MILAREPA, el ejemplo espiritual de los tibetanos 5/5 (2)

Milarepa nació en Kyanga‐Tsa, en la provincia de Gungthang, en la frontera tibetana de Nepal, unas doce millas al este de la moderna Kirong, a unas doscientas millas al norte de Katmandü, la capital de Nepal. Ocurrió en el año 1052 de nuestra era en una próspera familia de campesinos y comerciantes. Su padre murió cuando él era  joven y sus tíos se apoderaron de todas las propiedades poniendo a su madre, su hermana y a él mismo en situación de miseria y servidumbre. Ante esto su madre le pide a Milarepa que se vengue, que aprenda la magia negra. Milarepa busca un maestro chaman Bom y cuando lo encuentra aprende los ritos y conjuros para producir catástrofes, pedrisco, etc. A la vuelta, aprovechando una celebración familiar, con su magia provoca un gran desastre en el que mueren 35 personas entre los que no están sus tíos. Esto provoca un gran malestar en la comarca y para amedrentar al resto de la familia y los campesinos provoca un gran pedrisco que destruye las plantaciones de ese año.

A partir de aquí Milarepa siente un gran pesar y una fuerte crisis interna e inicia la búsqueda de un maestro por el que pueda limpiar su vida y conducirla por un camino de liberación. Así relata él mismo el estado en el que entró cuando aún estaba con el maestro Bom de magia negra:

 

Me arrepentí profundamente de la destrucción y daño que produje mediante brujería, al matar a tantos enemigos míos y provocar tormentas de  granizo.  Anhelaba  tanto  la  religión que  olvidé  la  comida.  Deseaba estar sentado cuando caminaba por ahí y caminar por ahí cuando estaba sentado.  De  noche  era  incapaz  de  dormir.  De  manera  que  rebosaba remordimiento y arrepentimiento, y sin embargo no me decidía a pedir a mi Maestro que me permitiese adoptar una vida religiosa. Seguí sirviendo a mi Maestro deseando todo el tiempo, ávidamente, una oportunidad para pedirle que me dejase marchar a fin de aprender la Santa Doctrina.

 

En esta situación, un día alguien pronuncia el nombre de Marpa, y algo salta en su interior. Se resuelve a cambiar de vida e inicia la búsqueda de este maestro. Así encuentra a Marpa, conocido como el Traductor.

Estamos en un momento muy especial de la historia del Tíbet. En este momento de nuevo está tomando fuerza el budismo gracias entre otros a Marpa que viaja a India y se forma con Naropa, una de las figuras más importantes de la historia del budismo hindú y tibetano. A su vuelta, Marpa trae una gran cantidad de escritos que traduce al tibetano. Con él y con su discípulo Milarepa se inicia una de las grandes escuelas tibetanas, la Kargyütpa.

Con este maestro Milarepa se transforma alcanzando los más altos estados de realización.  Estos es lo que cuenta su discípulo Rechung, ‐que fue quien redactó sus libros y su biografía‐, de él tras alcanzar la Iluminación:

 

(Fue) quien, habiendo tenido la ventaja de maestros santos y sagrados, almacenó el vitalizador elixir que cayó en labios de éstos, lo degustó por sí en la deleitosa soledad de los retiros montañosos, logrando, por ende, emanciparse de los trabajos de la Ignorancia (de modo que), las semillas de la Experiencia y la Inspiración brotaron en él y lograron pleno desarrollo… (Fue) quien alcanzó a Aquellos que moran en la Ciudad de la Gran Emancipación, donde todo existe en bienaventuranza indescriptible…”

(…) (Fue) quien habiendo adaptado el Sendero de Vajra sin par, se entregó a un asiduo esfuerzo, y alcanzó la cima máxima de la experiencia y el conocimiento espirituales. 

 

Para los tibetanos Milarepa no es un místico más de su historia, sino que es la referencia, el modelo a seguir por encima de cualquier otro personaje, seguramente porque era un tibetano común que supo salir de la rueda del sufrimiento hacia la liberación:

 

Milarepa, mago, poeta, ermitaño y sabio realizado, es para los tibetanos mucho más que un “grande y poderoso yogui”; es, sin que ello suponga la menor exageración, el héroe nacional, el símbolo del Tíbet. Personifica esa honda espiritualidad que caracteriza al pueblo tibetano, y que impregna todos y cada uno de sus actos.

