Según WIKIPEDIA:
Una teoría de la conspiración o teoría conspirativa puede definirse como la tentativa de explicar un acontecimiento o una cadena de acontecimientos, sucedidos o todavía por suceder, ya sea percibidos o reales, comúnmente de importancia política, social, económica o histórica, por medio de la existencia de un grupo secreto muy poderoso, extenso, de larga duración y, generalmente, malintencionado. La hipótesis general de las teorías conspirativas es que sucesos importantes en la Historia han sido controlados por manipuladores que organizan los acontecimientos desde «detrás de escena» y con motivos nefastos o, por lo menos, egoístas.
Es necesario señalar que el término «conspiración» es muy anterior al término «teoría conspirativa», y la existencia de conspiraciones está bien demostrada en la Historia, el Derecho Penal, las leyes penales y sentencias de los tribunales.3 4 Esto ilustra el hecho de que la conspiración es y ha sido un comportamiento humano real y frecuente, mientras que la validez del más reciente concepto de «teoría conspirativa» está abierta al debate.
Vamos a tratar de introducir una metáfora para entender mejor el pensamiento de cada vez más y más personas conspirativas.
LA METÁFORA DEL BARCO QUE SE HUNDE
Podríamos definir esta posible estrategia a través de una situación metafórica.
Supongamos que las élites que gobiernan el planeta son como el capitán egoísta e irresponsable de un gran barco de pasajeros, que representa el viejo sistema.
Un gran trasatlántico que a pesar de estar muy bien pintado, es una auténtica chatarra.
El capitán y algunos de sus oficiales saben que el barco está en pésimas condiciones y que se hundirá tarde o temprano, pues las bodegas están llenas de vías de agua y no dan el abasto tapando los agujeros. Y lo peor es que hay muy pocos botes salvavidas para tantos pasajeros.
Ante esta perspectiva, el capitán puede actuar de diferentes maneras…
OPCIÓN 1:
Puede cerrar los ojos a la situación y seguir navegando hasta que el barco decida naufragar por sí solo, algo que puede suceder sin avisar y en cualquier momento.
Si el capitán decide actuar de esta manera, sabe que al empezar a hundirse, los pasajeros se percatarán de lo que sucede y se desatará el pánico.
El pasaje desesperado se precipitará sobre los botes salvavidas y él y sus oficiales no podrán controlar la situación, lo que probablemente implicará que ese capitán irresponsable y egoísta se acabará hundiendo con el barco, algo que no está dispuesto a aceptar de ninguna manera.
OPCIÓN 2:
Sabiendo que el barco se hundirá, el capitán puede utilizar esa información privilegiada en su propio beneficio: puede ser él mismo el que decida cómo y cuándo naufragará el navío.
Esto le otorga la ventaja de organizar previamente y sin que el pasaje se de cuenta, los preparativos necesarios para alcanzar los botes y salvarse sin que una horda de pasajeros presa del pánico se lo impida.
Actuar así implica que no le dirá a los pasajeros que el navío puede hundirse, ni les advertirá cuando el naufragio sea inminente.
De hecho, ese siniestro capitán puede permitirse el lujo de hundir el barco mientras los pasajeros duermen, garantizándose su salvación y la de los oficiales de confianza, así como el de un selecto grupo de personas que él decida salvar.
Cuando el barco naufrague, la mayoría de pasajeros perecerán ahogados y probablemente unos pocos conseguirán saltar por la borda o alcanzar alguno de los contados botes que les permitirán seguir con vida.
Ésta es la opción que la mayoría de gente en los círculos alternativos cree que va a producirse:
el capitán y los oficiales están a punto de hundir el barco y enviarnos a todos al fondo del mar, con el objetivo de salvar sus pellejos, garantizar su supervivencia y seguir manteniendo su posición de dominio.
Si estuvieran en el trasatlántico, estos medios alternativos o conspirativos, serían ese pasajero lunático que trata de advertir al resto de desprevenidos pasajeros, clamando que el navío está en pésimo estado y que se hundirá en cualquier momento.
Un loco que hablaría de vías de agua ocultas en las bodegas en las que nadie creería y de oficiales de alto rango que ya llevan puesto el chaleco salvavidas, lo que el pobre loco consideraría una señal evidente del naufragio que se avecina.
Incluso afirmaría haber visto como, a escondidas, los oficiales llenan los botes con objetos valiosos que pretenden salvar.
Pero los pasajeros lo seguirían considerando un lunático y un paranoico y seguirían bebiéndose a largos tragos y entre risotadas, sus dulces y deliciosos cócteles.
