Este pez es conocido desde hace muchísimo tiempo en todo el sudeste asiático donde habita en aguas dulces. Dado que su carne no es especialmente sabrosa, pronto se le encontró otra utilidad: desde la antigüedad, en Java, se le cría con fines ornamentales en unos estanques especiales desde donde se le puede observar llevando a cabo su curiosa manera de procurarse el alimento.
Cuando el Pez Arquero observa un insecto posado o caminando en la rama de alguna planta que sobresalga del agua se aproxima lentamente hasta la presa y lanza sobre ella, y con una puntería asombrosa, un chorro de agua que derriba a la víctima haciéndola caer al agua, donde acaba devorándola.
El secreto está en la punta del hocico que presenta un canalillo, el cual acaba transformándose en un tubo que hace las veces de cañón cuando el pez aplasta violentamente la lengua contra él. Dicha lengua es extremadamente móvil y con la punta delgada para permitir toda la operación. Para trasladar el agua, desde su laringe al canalillo, el pez utiliza los opérculos comprimiéndolos rápidamente. El disparo final puede ser de una o varias gotas, o bien de un chorrito. El tipo de disparo lo regula mediante movimientos linguales.
La puntería del pez también es conocida por los científicos, quienes han desentrañado algunos detalles aún más sofisticados de su técnica de caza: el pez no solo es capaz de acertar a un blanco a dos metros de distancia, sino que regula la potencia del chorro en función del tamaño de la presa y de lo lejos que se encuentre. Pero lo más sorprendente, como veréis en el siguiente vídeo, es su capacidad para sortear la dificultad añadida de la refracción de la luz. A pesar de que sus ojos están dentro del agua, el pez se las arregla para compensar la desviación del ángulo de la luz y acertar en el blanco.