Ahora iremos recorriendo algunos de los momentos claves por las que pasa.  Son sucesivas  crisis  que  sufre  y  en  las  que  nace  una  gran  resolución  a  avanzar  sin  descanso. Vamos a ver cómo las creencias tienen un valor muy importante. Él cree, como gran parte de Asia, que todas sus acciones negativas se acumulan en él –el llamado karma‐ y, como estas acciones han sido muy negativas, eso le va a llevar a reencarnaciones penosas, a reencarnarse en los infiernos. Para nosotros también es importante la creencia de la acumulación de las acciones aunque no sea por las consecuencias  en  la  reencarnación,  sino  por  la  liberación  y  el  fortalecimiento interno si acumulamos acciones unitivas o el encadenamiento y la fragmentación si acumulamos actos contradictorios. Es lo que dice el principio doce: “Los actos contradictorios o unitivos se acumulan en ti, si repites los actos de unidad interna ya nada podrá detenerte”.

Las creencias juegan un papel fundamental en nuestra orientación. Y según lo que uno crea así se orienta su vida. Claro, hay “creencias de mampostería”, o sea, superficiales,  sin  mucho  peso,  y  otras  profundas  que  son  las  que  realmente orientan  y  se  muestran  en  los  momentos  decisivos.

Pero volvamos a Milarepa. Entonces, después de este profundo arrepentimiento entra en contacto con Marpa y le pide que le acoja y le tome como discípulo.

Y me enseñó las cuatro fórmulas de los Refugios, con las plegarias, órdenes y votos, y añadió: “Estas se llaman Instrucciones Religiosas Temporales. Pero si buscas las Instrucciones Religiosas No‐Temporales o Verdades Místicas, debes hacer tales y tales cosas a fin de merecerlas”. Y procedió a recitar una breve historia de la vida de su Gurú Naropa, y concluyó diciendo: “Pero difícilmente puedas alcanzar un ideal tan elevado como  éste;  temo  que  te  resultará  muy  difícil”.  Al  oír  esto,  la  fe  me conmovió de tal manera hasta el fondo de mi corazón que  fui incapaz de reprimir mis lágrimas e interiormente resolví hacer cuanto el Lama me ordenase. 

 

Marpa le acogió pero le puso infinidad de pruebas para comprobar la fuerza de su resolución, infinidad de trabajos pretexto como construir torres que luego debía desmontar, para que Milarepa purificase su camino. Tanto fue así que Milarepa entró en duda de si seguir o no con Marpa:

“Para esa época, empecé a decidirme seriamente a ir en busca de otro Gurú. Pero sopesando el asunto nuevamente, llegué a la conclusión de que con  respecto  a  la  Doctrina  por  la  que  obtendría  yo  la  Emancipación perfecta en esta vida, mi Gurú actual era el único que la poseía. Apareció también que, a menos que yo consiguiese la Emancipación en esta vida, las malas acciones que yo cometiera bastarían para lazarme a uno de los Infiernos. Por ello resolví hacer lo máximo posible para emular a Naropa en sus   rudas   pruebas y sufrimiento, al igual que en su infatigable perseverancia en la búsqueda de la Verdad Salvadora, y de manera tal que asegurase    mi   Emancipación.   Así   dispuesto,   seguí   mi   trabajo   de construcción, apilando piedras y amontonando tierra para hacer barro. 

 

Está demás explicar que no es nuestra doctrina avanzar en base al sufrimiento, que para nosotros no tiene fundamento ni justificación el sufrimiento como vía. Nuestra doctrina es la de no al sufrimiento. Sí al esfuerzo, claro, pero no al sufrimiento ni al sacrificio. Sin embargo estamos explicando otra cultura, no la cultura siloísta, y en otro momento histórico. Y hoy parece que el ser humano avanza hacia la negación del sacrificio y el sufrimiento como método de avance o como mal natural e inevitable al que se tiene que resignar.

