unos minutos la electricidad podría ser cortada. Ellos deben de controlarse a sí mismos. Cinco chicas estaban corriendo como locas hacía Y.W.C.A., ese lugar en Lexington o por allí. Ellas corrían como si estuvieran asustadas a muerte. PERO NADA ESTABA SUCEDIENDO EN NUEVA YORK. Vi una vieja señora con botes de basura, llenándolos de agua. Todo mundo parecía asustado a muerte. Algunas personas se miraban anonadadas. Las calles se veían llenas de bocinas poderosas. No era de día. Era de noche. Vi como si fuera el día siguiente, y todo mundo estaba en desorden. Grandes bocinas otra vez diciendo acerca de tanques de combustible rotos en áreas—escases de petróleo. La gente se veía estar robando los supermercados.

Oregón, Washington, Las Dakotas, Missouri, Minnesota, Canadá

Miré muchos lugares que parecían ser seguros, y la gente no estaba atemorizada. Especialmente las áreas rurales. Aquí todo era como si nada hubiera pasado. La gente parecía dirigirse a estos lugares, algunos a pie, algunos en coches (que todavía tenían combustible). Escuche—o de algún modo yo sabía—que en algún lugar en terreno del Atlántico tierra había aparecido, mucho terreno. Ya me estaba cansando muchísimo. Quería despertar y quería regresar hacía la chica aquella—para conocer donde estaba—ella y los dos niños. Me encontré de regreso en Hollywood—y todavía eran las 4:29. Ya no estaba en Big Bear entonces—estaba posado sobre Hollywood. Sólo estaba allí. Parecía todo muy natural en mi sueño.

La TV, Radio. Operadores de Radio

hora podía escuchar, podía escuchar, en algún lugar, una estación de radio a todo volumen diciendo a la gente que no entraran en pánico. Ellos estaban muriendo en las calles. Había estaciones de fotografía con películas—algunas justo en Hollywood—estás estaban apoyando aún con toda la tembladera. Una persona (en la estación de fotografía (TV)) era un tipo chaparro que debería estar aterrorizado. Pero no lo estaba. Él continuaba gritando y leyendo instrucciones. Algo acerca de helicópteros o aviones que vendrían—algún tipo de aviones—pero yo sabía que no podrían.

Cosas estaban sucediendo en la atmosfera. Las olas se estaban acelerándose ahora. Olas. Tales olas. Olas de pesadilla. Entonces, miré de nuevo la Presa de Boulder, quebrándose… presionándose hacia sí misma, presionándose hacia sí misma separándose—No, el Gran Cañón estaba presionándose así mismo, y la Presa Boulder estaba quebrándose. Todavía era de día. Todas estas estaciones de radio se prendieron al mismo tiempo—la Presa Boulder se ha roto. Me preguntaba cómo es que todo mundo sabía de ello—gente en el este. Fue entonces cuando pude ver a los operadores de radio. Los vi en los lugares más extraños, como si yo  estuviera allí con ellos. Como el tipo chaparrito con lentes. Ellos mantenían sonando la alarma. Uno seguía diciendo: “Este es California. Nos hundimos en el mar. Este es California. Nos hundimos en el mar. Vayan a lugares altos. Vayan a las montañas. Todos los estados en el oeste—este es California. Nos estamos yendo al – Nos estamos yendo al”– Pensé que diría “mar”. Pero yo podía verle. Él estaba tierra adentro, pero las aguas habían llegado. Sus manos todavía estaban aferradas a la mesa, él estaba tratando de levantarse, para una vez más decir: “Este es California nos estamos yendo al mar. Este es California nos estamos yendo al mar.” Parecía que yo escuchaba esto, una y otra vez, por lo que parecía horas—sólo esas palabras.

Ellos los sostuvieron hasta el último minuto—todos ellos—clamando “Vayan a las montañas—Este es California—Nos estamos hundiendo en el mar.” Desperté. No parecía que hubiera estado soñando. Nunca había estado tan cansado. Por un minuto o dos, pensé que ello había sucedido. Me quedé pensando en dos cosas. No había visto todo lo que le pasó a Fresno (su casa) y no supe que le pasó a la chica. He estado pensando en ello toda la mañana. Ya me voy a casa mañana. Sólo fue un sueño. Y sólo eso.

Nadie en el futuro en el Boulevard Hollywood estará usando aretes—y esas barbas. Nada así sucederá alguna vez. Esa chica fue tan real para mí—esa chica con los dos niños. Nunca sucederá—pero si sucediera, cómo es que podría decirle que se mueva de California cuando ella tenga a sus gemelos—y que no pueda estar en el Boulevard, ese día. ¡Ella fue tan real!

La otra cosa—esos operadores de radio—aferrándose de esa manera una y otra vez—diciendo la misma cosa: “Este es California. Nos estamos yendo al mar. Este es California. Nos estamos yendo al mar. Vayan a las montañas. Vayan a la cima de las colinas. California, Nevada, Colorado, Arizona, Utah. Este es California. Nos estamos yendo al mar.” Ya veo que estaré escuchando eso por días.

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Esta visión fue escrita por Joe Brandt, edad 17, mientras se recuperaba de una concusión cerebral en un hospital de Fresno, California en 1937. Previamente publicado en “California, Súper-terremoto 1975-1977?” escrito por Paúl James. Publicado de nuevo en “Cuando corra el Cometa” por Tom Kay, 1997.

Fuente:http://protocoloultimageneracion.wordpress.com/

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