EL PROCESO INVERSO – LA TRAMPA ESTÁ EN LA SOLUCIÓN
En los llamados “círculos conspirativos” habrá mucha gente que no querrá aceptarlo.
Pero existe la posibilidad, nada desdeñable, de que todo este inminente caos que aparentemente se avecina, no sea más que una pantalla de humo. Y es que hay una opción alternativa más beneficiosa para las élites, que no necesita de un caos controlado para originar un cambio de paradigma.
Esta opción alternativa consiste, no en provocar el caos, sino en hacernos creer a todos que ese caos se aproxima y evitarlo a última hora, ofreciéndonos una única alternativa para salvarnos: la solución que las élites aporten.
Algo así como llevarnos al borde de un abismo agarrados a una cuerda que se deshilacha y obligarnos a despojarnos de toda nuestra ropa y de nuestras posesiones para salvar el pellejo.
Ponernos en la disyuntiva de,
“¿Qué prefieres? ¿Perderlo todo y vivir desnudo y de prestado o caer al vacío con todo el equipo y morir reventado en el fondo del precipicio?”
El cambio de paradigma a través del caos sería la versión “hard”.
Esta opción, sin embargo, sería la versión “soft”… y como veremos, puede llegar a ser mucho más efectiva…
DE NUEVO LA METÁFORA DEL BARCO
Si utilizamos de nuevo la metáfora del barco para explicar esta maniobra alternativa, veremos que las élites, encarnadas en ese viejo capitán abyecto y egoísta, disponen de una tercera opción que se suma a las dos opciones anteriores.
Pero hay una OPCIÓN 3:
El capitán no le dice a ningún pasajero que el barco se puede hundir en cualquier momento… pero deja pistas no concluyentes al respecto.
Y esas pistas no tardan en ser detectadas por el pasajero lunático y paranoico, ese que encarna a los “teóricos de la conspiración”.
Ese lunático advierte al resto del pasaje y les dice que el capitán quiere hundir el navío y para demostrarlo les presenta todas esas pistas no concluyentes que ha encontrado, lo que provoca que el resto de los pasajeros no sepan que creer.
Aunque nadie le cree, poco a poco se extiende la incertidumbre entre el pasaje, no obstante, el capitán y los oficiales actúan con completa normalidad.
Hay indicios que apuntan a que el barco efectivamente puede hundirse, hay sospechas, rumores y chismorreos sin sentido entre los viajeros… pero también hay muchos indicios que apuntan a que el barco navega perfectamente y a toda máquina y que todos esos rumores no tienen ninguna base.
Nadie sabe lo que puede suceder, pero todo el pasaje acepta la posibilidad, aunque sea remota, de que el barco pueda llegar a hundirse y de que el capitán pueda ser una persona aviesa capaz de hundir el navío y dejarlos morir a todos, tal y como advierte el pasajero lunático.
Mientras tanto, el capitán junto con los oficiales, prepara disimuladamente los botes y toma posiciones sin que nadie se de cuenta.
Y es entonces, cuando todo está preparado, que el capitán, megáfono en mano, advierte a los pasajeros:
“El barco se va a hundir, vamos a evacuarlo. Mantengan la calma, sigan mis instrucciones y todos se salvarán”.
El viejo capitán es el que dirige la operación de evacuación y da las instrucciones que cada pasajero debe obedecer estrictamente.
Él es el que impone las condiciones para salvarse:
quien obedece al capitán vive, quien desobedece se queda en el barco y muere ahogado.
No hay pues, ninguna alternativa más que acatar sus órdenes.
Y lo peor es que las condiciones que impone el capitán son muy estrictas:
solo el capitán y los oficiales pueden permanecer en los botes; los demás pasajeros tendrán que conformarse con agarrarse precariamente a los costados de los botes para no hundirse, con el cuerpo sumergido en el agua.
Los pasajeros estarán mojados, pasarán frío, sed y hambre y si alguno de ellos intenta encaramarse al bote sin permiso, recibirá un golpe de remo de algún oficial, o directamente un tiro.
Pero tragará con la situación, pues será la única manera de sobrevivir, aunque sea precariamente. Incluso muchos se conformarán, pensando que es una situación comprensible, puesto que no había botes para todos.
Sin embargo, aquél lunático paranoico que denunció que el capitán pretendía hundir el barco y matarlos a todos, quedará desacreditado a ojos de los demás y los otros pasajeros le espetarán con rabia:
“¡Eres un maldito paranoico: el capitán nos ha salvado a todos y aunque estamos mojados y lo pasamos mal, gracias a él aún estamos vivos!”.
Pasará el tiempo y los pasajeros más débiles que permanecen en el agua, no tardarán en rendirse y ahogarse, mientras que los más fuertes sobrevivirán.