Durante un tiempo Milarepa supera sucesivas crisis ya que estos trabajos son muy duros, e incluso emprende el camino de abandonar y se marcha pero se arrepiente y vuelve. Cuando Marpa considera que ya está limpio inicia el proceso de transmisión de doctrinas y procedimientos y Milarepa avanza en su desarrollo. En un momento dado Marpa se acerca a él a revisar sus avances y Milarepa le cuenta el progreso que ha ido desarrollando. Pondremos la cita entera, que aunque es un poco larga, merece mucho la pena porque, además de ser poética, se ve claramente cómo expresa en síntesis sus pasos, cómo va profundizando desde las primeras experiencias de la inexistencia del yo, hasta alcanzar estados de iluminación y gran compasión. Esta es la síntesis que hace Milarepa:

Una vez recibida la Iniciación para la doctrina profunda, medité el principio paso a paso, gradualmente. Y así, puse todo mi afán en alcanzar a comprender la inexistencia del yo individual, propia tanto del Camino de la naturaleza esencial como del camino común54. Buscando en las enseñanzas del lama y usando de la razón con abundantes argumentos y ejemplos, comprendí finalmente que hallar el yo no es posible, y que el yo individual no existe. De esta suerte es como se debe perder la propia individualidad y hacer entrar a la mente en un profundo arrobamiento.

Cuando con asaz razonamiento mi mente alcanzó ese estado, cesado que hubo el flujo de los pensamientos, en sosiego permanecí despejado de ideas. Pasan entonces los años, los meses y los días, sin que te des cata de ello, y han de ser los demás quienes hagan el cómputo del tiempo: has alcanzado el estado de Calma Mental.

Alimentado ahora por las facultades cognoscitivas, y evitando que la confusión se adueñara de mi mente, paso a paso se acreció la claridad de mi conocimiento: las apariencias carecen de naturaleza propia, y lo manifestó de diferencias. Desnudo y despejado, manifiesto y claro, así es el estado de Calma Mental.

Aunque muchos tomen este estado por el de Visión Profunda, como la naturaleza de este último no se manifiesta al hombre común, me di a pensar que alcanzar la Primera Tierra era adquirir esa Visión Profunda. Por lo cual, apoyándome en esta meditación, emprendí el Camino. Las demás representaciones de la Calma Mental, pensé yo, es decir, los diferentes cuerpos de las deidades que surgen en ella como apariencias visuales, son sólo símbolos de la meditación, y carecen de toda esencia.

En resumen, hacer valer la fuerza de una buena Calma Mental, y usar de la profunda sabiduría para un atento estudio de los propios pensamientos, he ahí los medios inexcusables para llegar al estado de Visión Profunda. Semejantes, me dije, a los primeros peldaños de una escalera.

En la meditación de Calma Mental, ya fuera con o sin soporte formal, antes que nada  hice brotar un amor y compasión universales; el bien de los demás se fijó en imágenes meditativas formadas en mi mente. Después, merced a la pura visión conseguí purificarme hasta el punto en que desaparecieron las imágenes meditativas. Finalmente, me absorbí, ya sin esas imágenes, en un estado de buenos deseos dedicados la bien de los demás. Así llegué a comprender que éste es el más excelente de todos los caminos.

Como también se me alcanzó que, al igual que al hombre hambriento de ningún provecho le es saber lo que es alimento, sino el comerlo, del mismo modo no basta saber lo que significa comprende la Vacuidad, sino que es menester meditar en ella. De donde a su vez colegí muy particularmente cuán necesario es esforzarse, sin distracción, por acumular buenas obras y purgarse de las malas, con lo que se tendrá ocasión de llegar a comprender la Visión Profunda.

En breve, ésta es la hora en que he llegado a saber que la Vacuidad en que medita el yogui, así como la Igualdad, Inefabilidad y No‐discriminación, son doctrina del Camino gradual del Vadjrayana del Mantra Secreto, que acuerda con las Cuatro Iniciaciones. 

 

Resumiendo estos pasos, primero llega a la experiencia de la no existencia del yo, perdiendo el registro de individualidad; esto le conduce a un estado de Calma Mental, que nosotros podemos llamar Despierto o Conciencia de Sí. El siguiente paso consiste en entrar en estado de meditación sin imágenes, sin argumentos, en suspensión del yo; después llega a la gran compasión comprendiendo que ese es el mejor de los caminos, y se dedica a él alcanzando el Vacío o Vacuidad.  Solo le falta agradecer, que es lo que hace justo para finalizar su explicación:

 

“En lo que a mí concierne, no tengo medios para recompensaros, mi Gurú y Reverenda Madre, mis benefactores; vuestra amorosa bondad está  más  allá  de  mi  facultad  de  retribuiros  con  cualquier  ofrenda  de riquezas mundanas. De modo que os retribuiré consagrando toda mi vida a la meditación, y completaré mi estudio final de vuestras Doctrinas en el Cielo Og‐min.