Y será así como, poco a poco, éstos se acostumbrarán a ir agarrados al costado de los botes.
Entonces llegará un momento en el que el capitán y los oficiales les dirán:
“Ya que estáis en el agua, ¿Por qué no movéis los pies y ayudáis a empujar la barca? Así llegaremos antes a tierra”.
Esta será la situación tras el hundimiento del trasatlántico:
el viejo capitán egoísta y sus despreciables oficiales permanecerán secos y cómodos en sus botes, conservando su poder y su dominio, recibiendo además la gratitud de esos pasajeros que malviven en el agua, que les agradecerán haberles salvado la vida.
Y lo que es mejor:
ni el capitán ni los oficiales tendrán que remar para que los botes avancen.
Para mantener esta situación indefinidamente, el capitán solo necesitará hacer creer dos cosas a todos esos pasajeros que están en el agua.
La primera es que existe una isla perdida a la que se puede llegar si impulsan el bote con los pies
La segunda es que a aquellos que impulsen con más esfuerzo, se les dejará subir al bote un rato para secarse y tomar el sol
¿Acaso ésta no es una mejor opción que hundir el barco y matar a todo el pasaje?
Así pues, esta tercera opción nos hace ver de forma bien diferente las amenazas terribles que se dibujan en el horizonte. Con esta maniobra, las élites conseguirían un triunfo absoluto, sin tener que destruirlo todo.
La guerra mundial y el colapso económico masivo solo serían amenazas que nunca llegarán a materializarse…
……COLAPSO ECONÓMICO:
Siguiendo esta alternativa, llegaríamos al borde de un colapso económico total de consecuencias devastadoras y justo cuando éste pareciera inevitable y el caos estuviera a punto de desatarse, las propias élites económicas podrían aportar una solución para evitarlo, en forma de,
grandes uniones y pactos comerciales tipo TTP o TTIP
nuevos sistemas de control financiero estricto de toda la población
eliminación del dinero en efectivo para obtener un “mejor control de la economía” por parte de los órganos reguladores
un organismo de control económico global que se hiciera cargo de la gestión de todos estos nuevos mecanismos
¿Y quién se opondría a ello si la alternativa fuera perderlo todo y vivir en el caos y la pobreza más absoluta?
Las élites económicas impondrían así las condiciones del nuevo sistema e incluso podrían llegar a ser consideradas como salvadoras de la economía si utilizasen como interfaz a los interlocutores adecuados, en forma de jóvenes economistas con nuevas ideas y propuestas.
…..GUERRA MUNDIAL:
De la misma forma, podrían llevarnos al borde de una devastadora guerra mundial entre potencias nucleares y justo cuando el conflicto y el apocalipsis parecieran inevitables, podría “estallar la paz”:
un gran pacto global de última hora que sentase las bases para un nuevo modelo de organización política que acabara con todos los conflictos de una vez por todas.
Se sentarían así las bases para un organismo mundial supranacional, que superara las limitaciones de la ONU y que fuera el embrión de un futuro gobierno mundial.
Todo ello se produciría bajo un bonito lema:
“En la guerra siempre hay derrotados…pero hoy aquí, los seres humanos, hemos conseguido que la única derrotada, sea la propia guerra”
Como hemos visto, la amenaza de la guerra mundial y del colapso económico pueden ser bien utilizadas para conseguir los objetivos de las élites, siguiendo un plan basado en “salvar del caos” en lugar de basarlo en “provocar el caos”.
Estaríamos ante una maniobra mucho más sibilina e inteligente de lo que creíamos en un principio, que además, conllevaría otros beneficios para las élites nada despreciables una vez conseguidos sus objetivos.
Y es que además de sentar las bases del nuevo paradigma, las élites conseguirían…
AUTORIDAD MORAL Y ADORACIÓN DE LAS MASAS:
Al ofrecer una solución que salve al mundo del caos y de la destrucción en el último momento, los representantes de las élites escogidos para realizar esta misión, serían considerados unos auténticos salvadores de la humanidad, prácticamente unos héroes merecedores de un papel preeminente en los libros de historia.
Eso les otorgaría a estos personajes impulsores del nuevo orden mundial, un prestigio y una autoridad moral que les permitiría tomar todo tipo de decisiones sin apenas resistencia, dejando atrás el desprestigio de las viejas élites políticas corruptas odiadas por la población y entrando en una edad dorada de adoración hacia los poderosos, ahora probablemente representados por una imagen mucho más capacitada a nivel técnico, más modernizada, más accesible y más popular que la de sus predecesores de la vieja política.
http://www.bibliotecapleyades.net/sociopolitica/sociopol_globalelite210.htm