Poco tiempo después Milarepa siente la necesidad de saber qué fue de su madre y su hermana y ya, con cierta independencia y habiendo recibido todas las doctrinas y procedimientos, pide permiso a su maestro. Cuando llega a su casa la encuentra derruida y de nuevo sufre un fuerte impacto y una nueva crisis interior:

… Por donde mirase, enfrenté desolación y ruina, de modo que me dominó el desaliento. Luego, avanzando a tientas hacia las habitaciones exteriores,  hallé  un  montón  de  tierra  y  trapos,  sobre  los  cuales  había crecido una gran cantidad de cizañas y pasto. Al revolverlo, encontré un montón de huesos humanos, que instintivamente supe que eran los de mi madre. Una profunda e inexpresable ternura se apoderó de mí. Tan insoportable era el pensamiento de que jamás volvería a ver a mi madre que  estuve  a  punto  de  perder  el  conocimiento,  cuando  recordé  las Doctrinas de mi Gurú, y, comulgando espiritualmente con el espíritu de mi madre y de los divinos espíritus de los santos de la Secta Kargyütpa, hice una almohada con los huesos de mi madre y permanecí en un estado de tranquilidad, exento de distracciones, en clara y honda meditación, en la que comprendí que en verdad era posible salvar a mi padre y a mi madre del dolor y las miserias samgsáricas. Después de pasar así siete días y siete noches, salí del samadhi.

 

Esta experiencia le hace tomar una resolución aún mas fuerte acerca de su camino interno comprendiendo el vacio de la vida cotidiana:

 

… Y añadí: “Tengo una convicción general de que nada quiero salvo una vida de meditación y devoción, pues la vida del mundo no me deleita. Vivir como ermitaño en soledad y consagrar toda mi vida a la meditación es la esencia del mandato de mi Gurú. Por tanto, aspiro a vivir la vida ideal (de un devoto Kargyütpa), satisfaciendo de ese modo a mi Gurú al igual que sirviendo a todos los seres sensibles y a la Causa de la Jerarquía. Con ello también rescataré a mis padres (de la existencia samgsárica); y por último, incluso me beneficiaré yo mismo. Nada conozco sino la meditación, de modo que no es probable que realice nada más; tampoco aspiro a otra cosa que a esto. Es más, tras haber visto las miserables ruinas de la casa y los  restos de la  propiedad que mis  difuntos  padres  poseían,  eso impresionó indeleblemente mi corazón en el sentido de que los propósitos mundanos son indignos, y se encendió un ardiente deseo de consagrar mi vida a la meditación. Una vida de comodidad puede ser para quienes no sufrieron lo que yo sufrí, y para aquellos a los que el pensamiento sobre la muerte y el infierno no los convenció por fuerza. En cuanto a mí, las circunstancias me  convencieron firmemente de la vital necesidad de la celosa devoción  y profunda meditación mientras viva; si, incluso hasta la misma muerte, a pesar del hambre y la pobreza.”

 

Milarepa compuso multitud de poemas y canciones que aún hoy en día recita y canta el pueblo tibetano. En esta situación compuso la siguiente:

 

Todos los fenómenos, existentes y aparentes, Son siempre pasajeros, mutables e inestables; Pero más en especial la vida mundana

No tiene realidad, ni logro permanente (en sí).

Y de ese modo, en vez de hacer un trabajo sin provecho

Buscaré la Verdad Divina.

Primero, cuando mi padre vivía, el hijo (crecido) no vivía; Luego, cuando nací (y crecí), mi padre no vivía.

Si ambos nos hubiésemos encontrado, poco hubiese sido el provecho, incluso entonces;

De modo que iré a lograr la Verdad Divina,

Iré a la Cueva de Dragkar‐Taso, a practicar la meditación. Tierra natal, y hogar, y todas las posesiones,

Sé que vosotros sois sólo cosas vacías; Cualquier incauto puede teneros,

En cuanto a mí, el devoto, voy a lograr la Verdad Eterna.

 

Así  marchó  a  las  montañas,  a  la  cueva  y  perseveró  insistentemente  en  su meditación y sus procedimientos energéticos.

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